Hasta siempre, Berrio y Aute

No iba a escribir este artículo porque no soy en absoluto un experto de la obra de Luis Eduardo Aute ni de la de Rafael Berrio y porque estoy leyendo artículos extraordinarios de personas que los vivieron más de cerca, que comparten experiencias y vivencias asociadas a su música. Yo, por ejemplo, nunca los pude ver en directo. No iba a escribir este artículo y, sin embargo, lo estoy escribiendo, porque no hace falta ser experto para compartir humildemente lo mucho que he disfrutado y disfrutado la música de estos dos artistas que han fallecido recientemente. Ahora que los necesitamos más que nunca, ahora que nos cobijamos en la música como refugio en estos días raros de confinamiento, se nos van. Pero sólo mueren los olvidados y sus canciones permanecerán siempre. 


Es cierto que sólo mueren los olvidados, que alguien sigue vivo siempre que se le recuerde. Aute y Berrio seguirán vivos siempre en sus obras. De Aute, fallecido el sábado pasado, no sé tanto como muchas otras personas, pero sé lo suficiente para admirarlo. Sé, sobre todo, que es autor de multitud de canciones espléndidas, deliciosas, poesía con música, historias llenas de lirismo y de belleza, rebosantes de sensibilidad. Sé también que la gran mayoría de los cantautores que llegaron después son deudores de su obra y eso también es muy relevante. Porque los artistas son grandes, en primer lugar, por lo que crean, y Aute lo es por el inmenso legado que dejan sus 19 discos, pero también son grandes por cómo influyen a otros autores. También por eso, por lo mucho que le deben tantos artistas a Aute, a su forma de ver el mundo, a su deslumbrante calidad artística, le debemos infinita gratitud a Aute. 


Llevaba años apartado de la vida pública. Me perdí el concierto de hace dos años en el que grandes artistas le rendían homenaje al maestro y le mandaban fuerzas. Desde entonces, él vivía en sus canciones y en el recuerdo, como lo hará a partir de ahora. 

Aute seguirá viviendo en Sin tu latido ("ay, amor mío, que terriblemente absurdo es estar vivo sin el alma de tu cuerpo, sin ti latido"), en Las cuatro y diez ("fue en ese cine, ¿te acuerdas? En una mañana al este del Edén, James Dean tiraba piedras a una casa blanca. Entonces, te besé. Aquella fue la primera vez. Tus labios parecían de papel. Y a la salida en la puerta nos pidió un triste inspector nuestros carnés"), en De paso ("que no, que el pensamiento no puede tomar asiento, que el pensamiento es estar siempre de paso"), en La belleza ("míralos como reptiles, al acecho de la presa, negociando maquillajes de ocasión. Siguen todos los raíles que conduzcan a la cumbre, locos porque nos deslumbre su parásita ambición. Antes iban de profetas, y ahora el éxito es su meta; mercaderes, traficantes, más que nausea dan tristeza, no rozaron ni un instante la belleza"), por supuesto en Al alba ("Si te dijera, amor mío, que temo a la madrugada. No sé qué estrellas son estas que hieren como amenazas. Ni sé que sangra la luna al filo de  su guadaña. Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga. Quiero que no me abandones, amor mío, al alba") y en tantísimas otras canciones. 


Me gusta escuchar canciones de casi todos los estilos y me encanta dejarme sorprender por nuevos ritmos. Concibo la música como un arte abierto y diverso que todo lo puede abarcar. Es maravilloso fluir entre distintos estilos y géneros, saber disfrutar de todo tipo de música. Pero todos tenemos nuestras preferencias, claro, y yo valoro sobre todo las letras, su lirismo, lo que tienen las canciones de poesía, eso que describió Lorca como "la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse y que forman algo así como un misterio"

Por eso, porque me gustan las canciones que cuentan algo, la canción de autor es mi universo, mi refugio, tan deudos de Aute y de su obra. Aute como defensor de la belleza y de la sensibilidad. Aute como orfebre de las palabras. Aute como poeta que pone música a versos llenos de vida. Aute como misterio nunca descifrado del todo. Aute como maestro de tantos que vinieron después. Aute como genio irrepetible e inolvidable. 

Unos días antes de la muerte de Aute conocíamos el fallecimiento a los 56 años de Rafael Berrio, a quien Fernando Navarro describe en un excepcional obituario en El País como "demasiado indie para los cantuatores y demasiado cantautor para los indies". Conocí a Rafael Berrio gracias a La reconquista, esa exquisita película de Jonás Trueba, en la que el cantante participó y cuyos temas fueron su deliciosa banda sonora. 

De esa película me gustó todo, pero quizá lo que más me gustó de todo, lo más valioso que saqué de ella, fue precisamente conocer a Rafael Berrio. Sus canciones servían para contar la historia de la película, sí, y todas las películas, porque contaban la vida con una precisión portentosa. "¿Sabrán repetir después las palabras que se dicen los amantes, y ponerlas en sus labios como nunca dichas antes?", escuchamos en Somos siempre principiantes, donde también se dice que "nadie sabe nada de su propio amor". 



En aquel filme también se escucha Arcadia en flor, compuesta para la película, y Simulacro, que adquiere una dimensión y una intensidad distinta ahora que, lamentablemente, Berrio ha muerto. "Temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro. Como si yo tuviera el don de vivir por mí dos veces. De haber dejado a un lado lo que importa en prensa de una vez futura y haber malgastado en borradores la presente. De no saber que la vida sucede a medida que sucede. Y que no hay una vida en serio y otra vida de licencia. Que cada ensayo, cada error, en suma forman las constantes y variables del álgebra de la existencia. Y en esa ecuación, que es cosa resuelta, estamos, esbozada débilmente en el margen de un folio en blanco". Sí, la vida sucede a medida que sucede, y lo hace mejor si nos acompaña la música de artistas como Aute o Berrio, a quienes nunca olvidaremos, y que por ello nunca morirán del todo. 

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