El hombre que salvó el Louvre

 

Ninguna de las veces que he visitado París me he percatado de que una de las puertas del Louvre lleva el nombre de Jacques Jaujard. Si lo hubiera visto, tampoco habría sabido realmente de quien se tratada, ya que este hombre es uno de esos héroes desconocidos, alguien clave para preservar el patrimonio del museo más famoso del mundo en la II Guerra Mundial, que ayudó igualmente a poner a salvo las principales obras del Museo del Prado durante la Guerra Civil española, al supervisar su traslado a Suiza. En 2014, los directores Jean-Pierre Devillers y Pierre Pochart, se propusieron sacar del anonimato a Jaujard y realizaron un muy interesante documental llamado Cómo el ilustre y desconocido Jacques Jaujard salvó el Louvre, que ahora puede verse en Filmin (lamentablemente, sólo doblado al español, no en versión original en francés) bajo el título de El hombre que salvó el Louvre. 
Reconozco que me resulta casi imposible separar los méritos del documental del interés de la apasionante historia que cuenta. El caso es que voy de asombro en asombro a lo largo de los 57 minutos del documental, que recupera imágenes de archivo de aquel tiempo oscuro de la historia de Francia, y que también recrea gracias a la animación escenas de Jaujard en el Louvre. Es una historia de la que algo había oído hablar, pero desde luego de la que lo desconocía casi todo. 

Jaujard, alto funcionario del gobierno francés, prepara la evacuación de las obras de los museos nacionales franceses antes de la invasión nazi del país. Traslada los cuadros a castillos en zonas despobladas, donde estén libres de bombardeos y posibles ataques, también de saqueos de las fuerzas de ocupación. Marca las obras con un código de colores, en el que el rojo indica cuáles son las más valiosas. La Mona Lisa lleva tres pegatinas rojas

La peripecia para poner a salvo los cuadros es realmente impresionante, con constantes traslados a medida que cambiaba la situación de la contienda. Pero, a la vez, Jaujard debe tratar con los nazis cuando Alemania ocupa su país. Fue providencial la figura de Franz von Wolff-Metternich, el responsable de la Alemania nazi que fue el interlocutor de Jaujard. Se entendieron desde su primer encuentro, según recoge el alto funcionario francés en su diario. Ambos adoraban el arte, los dos entendieron que debían preservar las obras. La labor del alemán, que no formaba parte del partido nazi pero estaba obligado a cumplir con las órdenes de Hitler, fue determinante, hasta el punto de que, pasados los años, se le reconoció con la Legión de Honor. 

Hay otra figura igualmente fascinante que es rescatada del anonimato en este documental, al menos, para el gran público, para la mayoría de la gente. Es Rose Valland, conservadora de arte y miembro de la Resistencia, igual que Jaujard, quien ejerció de espía. Ella asistió al espolio de obras de arte de los judíos en Francia y gracias a su trabajo, en el que se jugó la vida, fue posible recuperar tras el fin de la guerra miles de obras incautadas por los nazis. Es admirable el compromiso de Valland, igual que el de tantas personas que se arriesgaron en mitad de la guerra para preservar el patrimonio artístico del Louvre, sabedores de que estaban salvando mucho más que unos lienzos. Es hermoso que en mitad de la mayor sinrazón, del odio y la destrucción de una guerra atroz, existieran personas como ellos, a quienes hoy les debemos que el Louvre mantenga el legado de tantas generaciones pasadas. Una historia inspiradora que pone en valor el compromiso cívico y la importancia real del arte y de la cultura para saber quiénes fuimos, para ser quienes somos. 

Comentarios