La dura verdad sobre la dictadura de Franco

 

Hay una corriente de pensamiento en España que dice que aquí estamos todo el día hablando de Franco, que basta ya, que ya tenemos suficientes películas, documentales y libros sobre el franquismo. Que hay que cerrar heridas, que el tema ya cansa, todo eso. La realidad es que no se han hecho tantas películas y, en todo caso, resulta extraño que haya quien piense de verdad que una dictadura de más de tres décadas es un asunto del que conviene no hablar más, un asunto que pueda cansar. Negar que semejante periodo antidemocrático marca de forma indeleble a un país es negar la evidencia. Por eso, de vez en cuando, está bien ver cómo fuera de España se cuenta la historia del franquismo, de este señor que dio un golpe de Estado contra el legítimo gobierno republicano e implantó un régimen dictatorial hasta su muerte. Es lo que hace el documental alemán La dura verdad sobre la dictadura de Franco, que puede verse en Netflix, y que no cuenta nada que no se supiera ya, pero sí todo lo que conviene saber, lo que estaría bien que no se olvidara en nuestro país. 
Al ver el documental, de cinco capítulos, aunque en realidad el quinto es una versión comprimida de los cuatro anteriores, pensaba en los jóvenes españoles de hoy. ¿Cuánto de lo que se cuenta saben los jóvenes? Porque, insisto, prácticamente todo lo que aparece en la serie documental es conocido, no hay grandes revelaciones, no puede haberlas ya, tantos años después, sobre el régimen franquista. Pero no tengo nada claro que la memoria de aquel tiempo gris perviva entre los más jóvenes, en contra de lo que se podría entender ante aquella corriente de opinión que dice que hablamos demasiado de Franco

La serie documental, dirigida por Klaus Kastenholz e Isabel Andrés, cuenta con la opinión de decenas de historiadores, que explican la personalidad de Franco, su ascenso al poder dentro del grupo rebelde y su forma de imponer un régimen del terror en España. Se cuenta que su mujer, Carmen, tuvo una gran influencia en las decisiones que tomaba el dictador. Se incide en la perversa forma de entender el país que tenía Franco, ya que para él en España, esa una, grande y libre que proclamaba, sólo entraban quienes compartían sus ideas y pensaban como él. En la Guerra Civil, dicen siempre los de la corriente del olvido, las dos partes competieron excesos. Naturalmente que fue así. Lo que ocurre es que Franco tuvo más de tres décadas después de la guerra para seguir con esa represión, ese lavado de cerebro y esa imposición autoritaria de su visión gris y rígida del país. 

Las repercusiones en la España actual de aquel atraso entre 1939 y 1975 son indudables, en aspectos como la educación, la cuestión territorial o incluso los propios símbolos nacionales o la imposibilidad para una parte de la sociedad de tener un cierto patriotismo, que se apropian siempre los mismos y con los mismos fines, con el mismo desprecio y rechazo a la otra mitad de España. Todo lo que aparece en el documental, ya digo, es sabido, al menos, por quienes sí han estudiado sobre aquel oscuro periodo histórico, quizá no tanto por los que son víctimas de esos defensores del olvido, aunque luego entren por error en una misa en honor de Franco. Pero son episodios tan traumáticos y terribles que se deben recordar. El hambre de solemnidad tras la guerra, el apoyo oportunista al franquismo por parte de las potencias occidentales en su cruzada contra el comunismo tras la II Guerra Mundial, el cobijo de tantos nazis en España, el robo de niños orquestado por el franquismo y órdenes religiosas, la represión de los disidentes, la construcción del Valle de los Caídos por parte de presos políticos esclavizados, la construcción de colonias de buenos patriotas, como Águeda del Caudillo. 

España no tiene una relación fácil con su pasado. Como ningún país con pasado. Todos tienen muertos en el armario, todos preferirían pasar de puntillas por algunos episodios. Pero, queramos o no, nos guste más o menos, todos somos hijos de ese pasado. Nuestros padres vienen de ahí, de alguna forma, nuestra sociedad, también. Documentales como éste, en el que se muestra la historia de España por parte de historiadores que, en su mayor parte, no son españoles, ayudan a ponderar la atrocidad del régimen franquista y deberían ayudar a que existiera un consenso mínimo, por ejemplo, sobre la necesidad de cerrar las heridas de tantas personas que tienen aún a sus familiares en cunetas de todo el país. Pedir reparación para las víctimas de una dictadura execrable no es reabrir heridas, salvo que haya quien se considere heredero y continuador de esa dictadura execrable, pero seguro que ése no es el caso de quienes entran en misas por Franco sin darse cuenta ni de quienes intoxican el debate público español desde la extrema derecha. 

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