Tulsa en las Noches Gatas

Tener una personalidad propia, cuanto más fuerte, mejor, es lo más importante para un artista. Tulsa, el proyecto musical de Miren Iza, derrocha personalidad. Tulsa suena inequívocamente a Tulsa y tiene algo hipnótico. Anoche llenó las Noches Gatas del Hotel Barceló Torre de Madrid de sus letras literarias, su forma de detener y acelerar las canciones, su sonido propio y su poderosa presencia en el escenario. Fue una noche extraordinaria, una ocasión maravillosa para dejarse llevar por la voz tan personal de Miren Iza, que estuvo acompañada por Charlie Bautista en los teclados. Todos los artistas, los buenos, claro, ganan en las distancias cortas. Tulsa confirma la regla. 


Sus letras son más disfrutables que tarareables, porque nadie se resiste a envolverse en ellas. El público queda como en trance, no coreando un estribillo pegadizo y facilón, sino paladeando cada estrofa, cada mensaje, cada historia. Tulsa ofrece una variedad de temas y una calidad de las letras fuera de lo común. No se encuentra en sus canciones ni una rima fácil ni obvia, de esas tan habituales en otros cantantes, que se adivinan con facilidad, que nunca sorprenden. Todo lo contrario. Ni caminos trillados ni tópicos. Sorpresa. Intriga. Referencias literarias. Versos a veces más crípticos  y otras más directos. Pero siempre calidad y profundidad.

Si en vez de un proyecto musical habláramos de una novela diríamos que Tulsa es todo lo contrario a un bestseller simple de lenguaje pobre, que no arriesga, que no aporta sustancialmente nada nuevo.  Es una obra literaria de calidad, con metáforas poderosas y rimas contundentes, en la que cada palabra se cuida con mimo. Se nota que disfruta en el escenario Mirem Iza y transmite esa energía al público, con su maravillosa capacidad de pasar del susurro al alarido en un instante, con esa magia consistente en detener casi una canción, coquetear con el silencio, para alzar después la voz o golpear a la guitarra o gritar más y más fuerte. El tempo. Ese poder. Esa energía. Esa excelencia en el manejo de los tiempos, que se aprecia en los discos, pero que brilla especialmente en directo. 

Comenzó con Ay ("Ay, llevo años escribiendo la misma canción, ay, con el único fin de saber algo más de ti") y siguió con varios de sus mejores temas, aunque faltaron otros en la hora y media de concierto. Todos con voz propia, muchos con el amor (o el desamor) como tema de fondo, pero todos especiales, todos distintos. Pasó de Venda Vendita Venda, ese himno al desencanto, ("echo de menos la venda en mis ojos, idealizarte sin motivo, sólo por comodidad. Pensar que eras el dueño del mundo. Me evitaba problemas de fe y de identidad") a la tierna canción dedicada a la maternidad, o al proyecto de la misma, Il Futuro e Donna ("no pude pedirte permiso, espero que me perdones si algún día no quieres pisar más el mundo"). 

Muchos conocimos a Tulsa gracias a la extraordinaria Los exiliados románticos. Oda al amor efímero, que cerró el concierto anoche, era una de las canciones que ponía banda sonora a esa pequeña joya de Jonás Trueba. Un canto a la ligereza del amor, a lo poco que importa todo al lado de ese sentimiento. "No me importa si eres listo o idiota. Te voy a querer igual. Si aparecer ahora mismo entre los peces, te voy a perdonar cualquier pecado mortal. Podría por fin demostrarse que todo es un sinsentido y aún existirían los caminos". 

La deliciosa Los Ilusos ("quiero declarar la guerra a la realidad y vivir en tus sueños siempre"), la grandiosa Centauros ("todo el mundo habla mal de ti, eso habla muy bien de ti"), la magnífica En tu corazón sólo hay sitio en los suburbios, cuyo título lo dice todo, y la encantadora Los amantes del puente ("es 20 de enero y es un día de esos oscuros. Madrid parece el sitio más triste del mundo") fueron otras de las canciones que compartió Tulsa en las Noches Gatas, esa iniciativa que celebra la música en directo y en pequeña escala el último jueves de cada mes en el Teatro Barceló. Joyas compuestas por Miren Iza que concentran la vida en tres minutos. Una noche fabulosa, como aquella de hace poco más de un año en la noche de los libros en Madrid, en la que Mirem Iza compartió lecturas que inspiran sus canciones tan literarias y valiosas, tan personales, tan distintas. 

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