Un cuento de Navidad para Le Barroux

 

A la abadía benedictina de Notre-Dame de l'Annonciation du Barroux le debemos poder volver a leer una obra de Natalia Sanmartin Fenollera, seis años después de El despertar de la señorita Prim. Igual que aquella magnífica novela, Un cuento de Navidad para Le Barrroux está lleno de sensibilidad y es una historia delicada y conmovedora. En el libro, editado por Planeta, la autora cuenta que fue la abadesa de la citada abadía quien le pidió una Navidad que escribiera un cuento. El resultado es esta historia encantadora, ideal para estos días. 


El cuento está narrado por un niño que pierde a su madre con ocho años y que no deja de recordarla ni un solo día desde entonces. La ternura con la que se muestra a ese niño que añora a su madre y que quiere saber si son ciertas esas historias sobre Dios que ella le contaba resulta especialmente emotiva este año tan terrible, en el que tantas personas han perdido a seres queridos por el maldito coronavirus. La muerte, siempre presente a nuestro alrededor, siempre al acecho, ha sido protagonista diaria en los informativos este 2020 pandémico. Y de la muerte y, concretamente, de la forma de afrontarla y el modo en el que la religión ayuda a muchas personas a sobrellevar la pérdida, habla este delicioso cuento. El cuento no tiene relación alguna con la pandemia, por supuesto, y trasciende por completo al mundo actual, pero inevitablemente se lee con otros ojos, con una intensidad aún mayor, en este contexto.

Hay belleza y ternura en cada página del libro. Algunos pasajes son sencillamente extraordinarios, como aquel en el que el niño protagonista nos cuenta que "cuando era pequeño tuve la madre más guapa del mundo, pero aun así hay días que no consigo recordar su cara". O cuando explica que en su casa hay tres belenes, dos de ellos, rotos, que eran los más bonitos, precisamente porque su madre los había restaurado una y otra vez. O el momento en el que toda la familia monta el abeto. 

El niño, que ha perdido a su madre con ocho años, le pide a Dios una señal para seguir creyendo. Está triste, añora la sonrisa y el cuidado de su madre, sus miradas, el tiempo compartido con ella. "El tercer año del Adviento llegó helado. A veces las noches eran claras, como si el cielo quisiera protegernos del invierno, pero el invierno estaba en nuestra casa. Hacía mucho tiempo que no había cuentos rusos antes de dormir ni paseos para ver las estrellas después de cenar", leemos. El cuento nos recuerda la religiosidad de estas fechas, que significan algo muy especial para muchas personas. El narrador nos explica que ellos pasan la Navidad "lejos de las luces, las compras y el ruido de la Navidad de la ciudad, que no era como la nuestra, que era todo lo contrario a la nuestra". 

Por si la delicadeza de la historia y del estilo narrativo de la autora no fueran suficientes alicientes, el libro está maravillosamente ilustrado por Michaela Harrison. Sus ilustraciones, que reflejan escenas cotidianas de la familia en Navidad, me han permitido recordar con mucho cariño las navidades en familia, claro, y también esos libros con los que de niño empecé a enamorarme de la lectura, con esa fascinación infantil por las historias, por vivir otras vidas, por imaginar aventuras y vivencias diferentes. Un cuento de Navidad para Le Barroux es un regalo perfecto para estos días, un pequeño tesoro que conservar en lugar destacado en nuestra librería.

Sin presiones, pero confío en que Natalia Sanmartin Fenollera atienda a más peticiones como la de esta abadía francesa, porque eso significará que podremos seguir disfrutando de su literatura delicada, serena y tierna, algo que necesitamos más que nunca en este mundo tosco, ruidoso y violento. 

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