Madres paralelas

 

Hay películas que me gustan más a medida que las recuerdo. Lamentablemente, no es el caso de Madres paralelas. Cada estreno de un filme de Almodóvar es un acontecimiento, porque él se lo ha ganado con su talento y con su apabullante e indiscutible filmografía. Alguien que ha creado tantas historias inolvidables, que nos ha retratado tan bien, que ha captado con esa maestría el deseo como motor de la acción humana, que ha rodado varias de las mejores películas de la historia reciente del cine español, merece todo el crédito del mundo. Somos muchos los que acudimos puntuales a la cita con la última película de Almodóvar y así seguiremos haciéndolo mientras el autor de Todo sobre mi madre, Mujeres al borde de un ataque de nervios o Volver tenga algo que contarnos. Iremos convencidos y esperanzados a la cita con él siempre. Es demasiado lo que nos ha hecho disfrutar del mejor cine como para que fuera diferente.


Madres paralelas no es una mala película, pero en mi opinión no está entre las mejores obras de Almodóvar ni es una película redonda. No por ello, ojo, deja de ser disfrutable ni le faltan méritos. Es sólo que el director manchego nos tiene demasiado bien acostumbrados y, además, venía de firmar una auténtica obra maestra, Dolor y gloria. De Almodóvar se espera siempre lo mejor, porque es lo que puede ofrecer, lo que tantas veces nos ha ofrecido. 

El último filme del cineasta manchego contiene en realidad dos películas en una, y en parte eso es lo que me chirría. Son dos historias en una, no por las vivencias de las dos madres a las que alude el título, y a quienes interpretan con maestría Penélope Cruz y Milena Smit, porque se entremezclan, sino por las auténticas dos tramas del filme: de un lado, la maternidad y las relaciones entre estas dos mujeres, y del otro, la memoria histórica y la huella que deja en los familiares de los represaliados por el franquismo que siguen en fosas comunes.

Es la película más abiertamente comprometida y política de Almodóvar, lo cual, por supuesto, no es ningún problema, sólo faltaría. El problema, creo, es que las dos historias no terminan de encajar bien, parecen superpuestas, pero no enlazadas del todo. Janis (Penélope Cruz) quiere desenterrar los restos de su bisabuelo y de otras personas de su pueblo. Es una herida abierta que quiere cerrar, porque su familia lo necesita, porque es de justicia. Pero esa trama sólo aparece al comienzo y al final del filme, como si la película de verdad estuviera entre medias de un prólogo y un epílogo con una relación sólo relativa con la historia central, la de la relación de Janis y Ana (Milena Smit), que es una adolescente aterrorizada que no quiere ser madre. 

La trama de la memoria histórica es por momentos demasiado explicativa, como si estuviera pensada más para el público internacional. Hay algún diálogo que suena un tanto forzado. La película dura dos horas y, sin embargo, por momentos la historia avanza de forma algo atropellada, en especial, el final, el desenlace de la relación entre esas dos madres paralelas del título.

Pero la película también tiene virtudes. Unas cuantas. Desde luego, las soberbias interpretaciones de Penélope Cruz, que ganó la Copa Volpi a mejor actriz en el Festival de Venecia, y de Milena Smit, todo un descubrimiento, que borda su papel de joven madre. Sólo por ver semejantes recitales vale la pena la película, que cuenta además con una música impecable, siempre adecuada a cada escena, como suele ser habitual en los trabajos de Alberto Iglesias. También es siempre un placer ver la recreación del mundo rural de Almodóvar, y su forma de retratar y construir personajes femeninos memorables. La trama de la película, de una enorme intensidad dramática, conmueve, y es también muy de agradecer la naturalidad con la que el director muestra otros modelos de familia más allá del tradicional. La aproximación del filme a la maternidad y lo que significa es también otro de sus puntos fuertes, sin juzgar en ningún momento a los personajes ni sus motivaciones, sólo mostrándolas. Madres paralelas, en fin, no es la mejor película de Almodóvar, pero es una película que hay que ver, como todas las de Almodóvar. Y que vengan muchas más. 

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