Marino Sáiz vuelve a celebrar la vida en Libertad 8

La frase "hoy voy a hablar poco" en los conciertos de Marino Sáiz significa más o menos lo mismo que aquella otra de "una copa y a casa" en las noches de fiesta. Siempre se dice y nunca se cumple. Afortunadamente. Habló, sí. Habló mucho el violinista de los cantautores y mucho más ("aquí hay más de lo que ves"). Compartió sus temas clásicos y algunos nuevos. Deslumbró como siempre hace con su violín. Hizo reír. Contó historias personales, dejó clara su afición por Operación Triunfo, anunció con cierto secretismo nuevos proyectos, avisó de que en sus conciertos se puede pasar de la risa al llanto en cuestión de segundos, algo que ya habíamos comprobado con antelación y que ayer volvimos a celebrar. Fue una noche mágica en Libertad 8, ese templo a la música, ese rincón donde la vida siempre suena mejor. 


Acompañado en el escenario por el guitarrista Javier Pedreira, comenzó con La alfombra negra, para seguir con G y después de de sus mejores canciones, con letras de esas que estallan en quien las escucha: Tengo miedo ("tengo miedo de perderte ahora que siento y tengo miedo de quedarme solo mirándome al espejo") y Narciso, muy personal, que presentó diciendo que es una canción que habla de él "como todas". Irónica, divertida, con mucho ritmo, en ella se define como "narcisista, pesimista y manipulador". Pero es una canción vitalista, a pesar de lo que pueda parecer. El público de Libertad 8 cantó junto a él el estribillo, que había escrito en unas cartulinas que pegó en la pared, sofisticando así el sistema respecto a anteriores veces, cuando era él quien enseñaba esas cartulinas en las que se leía que "como dicen en los cuentos los finales tristes no son buenos". 

Fiel a sí mismo, Marino Sáiz habló al público en todo momento, incluso durante las interpretaciones de las canciones. Espontáneo, divertido, verborreico, pero también sensible y tierno. Fue muy emotiva, como siempre, su interpretación de Vuela, de Andrés Lewin, el cantautor argentino fallecido hace unos años a quien estaba muy unido. Contó Sáiz que no ha lanzado más discos ni escribía más canciones porque sentía que no tenía a quien enviárselas, ya que siempre se las mandaba a él. No es pequeño tributo cantar en cada concierto este maravilloso tema, alegre, orgulloso, feliz, que celebra la diversidad y los avances en derechos. "Vuela, que esta tarde ha salido el arcoíris y la lluvia se ha llevado al enemigo, que ya nadie ganas de insultarte, que hace tiempo ya que de un tiempo a esta parte se suman los amigos. Vuela, y a la mierda los disfraces y los muros, los armarios, los silencios, los pasillos. Vuela porque ya por fin tenemos alas. Vuela porque más allá de tu ventana tienes mundo construido". 

Pero no todo el mundo puede amar en libertad sin enfrentarse al odio y a la intolerancia, así que Sáiz cantó también su tema El último beso, que compuso tras ver un salvaje vídeo en el que lanzaban al vacío desde una torre a seis hombres cuyo gran delito fue besarse en público, mientras abajo la gente daba gracias a dios. Es una canción dura y triste, pero necesaria, llena de verdad, que recuerda lo que falta por avanzar en derechos y que les da un sentido especial a los besos que sí podemos dar en libertad por las calles de Madrid. "Yo sólo quise despedirme de él. Saber qué se siente si nos ven besarnos la boca aunque no esté bien. Al menos lo hice una vez". Demoledora. 

Sáiz compartió dos nuevos temas anoche: Déjame en paz, muy destroyer, que bien podría llamarse Canto a la misantropía, esa que todos sentimos a ratos; y Aunque no te lo creas, que presentó como la única canción de amor que ha escrito. Creo que es de las mejores que le he escuchado. Maravillosa, tierna, excepcional. Tiene este tema la virtud de poner palabras lo que muchas personas sienten, de retratar una relación sentimental, con sus miedos, sus esperanzas, sus alegrías, sus incapacidades a veces para contar lo que se siente. Una joya. Me estaba encantado la canción. Quería sacar el móvil para grabarla, pero me quedé como paralizado, embobado escuchándola, así que no la grabé, pero a cambio recuerdo lo sentido al escucharla, al deslumbrarme por primera vez por ella. Fue un flechazo. Una delicia. 

Para esas alturas de concierto, Marino Sáiz había cruzado la pasarela varias veces. Y seguíamos celebrando la vida. Regaló dos momentos prodigiosos con su violín: una improvisación fabulosa y un popurrí de temas de Disney, junto a Alejandro Martínez, otra de las caras conocidas en los conciertos cantautoriles, a quien hemos visto acompañando a Marwan y a Funambulista, y también cantando sus propios temas (maravilloso su Y di contigo). Sáiz también cantó Quédate en Madrid, respetando la letra del mítico tema de Mecano en su integridad, así que deducimos su postura en el mariconezgate de OT. Para terminar quedaron tres de sus temas clásicos: Lunas distintas, sin Andrés Suárez esta vez, quien anda de gira por México; 5 segundos, de la que dijo que no le gustaba demasiado, pero que vio que el público la recibe bien (como para no); y, claro, para terminar, Y ahora qué ("debo aprender a quererte, dejando a un lado mi miedo a perderte. Quiero dejar que te vayas y que vuelvas libremente de otras camas"). Un poco esa pregunta quedó en el aire, y ahora qué, por qué caminos seguirá la carrera de Marino Sáiz. Como dijimos hace un año tras  su último concierto en Madrid, haga lo que haga, seguiremos el rastro de su talento y el ritmo de su violín

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