A corazón abierto

 

Cuenta Elvira Lindo que convertir a sus padres en personajes de una novela era un proyecto en el que llevaba trabajando muchos años, casi toda una vida. Este objetivo se concreta en A corazón abierto, la obra editada por Seix Barral en la que la autora hace un admirable ejercicio de memoria y de honestidad. Recuerda la infancia de sus padres, relata la pasión que vivieron, sin esconder los malos momentos, y cuenta también su propia infancia y la de sus hermanos, personajes secundarios en la historia de sus progenitores
Hay dos pasajes del libro, que he disfrutado mucho, que resumen a la perfección la actitud con la que la autora afronta este proyecto, su innegociable vocación de ser sincera en el relato. Casi al principio, como carta de presentación, leemos: "detesto que las personas se conviertan, debido a la pereza mental, en protagonistas de tres o cuatro anécdotas que las muestran favorecidas, que nos convienen para reconciliarnos con su recuerdo y que nos hacen creer que las mantenemos vivas”. Unas cuantas páginas más adelante, cerca ya del final de la historia, la autora escribe: "dicen que de los muertos se acaba añorando más las manías que te irritaban que la coherencia de sus actos: si hay algo que yo no quisiera borrar de su recuerdo es aquello que en su día me avergonzó o me irritó. En la habitual idealización de los muertos, tan practicada en el ámbito familiar, hay una falta a la verdad que me saca de quicio”.

En esos dos pasajes está condensado el libro, que en ocasiones emplea la segunda persona, en el que se entremezcla el relato de la infancia y juventud de sus padres con su madurez, con la vida itinerante que llevó la familia (Ceuta, Málaga, Mallorca, Madrid, Cádiz...) a causa del trabajo de su padre. De él escribe la autora que encubría siempre la desgracia con humor, que tenía pavor a la soledad y se sabía emocionalmente frágil, pero que huía hacia adelante intentando imponer el humor hasta en los peores momentos. También cuenta las partes menos amables de la relación entre sus padres, las discusiones y los distanciamientos. 

Las mejores páginas del libro son las que Elvira Lindo dedica a hablar de la enfermedad de su madre, a la que alude el título. También aquellas en las que habla del piso en el que vivió de niña, el que compraron sus padres gracias al gordo de la lotería del Niño. El recuerdo de cada rincón, el rechazo instintivo que le provoca la idea de vender esa casa. “¿Cuánto dinero podríamos pedir a cambio de entregar ese espacio que mi madre decoro para siempre?” 

Hay destellos maravilloso de dulzura y ternura en el recuerdo de sus padres, como cuando dice de su madre que "en su boca cualquier canción surgía ya como un recuerdo". De ella también cuenta cómo, años después, se volvió irónica: "es como si ya no creyera de verdad en nada. Yo creo que ya no confía ni en Dios". La honestidad que domina el libro también lleva a la autora a hablar de sus supersticiones y manías en la infancia. Suena a verdad cada página de este libro bello que persigue, y logra, no caer en la dulcificación de los recuerdos familiares. Un libro estupendo. 

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