Holocausto

Por más novelas, ensayos o películas sobre el Holocausto a las que nos acerquemos, más queremos saber sobre aquello. Porque no concebimos tanto horror. Porque siempre quedarán ángulos nuevos desde los que presenciar aquel espanto. Porque es una historia interminable. Por eso, hago acopio de libros sobre el Holocausto, todos los posibles. El libro de Gerald Green, publicado en 1978, lo compré en uno de esos puestos de libros antiguos a los que estoy deseando volver. Es una obra estremecedora cuyo mayor riesgo, y también mayor acierto, es contar la historia del Holocausto desde dos voces narrativas. De un lado, Rudi Weiss, que perdió a su sus padres y hermanos en el Holocausto, y del otro, el diario personal de Erik Dorf, un joven oficial de las SS. 


La novela, que después se convirtió en serie de televisión, comienza y termina con dos escenas muy similares, las de unos jóvenes jugando al fútbol. Rudi Weiss, hijo de un reputado doctor judío y de una pianista en Berlín, es deportista y, de niño, adora jugar al fútbol con sus amigos. La escena, muchos años después, de sus hijos jugando al fútbol en Israel, donde termina viviendo, le trae al recuerdo su infancia, su historia de supervivencia para escapar a la persecución de los judíos por parte de los nazis. 

Hay varios pasajes de una dureza extrema en la obra, pero como ocurre a menudo, son los pequeños detalles los que mejor relatan la atrocidad de lo ocurrido. Impresiona el momento en el que el joven Rudi es agredido en un partido de fútbol de forma reiterada sin que el árbitro señale falta y sin que nadie, ni siquiera sus mejores amigos, hagan nada para impedirlo. Le dicen que mejor no vuelva más por allí. Todo porque es judío, porque de pronto es una compañía indeseable. Cuando se quiebra la convivencia, empieza el horror. 

Impresiona el modo en el que Rudi relata que su familia vivió casi hasta el final convencida de que los nazis no iban a llegar tan lejos en su política criminal de exterminio de los judíos. Desde luego, ellos se creían a salvo, de algún modo. Su madre era alemana, su abuelo había combatido para las tropas germanas en la I Guerra Mundial, su padre era un reputado doctor. Estaban perfectamente integrados en la sociedad alemana y nunca pensaron que ellos fueran a terminar perseguidos por el odio y la furia nazi. Rudi escapa, cuando sabe que es la única forma de intentar salvar su vida, y con los años reconstruye el trágico final de toda su familia. 

Uno de sus hermanos, artista, termina en el campo de Thereseinstadt, que era una especie de decorado que usaban los nazis para engañar a la comunidad internacional cuando algún enviado de la Cruz Roja visitaba el campo. Querían hacerles ver que todos eran como ese campo, una especie de ciudad para los judíos con todas las comodidades. Todo falso, por supuesto. Lo suficiente para engañar a quienes, con frecuencia, preferían dejarse engañar, ya que la situación de los judíos, sobre la que tantos indicios en realidad había, no importó demasiado a nadie hasta muy tarde. 

En Holocausto asistimos también a la noche de los cristales rotos, a la revuelta del ghetto de Varsovia o a la construcción de Auschwitz, escenario del horror más absoluto. Lo hacemos, como digo, de la mano del relato de Rudi, pero también del diario del oficial nazi Erif Dorf. Posiblemente su voz esté menos lograda que la de Rudi Weiss, pero es igualmente interesante, ya que asistimos al proceso mediante el cual un joven sin especiales inquietudes políticas y sin sentimientos antisemitistas, termina engrasando la maquinara del crimen de la Alemania nazi, autoengañándose sobre lo que está haciendo, convenciéndose de que cumplen una misión divina e inventando eufemismos para no llamar por su nombre a lo que están haciendo. Holocausto, de Dorald Green es, en fin, una honesta, muy interesante, estremecedora y necesaria aproximación al momento histórico en el que hombre alcanzó un mayor grado de odio irracional, en el que la humanidad tocó suelo. Una tragedia que no puede dejar de ser recordada, entre otras razones, para evitar que vuelva a suceder. 

Como escribió Jean Cayrol, superviviente francés de un campo de concentración, en una reflexión que se pudo leer en la impactante exposición Auschwitz: No hace mucho. No muy lejos,"estamos quienes contemplamos hoy sinceramente esas ruinas como si el viejo monstruo del campo de concentración estuviera muerto y sepultado bajo ellas; quienes fingimos recobrar la esperanza frente a una imagen que se aleja, como si hubiera una cura para la peste de aquellos recientes tiempos; quienes queremos creer que todo eso ocurrió sólo una vez y en un tiempo y en un lugar concretos, y quienes nos negamos a ver alrededor y atender el llanto que perdurará hasta el final de los tiempos". 

Comentarios