Cómo luchamos por nuestras vidas

 

Cómo luchamos por nuestras vidas, de Saeed Jones, editado en España por Dos bigotes, con traducción de Bruno Álvarez Herrero y José Montserrat Vicent, es un libro impactante, de los que dejan huella. Es uno de los mejores relatos que he leído sobre la autoaceptación de la identidad propia, sobre cómo ser uno mismo en un entorno que te rechaza o no te comprende por ello. Desde muy niño, el autor del libro es consciente de que ser gay y negro en el sur de Estados Unidos supondrá que lo tendrá más difícil en la vida, que habrá gente que lo juzgará y mirará mal, que su vida estará incluso en peligro en determinadas circunstancias. El libro, autobiográfico, está escrito con una honestidad desgarradora. Sus destellos de lirismo (se nota que el autor es poeta) no ocultan la dureza del viaje personal recorrido por Jones. Es un libro soberbio. 


La relación con su madre es el verdadero hilo conductor de la novela, que versa sobre lo difícil que es en ocasiones ser uno mismo, sobre los silencios que provoca la diferencia, el hecho de que uno no sea cómo se supone que debería ser. La forma en la que el escritor narra la relación con su madre es de una complejidad y de una sensibilidad formidables. Como muestra, este pasaje: “No me podía ni imaginar a mi madre diciendo la palabra gay en voz alta. (...) Había leído en uno de mis libro sobre naturaleza que existen algunos sonidos que se producen a una frecuencia que sólo detectan los perros y algunas radios especiales. Sonidos que sólo oye si estás diseñado para oírlos. Yo oía la palabra como un pitido por encima de cada conversación, a cada instante, porque me pasaba todo el tiempo pensando en ser gay”. La primera vez que le llaman “maricón”, escribe “casi me sentía aliviado: por fin alguien lo había dicho”. 

Hijo de una madre budista, que lo cuida en solitario, y de una abuela cristina, que recela de la religión de su hija, Jones se sentirá querido por su madre, pero verá pronto que hay temas (un tema en concreto) del que preferirá no hablar, el mismo tema que lo distanciará de su abuela.Las personas no somos como somos porque sí. Sacrificamos versiones anteriores de nosotros mismos”, escribe en un pasaje particularmente lúcido del libro, en el que reflexiona sobre el proceso hacia la autoaceptación y lo que a veces se queda en el camino. 

Es muy emocionante el modo en el que el autor rememora un Viaje a Nueva York que hizo con su familia cuando tenía 11 años, por pura coincidencia, en el mes del Orgullo. Quedó fascinado y se prometió que volvería más adelante a la ciudad, a estudiar en su universidad. Fue admitido en ella años después, pero no tuvo dinero para pagarla. En la universidad a la que finalmente fue, en un primer momento, volvió a meterse en el armario. Es otra parte especialmente impactante y, de nuevo, muy honesta, del libro. “No debería haber sido tan fácil dejar de ser yo mismo. Podía ser esa persona. Sabía exactamente cómo serlo”. Se ocultó, pero por poco tiempo. Al fin, gracias a una fiesta, empezó a poder ser él mismo. “La ferocidad con la que aproveché esa nueva sensación de libertad recién descubierta desconcertaba en ocasiones a mis amigos y compañeros de clase", escribe. 

Una vez fuera del armario, tampoco tendrá ante sí un camino de rosas, por relaciones tóxicas, silencios con su madre y miradas y comentarios de sus amigos que lo aceptan, pero no dejan de juzgarlo. Cómo luchamos por nuestras vidas impresiona como sólo lo hacen los relatos escritos desde la verdad del autor, con una enorme generosidad a la hora de mostrar sus fragilidades y temores, con la vocación de plasmar vivencias que definen a quien las narra, que le han hecho ser quien es. Un libro sobre la identidad, el amor y la necesidad de ser uno mismo. Un libro muy recomendable. 

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