La noche más larga

 

Empecé a ver La noche más larga porque creía que la miniserie de Netflix estaba inspirada en la mítica 24 y que buscaría imitar su estilo, desde el (casi) tiempo real en el que transcurre la historia hasta algunos recursos gráficos como la tipografía del título. En cierta forma, en efecto, La noche más larga bebe de 24 y ésa es una las razones por las que me ha gustado. Por momentos, la serie tiene la intriga y el ritmo trepidante de aquella historia en la que Jack Bauer (Kiefer Sutherland) trabajaba contrarreloj para detener atentados terroristas. Aquella serie tenía 24 capítulos cada temporada, porque toda la historia avanzaba en tiempo real. La noche más larga tiene algún que otro flashback y su acción no transcurre, en sentido estricto, en tiempo real (en 24 se indica la hora cada poco tiempo, aquí sólo un par de veces por capítulo), pero sí consigue trasladar al espectador esa angustia de sus personajes, la urgencia por el paso del tiempo y sus dudas ante los dilemas morales que se les plantean. 
La noche más larga cuenta con seis capítulos y, ojo, la historia no termina, el final es más que abierto, supongo que porque se espera rodar una segunda temporada. De momento, Netflix no ha confirmado la renovación y, desde luego, sería una pena que no se le pudiera dar un final de verdad a la serie. En todo caso, podemos hablar de lo que sí hay en estos seis capítulos, del entretenimiento que brinda la serie, más allá de que, al final, quede un sabor agridulce por esa ausencia de un cierre auténtico. Y la serie ofrece exactamente lo que propone: un trhiller trepidante, con constantes giros de guión, con escenas de acción muy logradas, con personajes carismáticos y las suficientes dosis de intrigas como para mantener en todo momento la atención del espectador

No todo es perfecto en la serie. Su elenco, muy amplio, no rinde al mismo nivel y hay personajes relevantes en la trama que no terminan de convencer, cuya interpretación chirría bastante. Con todo, insisto, la serie es exactamente lo que parece y creo que a la mayoría de los amantes del género les convencerá. La serie comienza con la detención de Simón Lago (Luis Callejo) en Nochebuena. Era uno de los presos más buscados, un despiadado asesino en serie de mujeres. Es enviado a la prisión psiquiátrica Monte Baruca que, aunque suene a tópico, es un personaje más de la serie, por su peculiar estructura, sus formas laberínticas y por la diversidad de los internos en el centro. De pronto, un grupo armado rodea la prisión para llevarse al preso. El director del centro, Hugo (Alberto Ammann) se niega a entregarlo, por lo que comienza un asedio angustioso. 

Una de las fortalezas de la serie es contar con un reparto coral. Algunos de los presos están muy bien construidos, otros no tanto. La información se va dosificando poco a poco, de tal forma que tardamos en saber quiénes son exactamente los que están rodeando la serie. Hay, de hecho, muchos detalles sobre este preso y el interés que despierta en personas poderosas que no llegamos a conocer. El director del centro, que además esa noche (algo más bien poco creíble) se ha llevado a sus hijos con él al trabajo, cuenta sólo con el apoyo de unos pocos funcionarios de la prisión y de aquellos internos que colaboran con él. Naturalmente, como corresponde en una serie de este género, todo lo que se puede complicar, se complica, y hay constantes giros y sorpresas. No todos creíbles ni convincentes, pero eso casi es lo de menos. Como en 24 o como en La Casa de Papel, otra serie que de algún modo parece servirle de referencia, la forma de disfrutar de La noche más larga es entregarse por completo al mero entretenimiento, a la acción trepidante, sin querer buscarle demasiada verosimilitud.  

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