Día mundial de la radio

Lo mejor de Día Mundial de la Radio, que se celebra cada 13 de febrero, es poder hablar de este medio maravilloso y compartir las vivencias personales con otros fanáticos de la radio. Según los datos del EGM, la radio generalista tiene 11 millones de oyentes y la temática, 13,7 millones. Casi nada. Y, sin embargo, se escribe y se habla poco de la radio. Nada que ver, por ejemplo, con la cobertura de los periódicos de la información televisiva, con noticias sobre cada estreno de serie o cada cambio de programación. Estamos ahí agazapados, como en la clandestinidad, los amantes de la radio, a pesar de que somos una amplísima mayoría. Así que, de entrada, bienvenido sea este 13 de febrero, este Día Mundial, aunque sólo sea por eso, por poder poner en el foco el medio más mágico y cercano, en el que todo puede ocurrir. 


Para ser honestos, se habla poco de radio, sí, pero hay espacios en los que mantenerse informados de este medio. Habrá muchos más, pero hoy es un día magnífico para destacar la labor que hacen Radiochips y Gorka Zumeta en sus webs, dos espacios de referencia para los amantes de la radio. Con artículos, entrevistas y, por supuesto, audios, podcast. 

Hoy cada oyente radiofónico recordará sus voces preferidas, sus espacios imprescindibles, de hoy y de ayer. Cada cual tendrá su historia, cada uno se inoculó del virus incurable de la pasión por este medio maravilloso de una forma distinta. Yo recuerdo a José María García y sus narraciones deportivas, sí. Me he ido alejando casi del todo de los programas radiofónicos deportivos (a excepción de las vueltas ciclistas con Javier Ares, por supuesto), pero a García y sus espacios infinitos les debo la pasión por la radio. Y eso lo es todo. Probablemente hoy no soportaría su estilo, demasiado faltón, en ocasiones. Sin duda, lo tengo idealizado. Pero García y radio son en mi recuerdo una misma cosa. 

Después entré en los espacios de actualidad. Mi madre ha sido siempre fiel escuchante (como dice siempre Pepa Fernández) de Luis del Olmo, así que la admiración que siento por él ha sido, de alguna manera, heredada. Igual que la de Iñaki Gabilondo, a quien siempre escuchó mi padre, y cuyos análisis, todavía hoy, intento no perderme. Julia Otero, que considero una de las periodistas con más personalidad y talento de la radio. Y Carlos Alsina, claro, brillante en todo lo que hace (Más de uno, sí, igual que antes La Brújula, igual que siempre La Cultureta). Y la mencionada Pepa Fernández, que construye un oasis en las mañanas del fin de semana en RNE. Y más recientes descubrimientos, como Los muchos libros, que presenta Macarena Berlín en la Ser, y que en pocos meses se ha convertido en un espacio imprescindible para los amantes de la radio y la literatura. 

Hoy es un gran día para recordar a las voces que nos hacen amar la radio, pero también, especialmente, para poner en valor a todas esas que suenan menos, o incluso a las que no suenan nada, pero que son vitales para que la radio exista. Lo más maravilloso que aprendí al hacer radio hace unos años fue comprobar hasta qué punto este medio mágico, tan íntimo y cercano, es un trabajo de equipo. Como pasa en otros medios, sólo son unos pocos los dan la cara o, en este caso, ponen voz. Pero detrás hay un equipo trascendental para el buen rumbo de los programas. Alsina, por ejemplo, hizo todo su programa en la calle el lunes pasado. Fue una gozada para los oyentes. Por el talento inmenso de Alsina, desde luego. Pero también por el colosal esfuerzo que hacer un espacio callejero así implica para todos los profesionales de la radio. Para que esos despliegues de la radio en la calle salgan adelante hay detrás un trabajo inmenso de muchas personas, algunas de las cuales nunca hablan por el micrófono, porque son los que garantizan que todo suene bien. 

Hoy, Día Mundial de la radio, también es una jornada propicia para hablar de esas otras radios, las no comerciales, las menos conocidas, pero que son imprescindibles. Una de las mejores experiencias profesionales de mi vida, sin duda, fue poder entrar en contacto hace años (muchos, ya) con las radios comunitarias de Madrid. Sobre todo, con OMC Radio, en Villaverde, y con Radio Ritmo, en Getafe. Allí sentí la emoción única de hacer radio, que no tiene comparación con ninguna otra cosa, pero también aprecié cuánto bien hacen estas emisoras, ejerciendo como dinamizadores de los barrios, desarrollando programas muy positivos para la sociedad, dando voz a quienes no la tienen. Hoy, claro, recordamos a todas las estrellas de las grandes emisoras que nos permiten informarnos, disfrutar de entrevistas, de tertulias, de radio-teatro, de narraciones deportivas, por supuesto. Pero muchos también recordamos con cariño a esas otras radios. O a las que articulan comunidades en partes del mundo donde no hay acceso a otros medios. La radio, siempre la radio. Mágica, única, viva. La radio tradicional y la otra, la del podcast y sus mil posibilidades. La radio eterna. 

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