Sin límites

 

A veces parece como si en España sólo hubiera dos formas posibles de relacionarse con la Historia: o el patrioterismo barato que ensalza viejas glorias y alimenta un nacionalismo rancio, por un lado, o el desprecio automático por cualquier suceso o acontecimiento histórico del pasado, abrazando el desdén más absoluto por todo lo que ocurrió antes de nosotros, por el otro. Me cuesta elegir cuál de las dos posturas es más estúpida. Por supuesto, es un disparate apropiarse logros o hazañas bélicas del pasado, o reinventar la historia de nuestro país para engrandecer una supuesta historia milenaria de España. Naturalmente, también es absurdo juzgar el pasado desde la mirada del presente y tener un sentimiento automático de rechazo y desprecio por nuestro pasado, sólo porque haya quienes lo desvirtúen o lo miren con ojos nacionalistas. 
Lo cierto es que la Historia siempre me ha parecido apasionante y nunca me he acercado a ella desde ninguna de estas dos posiciones reduccionistas. Ni compro la idea de que España, o eso que hoy llamamos España, fue la más salvaje potencia, la que más personas exterminó en sus conquistas, la más cruel en sus expediciones, ni tampoco esa otra idea que niega cualquier atrocidad o masacre cometida en nombre de lo que hoy llamamos España, tildando cada mirada crítica al pasado como leyenda negra, usando este término como un mantra que sirve para alimentar un bobo nacionalismo que intenta exaltar supuestas hazañas y glorias pretéritas. Pamplinas. Unas y otras. La Historia es fascinante porque es de donde venimos, porque necesitamos conocerla, porque habla de la evolución de la humanidad. La Historia es demasiado importante y demasiado atractiva como caer en manos de reduccionistas de uno u otro signo. La Historia, en definitiva, mola, mola mucho, y no debería estropeárnosla nadie. 

Todo este preámbulo viene a cuento de la serie Sin límites, dirigida por Simon West e interpretada por Álvaro Morte y Rodrigo Santoro, que estrenó hace unos meses Amazon Prime Video, en la que se cuenta en seis capítulos la histórica expedición de Magallanes y Elcano, en la que en 1519 partieron de Sevilla 239 marineros hacia las Indias y de la que sólo volvieron, tres años después, 18 de ellos. Fue una expedición histórica, porque en ella se descubrió el hoy llamado Estrecho de Magallanes. En aquel momento, permitió a España décadas de dominio del comercio de especias desde América. Fue una aventura colosal que cambió el rumbo de la Historia, ya que fue la primera circunnavegación de la Tierra. 

Sin límites me ha parecido una muy buena serie. Hay aspectos que me convencen menos, como algunas situaciones dentro del barco que me chirrían (parece raro que en un barco del siglo XVI se sometieran decisiones a votación) y me da la impresión de que el relato está por momentos demasiado comprimido, se podría haber contado en más capítulos. Pero, en general, el balance es más que positivo. La recreación de la navegación y de las condiciones de los marineros está muy lograda y también se muestran bien las disputas a bordo y la desesperación que se fue adueñando de la tripulación a medida que pasaban los días. 

Tengo la sensación de que con Sin límites ha ocurrido algo parecido a la serie sobre El Cid, también producida por Amazon. Ambas han sido recibidas con críticas más bien tibias y se ha hablado tirando a poco de ellas en los medios. En el caso de Sin límites, además, su estreno se ha producido el año del quinto centenario del final de la expedición, es decir, en un momento más que propicio para que centrara la conversación. La sobreabundancia de series puede ser una de las razones por las que la serie haya pasado más desapercibida de lo que creo que merece. Otra, sinceramente, creo que es la cuestión con la que empezaba el artículo, eso de que cualquier aproximación a episodios históricos sea material sensible, por muchos siglos que hayan pasado. 

A los nacionalistas muy cafeteros que sólo esperan encontrar un relato elogioso de la gloriosa hazaña española seguro que no les agrada la historia, porque presentan a miembros de la tripulación como gente pendenciera o porque no sea tal y como ellos esperaban, mientras que los del otro extremo, por estrechez de miras, posiblemente ni se acerquen a cualquier serie sobre episodios históricos españoles, precisamente porque temen encontrarse una especie de relato mítico sobre hazañas pretéritas, lo que no es la serie. O sea, recelan de esta clase de historias porque temen que sean lo que no son, algo que a su vez expulsa a otra parte de la audiencia precisamente por no serlo. 

Con frecuencia muchos nos lamentamos de las pocas series y películas sobre tantos y tantos acontecimientos históricos de España. Quizá no hay tantas precisamente por eso, porque cuando llegan, con sus virtudes y defectos, con sus aciertos y fallos, unos y otros (o los hunos y los hotros, como diría Unamuno) se echan enseguida encima. La Historia es divertida y fascinante, no debería ser terreno de batallitas ideológicas menores ni, desde luego, escenario propicio para los prejuicios. Ojalá nos acercáramos a los relatos sobre episodios históricos de nuestro país con la misma mirada abierta con la que lo hacemos con episodios de otros países. 

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