El final de "Love, Victor"

 

Nunca es fácil cerrar una buena historia. Tras una muy tierna y adorable primera temporada de Love, Victor en la que asistimos al viaje de autodescubrimiento de su protagonista y una segunda más madura y redonda, la tercera temporada de la serie de Hulu y Disney Plus tenía ante sí el reto de ponerle un buen cierre. Aunque creo que es la más deslavazada e irregular de las tres, esta tanda de episodios tiene destellos de la personalidad tan especial de esta serie y supone un final más que digno para la misma.


Uno de los puntos fuertes de Love, Victor en su segunda temporada era que prácticamente todos los personajes contaban con una trama propia, lo que permitía abordar muchas cuestiones interesantes y darle su espacio propio a cada personaje. Sin embargo, en la tercera temporada me da la sensación de que este planteamiento de una historia coral juega en ocasiones en contra de la serie. No sé si es porque cuenta con ocho capítulos, en lugar de los diez de las dos tantas anteriores, pero esta vez percibo un exceso de subtramas y algunas se resuelven de forma algo acelerada. Están en  ocasiones un tanto apretujadas, no se profundiza tanto como otras veces

En cualquier caso, he disfrutado de esta despedida de Love, Victor. Mucho. Ha sido una serie especial para muchas personas a las que nos hubiera encantado tener una serie así en nuestra adolescencia. Desde su mismo nacimiento, tiene una vocación de ofrecer representatividad a los jóvenes LGTB y de abordar distintos aspectos de su realidad. En esta tercera temporada da importantes pasos adelante, va todavía más allá. Es algo que sigue siendo necesario y muy de agradecer en un mundo en el que hay bastante gente que cree que es aberrante y un ejercicio de adoctrinamiento incluir un beso entre dos mujeres en una película de Pixar, esas mismas películas que incluyen sin problema besos entre un hombre y una mujer. Seguimos viviendo en un mundo que necesita más personajes LGTB, más presencia en la pantalla de aquello que sí existe en el mundo real, aunque cabree a los retrógrados de siempre. 

Love, Victor es fiel a sí misma en muchos aspectos en esta tercera temporada, en la que volver a Creekwood es un poco como visitar a un amigo, regresar a un lugar en el que eres feliz y te sientes a gusto. La serie mantiene su tono divertido, incluso algo irónico y autoparódico en ocasiones,  como cuando mencionan a Simon (“¿qué fue de ese chico?”) o cuando la madre de Victor, le dice a su hijo que hay que ver lo que le gustan las carreras dramáticas. Love, Victor conserva su frescura y sigue atreviéndose a ir más allá y a mostrar distintas tramas atractivas, como la reacción de la familia mulsulmana de Rahim ante su homosexualidad o las distintas formar de entender la importancia de visibilidad y de afrontar los ataques homófobos. Hay una trama maravillosa en la parte final de la temporada en la que Victor (Michael Cimino) se enfrenta a un dilema interno importante y muy bien contado. 

La tercera temporada de la serie consigue sorprender. No transita exactamente por dónde se podía esperar con aquel final tan abierto de la segunda temporada. Al personaje de Victor le permiten explorar nuevas historias y es de lo mejor de estos episodios. A lo largo de la serie, me da la impresión de que sus responsables nunca han sabido bien qué hacer con el personaje de Benji (George Sear). En la primera temporada fue el interés amoroso de Victor y en la segunda conocemos algo más de él. Creo que en esta tercera temporada se profundiza mucho más en su personaje y, aunque seguro que habrá a quien no le guste entre los fans el enfoque de Benji en estos episodios, creo que le aporta madurez y verdad. Es, sin duda, cuando más verdad se ha mostrado a su historia. 

Como decía un poco más arriba, la serie va bien cargada de subtramas. Echo en falta, por ejemplo, que se hable algo más del destino en la universidad de los distintos protagonistas. O que se profundice algo más en las relaciones con sus madres de los personajes de Felix (Anthony Turpel), Lake (Bebe Wood) y Mia (Rachel Hilson). Al haber tantas historias secundarias, es lógico que unas interesen más que otras. Me gusta mucho el desarrollo del personaje de Rahim (Anthony Kevan), la ayuda que Victor intenta prestarle a un compañero de instituto que es gay pero no ha salido del armario o, sobre todo, la relación entre Lake y Lucy (Ava Capri), porque la representación de una relación entre dos chicas sigue siendo mucho menos habitual que la de dos chicos. También es especialmente emotiva la forma en la que los padres de Victor, sobre todo su madre (Isabella Ferreira), a la que le costó un mundo aceptar su homosexualidad, dan un paso adelante para apoyar a su hijo. 

El final, muy icónico, muy fiel a la serie y al universo al que pertenece, porque no olvidemos que proviene de Love, Simon, la película basada en la novela de Becky Albertalli, supone un muy buen cierre a una serie que ha sido muy importante, que nos ha ilusionado, divertido y emocionado y que, además, ha hecho mucho bien. El tiempo dirá si volveremos a Creekwood con nuevas historias o no, ya que parece que no se descarta del todo lanzar un spin-off. Lo que sin duda sí haremos es regresar de cuando en cuando a esta historia, a momentos mágicos como el discurso de Victor en esta tercera temporada, su viaje a Nueva York en la primera o el momento en el que sale del armario en el instituto en la segunda. Dentro de la serie, la visibilidad de Victor ayuda a otras personas a ser ellas mismas, el mismo efecto que la propia serie ha tenido con muchos jóvenes. Sólo por eso, este viaje ha valido la pena. 

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