En defensa del buenismo

 

"La ética no es subjetiva", contó Adela Cortina en una maravillosa entrevista la semana pasada en La Estación Azul. La filósofa habló en aquella entrevista de la ética cosmopolita, en la que centra su último libro. Recordó Cortina que los seres humanos somos miembros de una comunidad local, nuestro país, pueblo, ciudad o región, y también de una comunidad mundial, la de todos los seres humanos. Recordó que hay valores propios de los seres humanos, como el respeto mutuo, la libertad o la igualdad. Y algo básico que, al parecer, se olvida con frecuencia, que todos los seres humanos tienen dignidad. También defiende la compasión, entendida como aquello que nos lleva a defender la justicia. La compasión, explicó, va más allá de la empatía, implica compromiso para ayudar al otro a salir del sufrimiento. Según explica la filósofa, el ciudadano igualitario, el que sostiene que las diferencias no pueden traducirse en desigualdades, es un ciudadano que no nace, sino que se hace. Explica que ser ciudadano es darse cuenta de que vivimos con otros que son nuestros iguales. Todo esto sería tildado de buenista por una parte de la población, que esta semana con la crisis migratoria en Ceuta se ha puesto las botas insultando y menospreciando a las personas vulnerables procedentes de Marruecos y, por supuesto, con especial saña también a quienes se compadecen de ellas.


Adela Cortina también pide en ese libro cuidar la palabra, no desvirtuarla, porque es la única forma que tenemos de debatir y entendernos, porque si la palabra pierde su sentido, la sociedad entra en una peligrosa deriva. Tras escuchar estas sabias reflexiones pensé que siempre me ha llamado la atención la forma en la que las personas retrógradas (“partidarias de instituciones políticas o sociales propias de tiempos pasados, o contraria a innovaciones o cambios”, según la RAE) describen al resto de la sociedad, a los que no piensan como ellos. Por ejemplo, por alguna razón, creen que es buena idea utilizar “progre” como insulto. Ay, el progreso, qué terrible espanto. Por cierto, la RAE dirige a la definición de progresista cuando buscas el término “progre” y la definición resulta que es “persona de ideas y actitudes avanzadas”. Qué terrorífico, ¿eh? Qué cosa más desagradable. 

El otro termino preferido de los retrógrados, sin duda, es “buenismo”, que la RAE define, indicando que se emplea en sentido despectivo, como la “actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia”. Excesiva tolerancia, ojo. La crisis de esta semana en Ceuta, con la entrada de miles de personas en situación irregular (las personas no son ilegales), ha hecho que asistamos a la semana fantástica de los retrógrados, que suelen concederle una gran importancia al correcto uso del lenguaje, como muestra, por ejemplo, su alergia al lenguaje inclusivo. En algo tienen razón: las palabras importan. Por ejemplo, cuando alguien decide llamar "menas" a niños y jóvenes que están solos, sin sus padres, sin recursos, sin nada a lo que aferrarse en un país extranjero, naturalmente, la elección de la palabra no es casual. Evidentemente, los retrógrados llaman "menas" a estos niños, tan niños como sus hijos, exactamente igual que ellos, sólo que con menos suerte, porque buscan así deshumanizarlos. 

Tampoco es inocente que haya gente que llame "ilegales" a las personas que llegan a España, como si un ser humano pudiera ser ilegal. Y, por supuesto, es obsceno que alguien hable de "invasión", cuando lo que entran son niños y jóvenes desesperados y engañados, personas vulnerables que, desde luego, buscan cualquier cosa menos invadir nada. No, las palabras no son casuales. Así que quizá es el momento de apropiarse de ese término que tanto odio destilan los retrógrados. Así que, sí, aquí hay otro buenista más, otra persona que no puede sentir nada más que compasión por estas personas, alguien incapaz de pensar en cualquier otra cosa que no sea en el drama de esos niños y de sus familias

Siempre me he preguntado qué pasa exactamente por la cabeza de los racistas, de quienes desprecian a las personas inmigrantes, de los que los ven como una amenaza, como una invasión terrible. ¿Qué harían ellos si en su país no tuvieran trabajo ni recursos, nada con lo que alimentarse ni alimentar a su familia? ¿Se quedarían ellos en su país pobre sin buscar una vida mejor en otro país, en aras de mantener el equilibrio del mundo? Si de verdad alguien es incapaz de entender que cuando no se tiene nada que perder, un ser humano, no digamos ya si tiene hijos, hará lo que sea necesario para labrarse un futuro, es que esa persona ha perdido la más mínima compasión, la más elemental humanidad. 

