La línea invisible

Mariano Barroso lo ha vuelto a hacer. Dos años después de estrenar en Movistar El día de mañana, una de las mejores series de los últimos años, basada en una novela de Ignacio Martínez de Pisón, dirige, también para Movistar, La línea invisible, en la que relata de forma impecable un momento crucial en la historia de España, cuando ETA decidió asesinar y empezar su criminal espiral de violencia, después de algunos años de pintadas y petardos, como se escucha al comienzo de esta miniserie, de seis capítulos, que se adelanta al próximo estreno de Patria en HBO, la serie basada en la exitosa novela de Fernando Aramburu, y que precisamente comienza con el final de la banda terrorista, para recordar después su ominoso pasado a través de dos familias. Seguro que serán un buen complemento ambas series para recrear este episodio tan oscuro y sangriento de la historia española. 


La línea invisible es extraordinaria. No cae en ninguno de los errores en los que fácilmente podría haberlo hecho, ni tropieza con las enormes dificultades intrínsecas de una historia así. Quizá, porque se limita a contar lo mejor posible una historia. Sin más. Una historia protagoniza por personas de carne y hueso, por policías franquistas torturadores que quieren a sus hijos y por fanáticos terroristas que aman la poesía. Naturalmente que queda claro quien traspasa líneas sin vuelta atrás, quiénes cometen delitos. Pero la serie no es maniquea ni simplista. Es honesta en el retrato de un tiempo y de unas personas reales, llenos de humanidad, sin que eso sea necesariamente algo bueno, claro, porque lo humano alberga virtudes y defectos, contradicciones, temores, maldades y mil sentimientos más. 

La serie se propone contar desde dentro la historia de cómo un grupo que nació para combatir el franquismo y reivindicar la independencia de Euskadi terminó decidiendo empezar a asesinar a personas, cruzar esa línea a la que alude el título. Por eso, seguimos a esos jóvenes militantes de ETA, cuando ETA aún no era sinónimo de muerte, pero estaba a punto de comenzar a serlo. Vemos sus asambleas, sus discusiones, sus debates. Vemos sus ojos llenos de odio e ira. Vemos también las manipulaciones de quienes apoyan sus actos, de quienes no tienen valor para apretar un gatillo y se dedican a calentar la oreja de otros que sí están dispuestos a ellos, en su ciego fanatismo. 

Entre los que empujan a esos jóvenes juega un papel destacado la Iglesia vasca, con varios párrocos que prestaron una ayuda inestimable a ETA en sus comienzos, y también intelectuales como al que llaman aquí el inglés (Asier Etxeandia), que anima a los militantes etarras a estar dispuestos a renunciar a todo, mientras él vive cómodamente en un casoplón al otro lado de la frontera

La puesta en escena de la serie es formidable. Se recrea aquel tiempo, en el que los militantes de ETA se ven en el espejo de Argelia o de mayo del 68 francés,en que fabulan con echar abajo el régimen franquista. Otro logro no menor de La línea invisible es su reparto, realmente en estado de gracia. Mariano Barroso ha dado suficientes pruebas en sus últimos trabajos de ser un excepcional director de actores y aquí, desde luego, hay varios intérpretes jóvenes que actúan en esta serie mejor que en ningún otro trabajo que les haya visto hasta ahora. Mención especial merece Àlex Monner, impecable dando vida a Txabi Etxebarrieta, el primer militante etarra que asesinó a una persona, el guardia civil José Antonio Pardines. También Anna Castillo, que interpreta a otra militante del grupo armado. De Antonio de la Torre, que aquí da vida a Melitón Manzanas, policía corrupto y torturador, qué vamos a decir. Siempre está en su justa medida. 

La serie, dura en ocasiones, siempre sobria, siempre honesta, alejada de sectarismos, va creciendo en intensidad en sus seis capítulos, y deja en el espectador la sensación de que todo podría haber sido diferente. En esas discusiones asamblearias en las que los militantes de ETA optan por asesinar, en la que se impuso la vertiente más identitaria y fanática, podría haberse impuesto la obrera. Pero no ocurrió. Lo que pasó es que aquel primer asesinato de ETA antecedió a más de 850 asesinatos más cometidos por la banda terrorista. Lo que pasó, como escuchamos al final de la serie, es que la lucha de esos militantes"se convirtió en locura infinita que no sirvió de nada"

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