Memoria de una guitarra


A veces da la sensación de que la canción de autor no tiene quien le escriba, o no como merece este género en sí mismo tan relevante en la historia reciente de la música en España. Ahora, gracias a Memoria de una guitarra, de Román López Cabrera, ya podemos decir que la canción de autor sí tiene quien le escriba y quien la dibuje con maestría, también. El cómic, editado por Evolution Comics, es una obra imprescindible para quienes disfrutamos de esa música comprometida en la que las letras son algo más que estribillos pegadizos y en las que la mejor compañía del cantautor suele ser una guitarra como la que se alude en el título del libro. Un tipo de música que tiene en el presente no pocos continuadores, como también se encarga de señalar el propio autor en algún pasaje del cómic, en el que parecen Ismael Serrano y Rozalén, aunque su historia se centra en la lucha antifranquista. Fernando González Lucini recuerda en el prólogo cómo describía Nicolás Guillén la guitarra: “voz de profunda madera”. Una guitarra, compañera de viaje de los cantautores, es el hilo conductor de la historia de este libro, por el que circulan Paco Ibáñez, Violeta Parra, Lluís Llach, Víctor Jara y Raimon, entre otros.

El cómic, que cuida con mimo cada detalle, cuenta la muy real y documentada historia de la canción protesta en el franquismo, entrelazada en la historia ficticia de Pepe Soller, un cantautor que podría ser cualquiera de esos grandes trovadores comprometidos que pusieron sus versos, su voz y, claro, su guitarra, al servicio de ideales y principios perseguidos en aquel tiempo. La novela gráfica ofrece una maravillosa recreación de ambientes, desde el teatro Olympia de París, donde el protagonista ofrece un recital, ya de mayor, en el que recuerda su carrera, hasta las pequeñas salas, las calles de distintas ciudades o los ambientes domésticos. Todo reflejado con una precisión y una belleza admirables. Todo lo que tengo de amante de la canción de autor lo tengo de ignorante del cómic, porque reconozco que he leído pocos. Pero el trazo de estas páginas me parece extraordinario. Me cautiva de principio a fin.

Entre encontronazos con la censura franquista y con los matones de extrema derecha, el protagonista llega a dudar en algún momento sobre su propia carrera, sobre si tiene sentido hacer lo que hace. Pero vuelve a tomar la guitarra para componer, siempre regresa al lirismo de las canciones, a sus metáforas y sus dobles sentidos, al ingenio para sortear la censura, que sigue incluso después de la muerte de Franco, sobre cuya fecha, por cierto, hay una errata en la edición que he leído del libro (fue en noviembre de 1975, no en diciembre). La obra posa una mirada crítica sobre la Transición y su política cultural, que arrinconó a la canción de autor para dar alas a otro tipo de géneros. De la Movida dice que “cubrió esas necesidades de evasión, instalándose en la cultura de la frivolidad, de la despreocupación y el individualismo”. Historia de una guitarra es, en fin, un ejercicio de memoria que reivindica a tantos cantautores que han mimado la palabra durante décadas para poner la banda sonora a muchas vidas, sin perder un marcado compromiso social (unos más que otros).

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