¡Feliz Día Mundial de la Radio!


Las cosas realmente importantes de la vida no necesitan un día propio, porque se celebran continuamente sin necesidad de excusas. Por eso, muchos no celebran nada el 14 de febrero, o nada distinto a lo que celebran el resto del año con la persona querida, y por eso hay amantes de la radio que prefieren no hacer festejos especiales hoy, Día Internacional de la Radio. Y, sin embargo, días como éste nos permiten al menos ordenar nuestras ideas, pararnos un ratito a pensar en todo lo que nos aporta este medio mágico, diferente a todos los demás.


Es un buen día, por ejemplo, para recordar a quienes nos inocularon el dulce veneno de la radio, que ya no se fue nunca, no falta que hace. Cada cual tendrá su nombre. Y, claro, para recordar los programas que mejoran nuestra vida. Pero de quien no puedo olvidarme hoy bajo ningún concepto es de las radios comunitarias, que tanto bien hacen a la sociedad y que tan olvidadas y maltratadas están con frecuencia. Guardo como un recuerdo especial el tiempo en el que participé en OMC Radio, la radio comunitaria de Villaverde, allí donde, veinteañero desconocedor de casi todo, pude hacer un programa de radio propio. Fue una experiencia maravillosa. Gestionar las entrevistas, preparar las noticias, organizar tertulias, hablar de cuestiones de actualidad del barrio,  de arte, de ciclismo, de cine, hasta cubrir noches electorales y retransmitir partidos de fútbol y de tenis. Me dejaron hacer exactamente lo que me dio la gana y también pude participar en proyectos en colegios o en la calle (qué bien le sienta a la radio salir del estudio). Alcancé entonces un grado de felicidad difícilmente superable. 

Además, este blog nació como el blog de aquel programa de radio. Aquí íbamos contando las entrevistas y sus contenidos. 

Disfruté muchísimo de cada instante delante del micrófono. Hay entrevistas que recuerdo, tanto tiempo después, como si las hubiera hecho ayer. Sensaciones inolvidables. Momentos mágicos. Fue un tiempo sensacional, que pude revivir años después en Radio Ritmo Getafe, otra radio comunitaria, donde los viernes se convirtieron en mi día preferido de la semana, no porque terminaran las clases y llegara el fin de semana, sino porque tenía programa, Ritmo Informativo, y el tiempo se paraba por completo a las seis de la tarde. Allí, además, sumé el reto de aprender a manejar la mesa de sonido y dar paso a las llamadas, poner la música… Era la mejor hora de la semana. Disfruté muchísimo. 



Las distintas experiencias profesionales me fueron alejando de las radios comunitarias, pero conservo un cariño especial e imborrable por ellas. A ellas dediqué mi trabajo final de carrera de Periodismo, lo que permitió conocer a unas cuantas emisoras comunitarias de Madrid y admirarlas más. Personas que dedicaban tiempo y esfuerzos para mantener vivas esas radios, esos espacios dinamizadores de sus barrios, que tantos proyectos ilusionantes sacan adelante. Cuestiones como el feminismo, el respeto a la diversidad o la convivencia entre personas de distintos orígenes están enraizados en estas emisoras, donde se crea un ambiente de comunidad especial, muy fuerte, un nexo de unión fabuloso, que les da el hecho de que, además de medio de comunicación, son asociaciones sociales y vecinales.

Recuerdo que haciendo ese trabajo de fin de carrera más de una de las personas a las que entrevisté compartieron conmigo un lamento común, más resignado y comprensivo que dolido: el hecho de que por estas radios suelen pasar universitarios que cogen sus proyectos con muchas ganas, pero que antes o después terminan abandonándolos, que no les dan continuidad. La vida me llevó a seguir exactamente ese camino, pero mantengo la gratitud inmensa a las emisoras comunitarias por las que pasé, por todo lo que aprendí allí, por lo a gusto me sentí en ellas y por lo feliz que fui. Por eso y por lo que siguen haciendo, claro, porque no trabajar en ellas no implica que no siga siendo su oyente o, como dice siempre Pepa Fernández, su escuchante. La radio se disfruta haciéndola, muchísimo, más que casi ninguna otra cosa, pero también escuchándola. 

La conexión que se establece con la radio no es comparable a la de ningún otro medio. También mejor que a ningún otro medio, las posibilidades de los podcasts y de Internet han permitido innovar en la radio, darle vida más allá de las vías tradicionales. Los catastrofistas que pronosticaban la muerte de la radio no podían imaginar que el podcast se impondría cada vez más como contenido de valor en muchos medios, incluso en algunos que nada tienen que ver con la radio en su origen. Hoy más que nunca es posible construirse una programación a la carta, al gusto del consumidor, con los podcasts, de grandes o de pequeñas cadenas, incluso de personas que no pertenecen a ningún medio, pero comparten su pasión en este formato.

Tiendo a ser optimista con el futuro de los podcasts y con todas las posibilidades que ofrece a la radio. Algo más crítico soy con las programaciones de la radio generalista, demasiado iguales todas entre sí y, sobre todo, demasiado parecidas a las de hace 20 o 30 años. Se agradecería más innovación, más osadía. Ninguna de las grandes emisoras se atreve a mantener una programación realmente rompedora, sustancialmente distinta a las demás. El gran programa contenedor de las mañanas y sus tertulias, la información regional, el informativo, los deportes por la noche y los fines de semana… Todo demasiado parecido, demasiado conservador. Dicen que el futuro, también el de la radio, es de los valientes y es de esperar que haya quien decida romper fórmulas demasiado repetidas. Pero eso lo dejamos para otro día, que hoy, al fin y al cabo, estamos de fiesta. ¡Feliz día de la radio!

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