Navidad pandémica

Cuando esta pesadilla del coronavirus empezó, algunos pensamos que quizá este trauma colectivo nos ayudaría a ser más empáticos. Ja. O, como recomienda ahora la RAE escribir las carcajadas, ja ja ja ja. Nada de eso. Más bien está ocurriendo lo contrario. No contábamos con la fatiga pandémica o con la condición humana. Más que empatía y comprensión sobre los motivos y las inquietudes de los demás, lo que nos rodea últimamente es el enfado, la rabia, el desprecio, la división... No, no hay mucha empatía, no se percibe demasiado interés en ponerse en la piel del otro, en comprender lo que pasa por su cabeza. 

Se acercan las navidades y, como todo lo demás en este 2020 para olvidar, serán unas navidades diferentes. Quizá, quien sabe, sea una segunda oportunidad de desarrollar esa necesaria y tan poco extendida empatía. No todos hemos vivido la misma experiencia, claro. Para cada uno esta pandemia está siendo diferente. Pero sí creo que, en esencia, compartimos una situación excepcional e histórica que debería poder unirnos algo más a nuestros semejantes. A todos ellos. Ante algo que no entendemos y que nos disgusta y enfada, como es la pandemia, es muy humano buscar culpables, incluso teorías conspirativas que expliquen lo que no alcanzamos a entender. 

Pero, ¿y si nos ponemos en el lugar de los demás? Por ejemplo, la Navidad, sí. Creo que es una oportunidad propicia para ellos. Por ejemplo, los políticos. Lo harán mejor o peor, más bien lo segundo, en general, pero reconozcamos al menos que a ninguno nos gustaría estar en su lugar. Tener que tomar decisiones que afectan a la vida de las personas, afrontar una pandemia tan atroz, tener que ir en cierta forma a ciegas, intentar equilibrar el combate a la pandemia con el intento de dañar lo mínimo posible a la economía, que también es salud... No, no debe ser fácil. Seamos honestos, es mucho más sencillo criticar todo lo que hacen y dicen los políticos que intentar, para variar, ponernos en su piel, la de hombres y mujeres que de pronto han tenido que hacer frente a la mayor pandemia del último siglo, en una lucha en la que no hay opción buena y tienen que elegir entre lo malo y lo peor. 

Y, claro, la Navidad también debería ayudarnos a desarrollar cierta empatía con muchas otras personas. Por ejemplo, con quienes están preocupados por no poder celebrar estas fiestas con los suyos. Más que preocupados, disgustados, realmente tristes. Naturalmente, todos entendemos que no podrán ser unas navidades como las de siempre y comprendemos que combatir el virus y proteger la vida de todos es prioritario. Pero echo en falta cierta empatía en algunos comentarios. ¿Tanto cuesta entender que hay personas a las que les destroza emocionalmente no compartir la Navidad con su familia? ¿De verdad no podemos ponernos en su piel, independientemente de que nos gusten o no estas fiestas? 

Alguien que comparta su tristeza por la Navidad pandémica que se avecina no es un irresponsable, ni un descerebrado. Estamos empezando a acostumbrarnos demasiado a los blancos y negros, a los extremos. O eres alguien responsable en la lucha contra el virus, y por tanto abominas de la posibilidad de celebrar la Navidad y atacas sin piedad a quien diga que le da pena no poder hacerlo como siempre, o eres alguien que quiere su Navidad como siempre sin importarle lo más mínimo la pandemia. Sinceramente, creo que no es así. Todos tendremos que ser responsables, cada cual tomará la decisión que considere, cada uno en base a sus circunstancias personales. Pero, por favor, un poquito de empatía no estaría mal. Para variar. 

Entendamos también, por supuesto, a quienes ya de por sí no les gusta la Navidad, y mucho menos les gustará este año. Y a quienes creen todos los años, y más aún este 2020, que destinar dinero a la iluminación navideña es un despilfarro. Seamos empáticos con aquellas personas que siempre sufren en las navidades, para las que estos tiempos de felicidad impuesta son terribles y están deseando que se pasen rápido. Entendamos a los que quieren aferrarse a la Navidad porque necesitan refugios emocionales, algo a lo que agarrarse, alguna ilusión para tener esperanza y despedir a este maldito 2020.  Comprendamos, en fin, que cada cual tiene sus circunstancias. Recordémoslo antes de juzgar alegremente a los demás. ¿Qué tal si volvemos a probar eso de la empatía? 

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