Me gustó especialmente lo que dijo Adela Cortina sobre la ética como algo que es intersubjetivo, no subjetivo. Es decir, que no podemos poner en pie de igualdad a quien es humano y solidario que a quien es egoísta y xenófobo. No, en absoluto. Todas las personas son respetables; todas las ideas, evidentemente, no. No son iguales, ni por asomo, quienes han insultado a Luna, la voluntaria de la Cruz Roja que dio un abrazo a un joven que llegó a Ceuta y lloraba mientras uno de sus amigos se debatía entre la vida y la muerte, que quienes la han apoyado y le han agradecido su ejemplo de humanidad. No es lo mismo ser buena persona que ser un miserable. No es igual tener sentimientos que no tenerlos. No es igual ser racista que ser tolerante. No es igual conmoverse con las terribles historias de los jóvenes y niños llegados a Ceuta que mirarlos con desprecio y creerse una raza superior. Hay a quien se le llena mucho la boca con eso de la "superioridad moral", pero es que es bastante sencillo ser moralmente superior que cierta chusma. 

Por supuesto que las relaciones diplomáticas entre España y Marruecos son complejas y lo vivido esta semana, también. Pero, en el fondo, el origen real de lo ocurrido, el de verdad, es bastante claro: siempre han existido las migraciones de países pobres a países ricos. Siempre ha sido y siempre será así. Naturalmente. Quien no tiene absolutamente nada en su país siempre buscará una vida mejor, o una vida, a secas, en otro sitio. Lo hicieron nuestros abuelos cuando salieron a otros países hace décadas, lo haríamos nosotros si nos viéramos en esa situación. Y lo harían los mezquinos sin alma, los egoístas que se creen mejores que los demás por el azar de haber nacido en un país rico, aunque muestren semejante repugnante falta de humanidad. 

Cuando escucho y leo determinadas opiniones racistas, de esos que nos insultan llamándonos buenistas porque nos dé pena la situación desgarradora de tantas personas, me pregunto qué los lleva a pensar que a ellos no les podría ocurrir lo mismo que a quienes cruzan la frontera. ¿Se creen superiores por el color de su piel? ¿Piensan que quien es pobre lo es porque se lo merece, por vago, y que ellos tienen trabajo porque lo valen, exclusivamente por su mérito? ¿Qué puede llevar a una persona a ver en un ser humano que sufre cualquier cosa distinta a, precisamente, eso, un ser humano que sufre? También me pregunto si algunas de estas personas son católicas y cómo han podido olvidar lo de dar de comer al hambriento y de beber al sediento. 

Los retrógrados tienen como lema preferido ante cualquier persona que ellos tildan de malvados buenistas o, ya puestos, hasta de progres, qué espanto, eso de "si tanto te preocupan los inmigrantes, llévatelos a tu casa". Siempre me ha parecido un planteamiento muy de patio de guardería, ni siquiera de colegio. Si nos pusiéramos a su nivel, podríamos decirles a ellos, tan patriotas y con tanto ardor guerrero, que por qué no cerramos los cuarteles y que ellos acojan en su casa a los militares. Pero, claro, eso sería rebajar demasiado el listón. 

Hay que respetar a todo el mundo, sí, pero no todas las ideas son tolerables ni respetables. No es respetable odiar a niños que no tienen nada y se juegan la vida cruzando una frontera. No lo es. Es repugnante ver a tanta gente egoísta que mira a los demás por encima del hombro y se cree por encima del bien y del mal, o hijos de una patria gloriosa o alguna patraña retrógrada similar. Callar ante el odio no es una buena idea. Así que, sí, igual va tocando defender el buenismo. 

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