El olvido que seremos

 

Adaptar un libro al cine no debe de ser fácil en ningún caso, pero debe de ser especialmente difícil llevar a la pantalla ciertas novelas. Creo que El olvido que seremos es una de ellas. La obra de Héctor Abad Faciolince es de una belleza extraordinaria, realmente conmovedora y fascinante, pero también es una obra muy íntima y muy literaria, nada fácil de convertir en una película. Fernando Trueba superó el reto con creces gracias a una serie de aciertos fabulosos en su adaptación al cine del libro, con guión del propio autor del libro y de David Trueba. El filme, que puede verse ahora en Netflix, ganó, entre otros premios, el Goya a mejor película latinoamericana en 2020

Son muchos, sí, los aciertos de esta adaptación al cine, todos los obstáculos salvados. Para empezar, la acertada elección del color para las escenas en las que el autor rememora su infancia al lado de su padre, al que veneraba, un médico que se juega la vida en defensa de la salud pública y del respeto a los Derechos Humanos, mientras que el blanco y negro queda reservado para las escenas menos antiguas del filme, las del final de los días de Héctor Abad. 

En el libro, el autor escribe en cierta forma recreando esa mirada del niño que aprende al lado de su padre, que lo admira y lo sigue a todas partes. El filme capta esa esencia. Los diálogos, algunos de ellos extraídos de forma literal del libro, son también un gran acierto, igual que la actuación de todo el elenco, con un soberbio Javier Cámara, al que últimamente hemos visto más en papeles cómicos que dramáticos, pero que puede con todo.

El ejemplo que le da el padre al hijo, esa admirable labor del padre del autor que le terminó costando la vida, es el hilo conductor del filme. La educación en base a los actos, no a lo que se predica. Héctor Abad da ejemplo a su hijo con su actuación diaria, con su entrega, no con frases grandilocuentes ni con principios esculpidos en piedra que luego no se cumplen. Como suele ser habitual con la gente que irrita a los poderosos y cuestiona los fallos del sistema, eran los enemigos del doctor los más obsesionados con su ideología y su posición política. En la novela cuenta su hijo que él se describía como "cristiano en religión, marxista en economía y liberal en política". 

El olvido que seremos, que veo con un nudo en la garganta casi desde el comienzo, de pura emoción, realmente conmovido, es cine político pero no es esa clase de cine político que se preocupa más por el mensaje o la moraleja que por contar bien una historia poderosa. Esta película relata hechos reales y adapta un libro exitoso y muy especial para sus lectores y se centra en contar la historia del mejor modo posible. Es lo que logra con creces. "Al final, lo único que buscamos es la belleza", le escuchamos decir al doctor Abad en un momento del filme. Y de eso, de belleza, va sobrada esta magnífica película, tan recomendable como el libro en el que está basada. 

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