El orden del día

Las obras de Éric Vuillard son la mejor demostración de que la hondura de un libro nada tiene que ver con su extensión. Apenas 141 páginas tiene El orden del día, reconocida con el Premio Goncourt en 2017. Más que suficientes para relatar el surgimiento del nazismo, el comienzo de su devastador poder de destrucción y el gigantesco y fatal error de cálculo, cuando no vil e interesado colaboracionismo, de muchos empresarios y líderes políticos ante ese personaje que prometía que iba a estabilizar Alemania, mientras difundía un salvaje discurso del odio y preparaba el terreno para la mayor maquinaria criminal que ha conocido la humanidad.


Nos preguntamos cómo pudo ocurrir aquello, por qué los poderes económicos y políticos contemporizando con semejante ideología criminal. Podemos buscar las respuestas en sesudos tratados, en las biografías de sus protagonistas, en manuales de historia. Y todos ellos aportarán algo, nos permitirán intentar entender mejor el origen del horror. Pero este libro de Vuillard, autor de la también sensacional 14 de julio, sobre la Revolución francesa, no aporta menos luz que uno de esos tratados con mucha extensión y reflexiones profundas, que aborda en detalle cada aspecto del nazismo. 

Tiene un mérito enorme saber componer un libro como éste, en el que el autor cuenta la historia a través de retazos, de algunas pocas escenas, con una técnica impresionista, digamos. Son destellos que aportan luz sobre el surgimiento del fanatismo nazi, la forma en la que las élites toleraron a Adolf Hitler, o incluso le impulsaron. Son, como dijo el crítico de Le Figaro, "escenas robadas al olvido que nos sobresaltan". Escenas, en apariencia, desconectadas entre sí, inconexas, pero adquieren sentido. El todo es esta vez más que la suma de las partes. Mucho más. 

La primera de esas escenas nos muestra a una veintena de empresarios alemanes reuniéndose con Hitler, dándole su apoyo, prometiéndome financiación para su proyecto. Todo por la estabilidad, decían. Por el bien de su negocio, de la economía alemana. Cinismo, vileza y oportunismo. Complicidad con el nazismo, de la que son herederos grandes imperios empresariales que hoy siguen existiendo. Con un estilo ágil, de frases cortas, directo, vibrante, el autor va encadenando esas distintas escenas, nos acerca a ellas, reflexiona sobre las imágenes que hemos recibido de aquella época, asistimos a la complicidad de tantas personas poderosas con el nazismo, pero también de no pocos ciudadanos. 

Hay varios pasajes impactantes en el libro. Uno, sobre esas empresas que apoyaron a Hitler y sacaron partido de su plan criminal: "Bayer utilizó mano de obra procedente de Mauthausen. BMW reclutaba en Dachau, en Papenburg, en Sachsenhausen, en Natizweiler-Struthof y en Buchenwald. Daimler en Schirmeck. IG Faben en Dora-Mittelbau, en Gross-Rosen, en Sachsenhausen, en Buchenwald, en Ravensbrück, en Dachau, en Mathausen, y explotaba una gigantesca fábrica en el campo de Auschwitz: IG Auschwitz, que de un modo totalmente impúdico figuraba con ese nombre en el organigrama de la firma". Y el otro pasaje, de personas anónimas, víctimas del nazismo, incapaces de soportar tanto horror ante la invasión de Austria por parte de Alemania. "Justo antes del Anschulss se produjeron más de mil setecientos suicidios en una sola semana. Muy pronto, anunciar un suicidio en la prensa se convertirá en un acto de resistencia. Algún periodista osará aún escribir 'súbito fallecimiento'; las represalias no tardarán en hacerlo enmudecer. Se buscarán otras fórmulas usuales, sin consecuencias. Y así, el número de personas que pusieron fin a sus días sigue siendo desconocido y sus nombres ignorados". 

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