Pequeñas mentiras para estar juntos

 

Lo único malo que puedo decir de Pequeñas mentiras para estar juntos, la secuela de Pequeñas mentiras sin importancia, es que no es tan buena como su antecesora. No es tan redonda ni tan conmovedora, no, pero no por ello resulta carente de interés. Me atrae todo desde el primer plano. Encontramos aquí la ligereza inteligente, la frescura y la honestidad del filme anterior. De nuevo dirigida por Guillaume Canet y con el mismo elenco de protagonistas, la película se sitúa siete años después de Pequeñas mentiras sin importancia, lo que da pie a ahondar en las reflexiones sobre el paso del tiempo y su efecto en las relaciones personales. 
La película, que en el original francés se llama Nous finirons ensemble (terminaremos juntos), comienza con el personaje de Max (François Cozet) llegando a su casa de la costa, esa casa en la que compartió los veranos con su grupo de amigos. Se acerca su 60 cumpleaños y quiere estar solo. Pero sus amigos, con los que hace años que no habla tras separarse de su mujer, deciden darle una sorpresa y se presentan allí, para felicitarle por su cumpleaños, para reconstruir un vínculo que parece roto, para poner en orden los reproches y los malentendidos, todo lo que terminó por distanciarlos. 

Hay un momento del filme en el que escuchamos que "los amigos de verdad no son los que están siempre, son los que están cuando hacen falta". Y en torno a esa idea gira el filme, donde el grupo de amigos que protagonizó Pequeñas mentiras sin importancia han cambiado su vida y arrastran más peso en su mochila, tienen que restañar nuevas heridas. La vida. El paso del tiempo. Lo que no cambia es la complicidad entre ellos. Tampoco su dificultad para expresar lo que sienten, para ponerle palabras, para sincerarse con sus amigos. 

E filme es un buen representante de  ese cine francés por el que siento auténtica devoción, aunque hay a quien se le indigesta un poco. Ese cine discursivo y chispeante, de grupos de amigos y diálogos banales al lado de conversaciones más trascendentes, pero siempre con una ligereza inteligente y lúcida. Esos encuentros con copas de vino y recuerdos encima de la mesa. Esa autenticidad en la complejidad de los vínculos entre todos ellos. Y esa mezcla de géneros, del drama puro a la comedia más alocada, que capta bien lo que es la propia vida

El elenco repite (Marion Cotillard, Benoît Magimel, José García, Gilles Lellouche, Laurent Lafitte, Valérie Bonneton, Pascale Arbillot, Clémentine Baert, Xavier Alcan, Tatiana Gousseff y Ilan Debrabant, entre otros) y a todos ellos se les nota contentos de reencontrarse con viejos amigos, estos personajes a los que dieron vida hace una década. Quizá con un tono algo más amargo y melancólico, pero con la misma esencia, Pequeñas mentiras para estar juntos es una más que digna secuela de la espléndida Pequeñas mentiras sin importancia. Se puede ver en Movistar y si te gusta el cine francés casi teatral no me la perdería. 

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