Eterno Nadal

 

Cuando Nadal ganó su primer Roland Garros en 2005 todavía no existía Twitter, Zapatero era presidente en España, Bush vivía en la Casa Blanca, Sopa fría de M Clan y El universo sobre mí de Amaral se acababan de estrenar, Mar adentro ganó el Oscar a mejor película extranjera y nuestras vidas eran muy distintas. Las de todos. Porque Nadal forma parte de nuestras vidas. Todo ha ido cambiando en estos 15 años. Todo, menos la garra, el talento y el ejemplo constante de Nadal. El tenista español buscará hoy su decimotercera victoria en Roland Garros ante Djokoviv. Poco importa lo que ocurra en la final de hoy. No cambiará la admiración hacia Nadal y su capacidad de reinventarse y de imponerse ante todas las adversidades. 

Nuestra vida ha ido cambiando en estos tres lustros, claro, pero Nadal siempre estaba ahí. En esa final interminable que seguimos a ratos desde la playa, que comenzamos a ver tras la comida y terminó después de la cena. Ese partido que seguimos por la radio, entrecortada al pasar por zonas montañosas o con poca cobertura, de vuelta de una fiesta familiar. Esa final que anula cualquier otro plan social, porque nada te apetece más que ver un partido de Nadal, aunque no seas especialmente aficionado al tenis, aunque estés muy lejos de ser experto en ese deporte.

Nadal ha estado ahí. Ganando, sí, pero no sólo. Nadal es legendario por sus victorias, pero no sólo por eso. Es un ganador nato, claro. Es un tenista eterno que ha logrado lo que nunca consiguió nadie. Pero el valor de lo conseguido por Nadal trasciende por completo su palmarés. No es sólo que gane y gane y vuelva a ganar lo que nos fascina de Nadal. Es su actitud, esa que nos lleva a desear vivir como él juega al tenis, sin dar nunca una bola por perdida, concentrado, manteniendo siempre la tensión. Nadal es un portento desde muchos puntos de vista, pero también, o casi diría especialmente, desde el punto de vista psicológico. Su fortaleza mental es soberbia. Y es lo que ha marcado la diferencia en su carrera. Ante Nadal nunca se puede dar nada por sentado, porque luchará hasta el final. 

No caeré en la tentación de comparar la entrega y la actitud ejemplar de Nadal con la vacuidad y la inoperancia de la clase política, que todo lo intoxica en España, pero cuánto podríamos aprender todos de su carrera. Insisto, no porque gane mucho, sino por cómo gana. Ha tenido muchos obstáculos a lo largo de su trayectoria, problemas físicos por los que probablemente muchos otros habrían colgado la raqueta hace años. Pero él, que lo ha ganado todo, que no necesita demostrar nada a nadie, que tiene la vida más que resuelta, encuentra siempre la motivación para seguir adelante. Y eso, en un tenista al que ya no le queda nada por ganar, esa ilusión con cada nuevo torneo, esa actitud admirable, esa profesionalidad ejemplar, es lo más representativo y diferencial de Nadal. 

Nadal es el mejor deportista español de todos los tiempos. No hay demasiadas dudas al respecto. Pero es mucho más que eso. Es alguien que nos ha acompañado durante los últimos 15 años, que ha estado ahí todo el tiempo. Soy muy aficionado al ciclismo y ya no queda casi nadie de quienes eran protagonistas en 2005. Ocurre algo similar en cualquier otro deporte. Pero Nadal sigue ahí, eterno, constante, luchador. Nadal, siempre Nadal. ¿Puede ganar hoy ante Djokovic y seguir reinando en París? Ojalá. Pero, en cualquier caso, ya escribió Machado aquello de "sólo recuerdo la emoción de las cosas". No importa tanto el palmarés o qué año ganó esto o aquello. Importan las emociones que Nadal nos ha hecho sentir y por las que le debemos tanta gratitud. 

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