El cuarto de atrás

 

La protagonista de El cuarto de atrás es una escritora cuyo nombre empieza por C y que se apellida Martín Gaite, que prepara un libro sobre los usos amorosos de la posguerra española y ha escrito otro llamado Entre visillos, que ha nacido en Salamanca, recuerda sus veranos en Galicia y venera el poder de la literatura y de la palabra... La protagonista de El cuarto de atrás es y no es a la vez Carmen Martín Gaite, quizá porque, como leemos en la propia novela, “lo más excitante son las versiones contradictoras, constituyen la base de la literatura, no somos un solo ser, sino muchos, de la misma manera que tampoco la historia es esa que se escribe poniendo en orden las fechas y se nos presenta como inamovible, cada persona que nos ha visto o hablado alguna vez guarda una pieza del rompecabezas que nunca podremos contemplar entero”.


El cuarto de atrás es, en efecto, contradictorio. Es muchas cosas a la vez. Una especie de memorias, pero con ficción. Un maravilloso juego metaliterario. Un relato, por momentos, onírico, en el que no está claro si lo que se recuerda sucedió o no, ni tampoco qué es lo que ocurre exactamente esa noche en la que la protagonista recibe a un hombre desconocido en su casa, con el que conversa durante horas. Al igual que en tantas otras obras de la autora, aquí la conversación, la selección de las palabras justas, las reflexiones, las vueltas al idioma, el poder de la palabra para construir la realidad, juegan un papel esencial. La escritora protagonista y narradora de este libro, alter ego de Martín Gaite, se envia cartas apócrifas, que luego encuentra y no sabe distinguir si son cartas que alguien le envío de verdad o no. 

La conversación de C con el hombre desconocido que llega  a su casa de noche, cuando ella ya estaba acostada, aborda los temas clásicos de la literatura de Martín Gaite: la memoria, el papel de la mujer, el amor, la amistad, la literatura. Hay varios pasajes apasionantes, que deslumbran como suele deslumbrar la prosa de la autora salmantina, haciendo que parezca fácil lo difícil, transmitiendo en el papel una charla improvisada, con recovecos, que va y viene. En un pasaje del libro, el desconocido le dice a la escritora que escribe como habla y ella le cuenta que eso es lo más complicado de todo. 

Por supuesto, la literatura es vital en el libro, ya desde el momento en el que la protagonista es escritora y lo que escribe, y sobre todo lo que lee, marca su vida. "La literatura es un desafío a la lógica, no un refugio contra la incertidumbre", leemos en un pasaje del libro. La autora se aferra a las palabras, a las historias. Es muy entrañable leer cómo la autora recuerda Bergai, una isla secreta inventada con una amiga de la infancia. Las historias como forma de extender la vida, de crear otros mundos, de completar aquello a lo que la vida real, o eso que llamamos vida real, no llega. La protagonista también recuerda con pasión el teatro como el templo de la palabra, un lugar de peregrinaje cuando acudía con sus padres a Madrid. 

La escritora y el desconocido, prácticamente, los dos únicos personajes del libro, hablan sobre toda clase de cuestiones. Entre ellas, los viajes, lo que es y lo que no es un viaje a ojos de Martín Gaite. Uno de tantos pasajes deliciosos: Creo que los viajes tienen que salir al encuentro de uno, como los amigos, y como los libros y como todo. Lo que no entiendo es la obligación de viajar, ni de leer, ni de conocer a gente, hasta que me digan ‘te va a encantar conocer a Fulano’, o ‘hay que leer a Joyce’ o ‘no te puedes morir sin conocer el Cañón del Colorado’ para que me sienta predispuesta en contra, precisamente porque lo que me gusta es el descubrimiento, sin intermediarios. Ahora la gente viaja por precepto y no trae nada que contar, cuanto más lejos van, menos cosas han visto cuando vuelven. Los viajes han perdido misterio”.

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