La Fortuna

 

La realidad ofrece a veces historias más cautivadoras que cualquier ficción. Por ejemplo, la historia de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en el estrecho de Gibraltar en 1804, cuyos restos expolió la empresa estadounidense Odyssey hace unos años. El autor de cómic Paco Roca llevó esa historia a una de sus obras, que firmó junto a Guillermo Corral, un diplomático español que vivió en primera persona la batalla legal entre España y aquella empresa cazatesoros. En aquel cómic, El tesoro del Cisne Negro, se basa La Fortuna, la primera serie de Alejandro Amenábar, que puede verse en Movistar. Contó en su día Paco Roca en varias entrevistas que el cómic no tiene tanta ficción como cabría pensar y que mucho de lo que se cuenta allí ocurrió realmente. 


La crítica no ha acompañado del todo a la serie, que a mí me ha encantado. Eso siempre causa una especial satisfacción, la de ir a la contra. Pero, ya fuera de bromas, lo mejor es lo mucho que he disfrutado mucho de esta historia de aventuras tan bien contada. Será que siempre me gustó Tintín, quizá es que la serie, y el modo en el que está contada, me ha devuelto de alguna forma a mis lecturas de libros de aventuras, pero lo cierto es que he gozado con cada uno de los seis capítulos. No encuentro frialdad ni falta de carisma en la serie, que se presenta, insisto, como lo que es, una pura serie de aventuras, en la que cada capítulo termina dejando al espectador con ganas de más, y cuyas inspiraciones son claras e incluso se mencionan de forma expresa a lo largo de la misma, como ocurre con el propio Tintín o con el explorador francés Jacques Cousteau. 

La historia se cuenta a través de los ojos de Álex Ventura (Álvaro Mel), un joven brillante pero inexperto, primero de su promoción, que acaba de entrar al Ministerio de Cultura. Pronto formará equipo con Lucía (Ana Polvorosa), que es una funcionaria que lleva ya mucho más tiempo en el Ministerio, y que es también idealista, pero está ya un poco más de vuelta de todo. No pueden ser más diferentes y, como sucede con frecuencia en la ficción y en la vida, por eso mismo forman un buen tándem. 

Amenábar ya mostró en Mientras dure la guerra, su anterior película, su interés sobre la memoria histórica y también sobre la convivencia entre personas de distintas ideologías. Aquí continúa por esa senda y, aunque es la trama de aventuras y la batalla legal contra la empresa cazatesoros de EEUU lo que marca de verdad el rumbo de la serie, se incluyen varias reflexiones al respecto. Es una serie de aventuras, pero también, a su manera, una serie sobre España. Álex es más bien conservador, mientras que Lucía es progresista. Los dos discuten sobre todo tipo de asuntos, tienen distintas formas de ver la vida, pero logran trabajar juntos y entablar una relación más que cordial. Ahí hay algo de reivindicación del entendimiento y del acuerdo, en un tiempo de crispación y polarización política, igual que lo había en su anterior filme. 

La serie también plantea una reflexión sobre la falta de recursos del Ministerio de Cultura y, en general, sobre la falta de aprecio por el patrimonio histórico y la cultura, en general, en nuestro país. Pero, a la vez, también se muestra el compromiso de muchos funcionarios, más allá de la falta de medios con la que trabajan o de los cambios de gobierno. Hay un cierto homenaje a ese espíritu quijotesco de buenos trabajadores públicos que pelean contra todas las dificultades habidas y por haber, y que saben que nunca se colgarán las medallas, que para eso están los políticos, y que sólo tendrán la satisfacción del trabajo bien hecho

También es atractiva la recreación de la vida de las personas que viajaban en esa fragata hundida a cañonazos, porque, en efecto, cuando se encuentran restos arqueológicos del pasado, parece como que se deja siempre de lado esa parte personal, el hecho primigenio de que, más allá del valor artístico o histórico de los restos hallados, con ese barco se hundieron cientos de vidas y de historias, no sólo las monedas de oro. Visualmente, la serie es impecable. A la serie no le faltan precisamente medios. Y se nota. Está extraodinariamente bien rodada, es una historia casi bilingüe, de hecho, por las muchas escenas ambientadas en Estados Unidos. El reparto cumple, tanto el español como el estadounidense, y todo funciona, en fin, para ofrecer una serie de aventuras clásica, sólo que basada en hechos reales y con una voluntad de reflexionar sobre la idea de España. Una gran serie. 

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