La agonía de Francia

 

Estremece leer La agonía de Francia, el ensayo que escribió Manuel Chaves Nogales sobre la derrota francesa ante los nazis en la II Guerra Mundial, reeditado por Libros del Asteroide. Estremece por lo terrible y doloroso que fue entonces para la civilización que el país de la revolución y la defensa a ultranza de la libertad cayera en manos de una execrable tiranía y estremece, sobre todo, porque es imposible no encontrar ciertos paralelismos entre aquella época y la actual, en la que formaciones extremistas ganan terreno en toda Europa. También en Francia, donde Marine Le Pen le disputará el próximo año la presidencia a Emmanuel Macron.


Nunca una catástrofe nacional se ha producido en medio de una mayor inconsciencia colectiva”, leemos al comienzo del libro. El autor, que se exilió en París huyendo del horror de la Guerra Civil española y que se vio obligado también a abandonar Francia por la caída del país en manos de los nazis, reflexiona y se pregunta cómo fue posible que aquello ocurriera. El libro impresiona por la forma siempre clara y directa que tiene Chaves Nogales de relatar sucesos impactantes de la Historia, de levantar acta de lo que él ha vivido y sufrido en primera persona. Sirven sus obras de testimonio de un tiempo terrible que, insisto, tiene ciertos parecidos con el presente. Al igual que ocurre con  la impactante A Sangre y fuego, en La agonía de Francia lo que cuenta el autor interpela directamente al lector de hoy con sus alertas sobre los riesgos del odio, el fanatismo y la sinrazón

Imposible no leer esta obra pensando de algún modo en el presente. La obra deja lecciones para quien quiera entenderlas. Por ejemplo, este pasaje, en el que Chaves Nogales cuenta cómo el Estado francés, el gran Estado europeo, se vino abajo con inusitada: “El Estado puede hundirse y desparecer para siempre y el pueblo puede caer en la esclavitud sin que el autobús haya dejado de pasar por la esquina a la hora exacta, sin que se interrumpan los teléfonos, sin que los trenes se retrasen un minuto ni los periódicos dejen de publicar una sola edición”. O esta otra, que resuena con contundencia en los actuales tiempos de los bulos, los relatos partidistas y la falta de pensamiento crítico: La propaganda totalitaria se hace a base del sofista de que, puesto que hay democracias podridas, la podredumbre es inherente al régimen democrático”. ¿Nos suena? 

El atraso del ejército francés, del que se decía en la época que iba siempre con una guerra de retraso, jugó un papel clave en la caída del país en manos de los nazis, pero lo que más impresiona del relato es lo relativo a la escasa oposición social, al estado de pasividad de la ciudadanía. “Francia ha ido sucumbiendo a medida que se extirpaban en el pueblo las virtudes de la democracia”, cuenta. Habla de una decadencia de la sociedad. “El pueblo francés se había hecho indigno de su régimen democrático”. Chaves Nogales lamenta esa decadencia, ese descreimiento, y recuerda que "hasta ahora no se ha descubierto una fórmula de convivencia humana superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más perfecto que el de una asamblea deliberante, no hay otro régimen de selección mejor que el de la libre concurrencia. Es decir, el liberalismo, la democracia”.

El autor también critica la ceguera de quienes, obsesionados con combatir al comunismo, se entregaron a los brazos del nazismo. De nuevo, algo que nos suena familiar, la asombrosa facilidad con la que personas inteligentes  contemporizan hoy con partidos políticos extremistas, sólo porque son "de los suyos", porque les pueden ayudar a derrotar a su rival político. Aunque defiende la entrega del proletariado francés, el autor es muy crítico con el egoísmo y el individualismo imperante en la sociedad. Y, otra vez, aunque está hablando de la Francia de aquel tiempo, resulta doloroso leer ciertos pasajes, por lo que tienen de actual, de aviso a navegantes. “La masa popular francesa de los últimos tiempos estaba formada únicamente por la suma de todos estos egoísmos individuales llevados al paroxismo, al absurdo de que fuese más fácil y menos peligroso suprimirle al pueblo sus libertades seculares o su dignidad ciudadana que suprimirle una línea de autobús”. Y, poco después, remata: “Las masas modernas lo soportan todo menos la incomodidad material, física”. La agonía de Francia, en fin, cuenta con precisión e inteligencia un oscuro episodio del pasado que convendría no olvidar. 

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