Hasta siempre, Cuerda

De pocas personas puede decirse que es un genio, pero ninguna otra palabra encaja mejor para describir a José Luis Cuerda, que ayer murió en Madrid a los 72 años. Genio, sin exageración alguna. Creador de otros mundos, que servían para retratar a este. Se va el único que es necesario, porque todos los demás somos contingentes. Se va uno de los más originales creadores de cine de este país, el creador de la mítica Amanece, que no es poco, película de culto, clásico que, al parecer, no fue del todo bien recibida por la crítica, y que tardó tiempo en recibir el reconocimiento debido. Porque Cuerda cumplía con su cine la máxima de Paul Éluard, "hay otros mundos, pero están en éste". 


Se va Cuerda, pero no se va su obra, ni la huella dejada en tantos otros cineastas, en tantos amantes del cine. No se van sus lecciones involuntarias, ni se van las escenas memorables de su maravillosa filmografía. No se van sus creaciones surrealistas, geniales. No se va su forma de mirar la realidad, de analizarla desde la risa, de cuestionarla desde el humor. El sentido del humor es la mayor demostración de inteligencia y Cuerda, sí, era extraordinariamente inteligente. Disfrazaba de bromas auténticos tratados sobre la realidad. Iba más allá, construía universos propios, que servían de espejo del que habitamos, a veces distorsionado, pero siempre preciso. 

Nos reímos mucho con el cine de Cuerda, lo seguiremos haciendo. Le sientan bien los años a Amanece, que no es poco, su obra maestra. Ese pueblo que siente verdadera devoción por Faulkner. Ese "trae algo de Góngora, que tengo yo cuerpo de Góngora". Esa asamblea para elegir al tonto del pueblo. Esa escena del alcalde que se anticipaba al bloqueo político en España, que invitaba a una campaña electoral sin carteles, "que ya nos conocemos todos la jeta". Esas escenas hilarantes, tan divertidas, tan inolvidables, tan geniales. 

Después de muchos años alejados del cine, demasiados años, Cuerda rodó Tiempo después, auspiciada por un grupo de humoristas que sentían hacia el genio de Albacete la rendida admiración que merecía. En ella recuperaba el espíritu de Amanece, que no es poco. No es tan redonda como aquella, claro, pero sí tiene destellos de su grandeza. No es tan redonda como la primera, pero es muy divertida. Una digna despedida de Cuerda del mundo del cine, lo mínimo que merecía, porque el cine se despidió de él, como si pudiera prescindir de su talento, como si anduviéramos sobrados de genios como él. 

Cuerda, que no se resistió a compartir su acerada e irónica visión de la vida en Twitter, donde extendió su talento, como cada vez que abría la boca o tecleaba unas frases, también es autor de otras cintas grandes de la historia del cine, como La lengua de las mariposas, Los girasoles ciegos o El bosque animado. Cine humanista, con el sello personal de Cuerda. Cine por el que seguiremos sintiendo verdadera devoción por Cuerda, que vivirá en el recuerdo de quienes admiramos su talento, como mínimo, hasta el año 9177, "mil años arriba, mil años abajo", que es el futuro en el que se ambienta Tiempo después, su última película. Hasta siempre y gracias por todo, maestro. 

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