La red avispa

La historia real que cuenta La red avispa, de Olivier Assayas, es tan atractiva que compensa todos los desaciertos narrativos de la película, que fue estrenada por Netflix la semana pasada. El título alude a una red de espionaje del régimen cubano infiltrada en las organizaciones anticastristas y pro Derechos Humanos de los exiliados cubanos en Miami. La acción, ambientada en los años 90, es muy interesante, por momentos, apasionante, incluso a pesar de que a veces se pierda y que la narración sea algo confusa. La película lo quiere ser todo a la vez, lo cual juega en su contra, pero el interés intrínseco del relato puede con todo y el resulta final, aunque mejorable, es satisfactorio. 


La película, desde luego, lo tiene todo para ser un gran éxito. Una historia de espionaje y contraespionaje, de infiltrados y de engaños, con un reparto de primer nivel (Penélope Cruz, Édgar Ramírez, Gael García Bernal, Ana de Armas, Leonardo Sbaraglia...) y sin problemas de presupuesto, como demuestra la excelsa fotografía del filme. Todo a favor para que La red avispa triunfe y convenza. Conmigo lo consigue, desde luego, pero no dejo de pensar que podría haber sido una película más redonda, más inapelable. Por ejemplo, me chirría la forma en la que el filme da un giro de guión, ese recurso fácil de la voz en off. Digamos que lo más importante en una película es tener una buena historia y contarla bien. En La red avispa está lo primero, de largo, pero no siempre encontramos lo segundo. 

El filme es honesto a la hora de reflejar las motivaciones de los personajes. Esa lealtad al régimen cubano de los que renuncian a todo para infiltrarse en las organizaciones que combaten a Fidel Castro. Su absoluta convicción de que están haciendo lo correcto, de que su país está sufriendo una persecución por parte del resto del mundo, en especial, de Estados Unidos. Su visión conspiranoica de la realidad, a la que dan pábulo algunas de las acciones que llevan a cabo esos grupos disidentes, como intentos de atentados contra el dictador o actos terroristas contra intereses turísticos de la isla, con la intención de dañar al régimen cubano, aunque sea a costa de dañar a la población del país, a sus propios compatriotas. 

Más allá de la espectacularidad de algunas imágenes y del atractivo innegable de toda historia de espionaje, lo que más me creo en la película, lo que me parece más de verdad, son las emociones de sus protagonistas, sus sentimientos. Es verdad que a la trama a veces no le va bien esa carga sentimental, pero la realidad es que detrás de los disidentes exiliados, de los espías castristas y de todos los demás personajes que circulan por la pantalla hay historias, fidelidades, creencias, principios, anhelos, motivaciones más o menos confesables, miedos, afectos. Y la película consigue retratarlos bien, al menos en el caso de los protagonistas principales, como la mujer fuerte a la que da vida Penélope Cruz, con un impecable acento cubano, por cierto. 

En los carteles promocionales de la película se encuentra la pregunta ¿traidores o héroes?, que da bien con el tono del filme, o con el tono que adopta en la mayor parte del tiempo, porque como decíamos arriba da vaivenes y quiere serlo todo a la vez (documental, melodrama, película de acción...). Es ese territorio fronterizo del espionaje y el contraespionaje, esa posición tan cinematográfica, tan compleja y tan rica, del que finge unas lealtades para preservar otras. Los engaños, incluso a su propia familia, en pos de un bien que considera superior. Eso y el dilema moral que provocan las acciones contra el régimen de Cuba, en este caso. Es un filme de claroscuros que no juzga a sus personajes y deja al espectador tomar sus propias decisiones sobre un tiempo no tan lejano y una historia en la que, como en todas, no hay ni héroes ni traidores, sólo seres humanos con sus contradicciones, capaces de lo mejor y de lo peor, capaces cada uno de cruzar los límites para proteger un ideal o su contrario. 

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