Hater

 

Todas las películas son hijas de su tiempo en mayor o menos medida, pero algunas son directamente dolorosos y fieles reflejos de su época. Hater, del director polaco Jan Komasa, es una de ellas. Creo no exagerar si digo que este filme ayuda a entender la magnitud de la amenaza extremista, racista, tribal y nacionalista que se cierne sobre Europa, así como la incapacidad de las fuerzas democráticas y progresistas para hacer frente a estos movimientos tenebrosos y retrógados. Hater es una historia de ficción, por supuesto, y muy bien construida y contada, pero toma como mimbres la realidad del alarmante auge de la extrema derecha en Europa, alimentada por las desigualdades sociales y por el populismo xenófobo ante la crisis de los refugiados. 

Es una lástima que esta muy valiosa película esté medio escondida en el catálogo de Netflix y que tenga un cartel y una sinopsis engañosas, que dan a entender que la cinta no es más que la historia de un adolescente despechado. Hay mucho más que eso. El personaje protagonista, perturbador e inquietante es un joven, Tomeck (inmenso Maciej Musialowski), que es expulsado de la carrera de Derecho por plagiar. Es un manipulador que quiere dejar de ser visto como un pobre pueblerino llegado a la capital a estudiar gracias a la generosidad de una familia progresista que le paga la carrera y le trata como si fuera de la familia, de cuya hija está perdidamente enamorado

El joven es obsesivo, ambicioso, maquiavélico, retorcido y cínico. Está dispuesto a todo para no sentirse un don nadie y para vengarse de cómo le ha tratado esa familia, en particular, y el mundo en general. Siente que, por mucho que lo intente, siempre será un invitado en la mesa, casi, casi, la buena causa de ese matrimonio, pero no se ve tratado como un igual. De rebote, el joven comienza a trabajar en una agencia de redes sociales que no duda en alentar los más bajos instintos, inventar campañas, crear cuentas fakes y promover el discurso del odio con tal de contentar a sus clientes. 

La política, concretamente, el auge de la extrema derecha, termina entrando en la historia y adueñándose de ella. Asistimos a la facilidad con la que se manipulan los más bajos instintos en las redes y a la disposición a abrazar discursos del odio por parte de una parte de la población que se siente maltratada por la sociedad y abandonada por las élites. Se les vende que lo que les ocurre es culpa de los inmigrantes y, ya de paso, de los malvados homosexuales. Es el discurso nauseabundo de siempre sobre esa teoría de la conspiración que habla de "globalismo" y que utiliza términos como "multicultural" o "progresista" como los peores insultos. Nos suena de algo, ¿verdad? 

Para ello se manipulan vídeos y se cuentan mentiras. Lo que haga falta con tal de utilizar el descontento social y, muchas veces, la ignorancia, en pos de movimientos políticos retrógrados que atacan a la Unión Europa y todo lo que les suene a progreso, que ven hundirse a la Europa cristiana en mitad de una especie de invasión de los bárbaros. Esa clase de basura queda retratada en la película, al igual que la utilización de las redes sociales para propagar estos discursos y también, y esto es muy importante, la dificultad inmensa de los partidos progresistas o, simplemente, democráticos y mínimamente avanzados, para hacer frente a estas patrañas. Eso es clave

Se percibe en Hater, igual que ocurría en la película sobre el Brexit de Toby Haynes la absoluta incapacidad de detener estos discursos. Entre otras razones, porque existe de verdad esa desigualdad que utiliza perversamente en su beneficio la extrema derecha. Son reales esas personas perdidas, sin esperanza alguna, desencantadas de la política y desesperadas por encontrar alguna justificación a su triste existencia. Y las fuerzas democráticas, los Estados y la propia Unión Europea no ha sabido ni combatir esas desigualdades ni plantear un discurso ilusionante alternativo que combata el viral y peligroso discurso del odio. Aquí vemos a un candidato progresista a la alcaldía de Varsovia que hace pomposas fiestas y actos de campana con menús vegetarianos y sin gluten, y con discursos de palabras altisonantes (libertad, democracia, Europa), pero que no sabe llegar a toda esa gente que presta oídos a los extremistas, que se siente abandonada. Es más, en ocasiones se mira a esas personas con cierta arrogancia, poco menos que como unos palurdos que no saben hacer la o con una canuto, pobres infelices analfabetos a los que es más fácil despreciar y maldecir que intentar comprender e ilusionar con proyectos políticos alejados de los extremos

Por supuesto, no es fácil rebatir mentiras ni prejuicios. No es sencillo combatir con argumentos discursos que sólo apelan a los sentimientos, a bajos instintos. No es tarea fácil, pero es quizá la más imperiosa para la democracia en estos tiempos oscuros. Hater así lo refleja. Pocas películas muestran con más nitidez desde la ficción el estado actual de nuestras sociedades. Estremece, no porque sea una trama ficticia de terror, sino porque sirve como espejo de nuestro tiempo y algunos de sus peores males. 

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