Celebrar Madrid es celebrar la vida

Hoy va a ser un 15 de mayo extraño en Madrid. Sin chulapos en la pradera de san Isidro, sin chotis, sin aglomeraciones, sin fiestas masivas. Hoy va a ser un san Isidro raro, sí, pero a Madrid hay que celebrarla siempre, porque celebrar Madrid es celebrar la vida. Cuando hablo de Madrid no hablo de ese malvado núcleo de poder causante de todos los males de la humanidad que dibujan algunos ni de la imagen no menos desvirtuada y desquiciante que pintan quienes gobiernan aquí. Es decir, no hablo de política, qué ordinariez, sino de algo mucho más importante. 


Celebrar Madrid es celebrar la vida porque todo lo que echamos de menos en este confinamiento, es decir, todo aquello que le da sentido a la vida, lo encontramos en Madrid. Los cines, las librerías, las terrazas, los museos, los planes inesperados, los encuentros, los paseos. Todo está aquí. Madrid es un pueblo convertido en ciudad que no ha dejado de serlo del todo. A ratos tradición y a ratos modernidad. Madrid es una cosa y la contraria, carece de identidad, y es exactamente ahí donde reside su encanto. Fracasarán siempre quienes intenten caricaturizar Madrid o apropiársela. Existen tantas versiones de Madrid que será siempre un empeño inútil intentar colgar de ella etiquetas. 

Me molesta que el politiqueo lo ensucie todo, también Madrid. Porque hay quien pretende adueñarse de Madrid, qué osado, y hay quien quiere atacarlo en base a prejuicios y generalizaciones, qué estúpido. Madrid, fiel a su más firme tradición, se reirá en la cara de ambos, les estampará en las narices su variedad, su cosmopolitismo, su alergia a las identidades cerradas. Madrid seguirá sin preguntar a nadie de dónde viene, ni siquiera a quienes estos días han parecido ir a la búsqueda desesperada del madrileño irresponsable en su segunda residencia. 

Lo cierto es que, politiqueo al margen, Madrid es mucho más importante que este o aquel cargo público. Pero infinitamente más. Los políticos pasan (afortunadamente), pero el encanto y el alma de las ciudades permanecen. Así que hoy, día del patrón de Madrid, me interesa menos que nunca el agotador politiqueo. Lo que quiero es celebrar Madrid. Por todo lo que Madrid nos da, por todo lo que nos dará en cuanto regrese la bendita normalidad, por todo lo que estamos deseando volver a hacer en sus calles. 

Añoramos pasear por el Retiro, esas tardes tomando fotos, siendo turistas en nuestra propia ciudad. Echamos de menos dejarnos asombrar por los contrastes de Madrid, su portentosa e inspiradora diversidad. El terraceo, que tanto apetece ya en este tiempo. Los paseos por el centro. Sus musicales, sus teatros, sus cines, sus librerías, sus salas de concierto. Libertad 8. Los cines Renoir. Los Golem. Los Ideal. Los conciertos en el Palacio. Descubrir nuevos restaurantes. Caminar a deshoras por Gran Vía. Disfrutar de la última exposición, del último estreno. Volver a la Feria del Libro. Buscar libros en la Cuesta Moyano. En definitiva, vivir. 

Madrid es vivir para todos los que han decidido que así sea, independientemente de dónde hayan nacido, a quién amen o a quién voten. Porque en Madrid se vive mucho  y siempre te está ofreciendo la posibilidad de vivir un poco más. Madrid es, a ratos, la mejor ciudad del mundo, como decíamos aquí hace un año, que parece que hiciera un siglo. Madrid sí tiene quien la escriba, incluso a veces parece que tiene quien la escriba demasiado y de un modo demasiado deformado, hasta el punto de que no extraña en absoluto que fuera de Madrid agoten un poco sus cuitas. Madrid a veces irrita, pero de esa forma en las que sólo a veces nos irritan las personas que queremos tener siempre al lado. Madrid concentra un buen puñado de razones para celebrar la vida. Como mínimo, tal y como canta un madrileño de Úbeda, más de cien motivos. Madrid, orgullosa, contradictoria, neurótica, alegre, intensa, excesiva y, sobre todo, libre, libérrima. Hay mil Madrid y a todos, o casi, estoy deseando volver. ¡Feliz San Isidro!

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