Banksy does New York

Hay pocos artistas tan contradictorios, mediáticos y misteriosos como Banksy, el artista callejero de Bristol cuya identidad se desconoce. Nadie dice de él, empezando por él mismo, que lo que haga sea técnicamente sublime. Claramente no lo es. Pero sin embargo sus obras, cargadas de ironía y de crítica social, siempre tan efímeras como sugerentes, están entre las más impactantes de este siglo. No porque su cotización en el mercado del arte, parte del capitalismo que de forma tan feroz critica el propio Banksy, se haya disparado, ni por su extraordinaria notoriedad en todo el mundo, sino porque siempre provocan un debate, no dejan indiferentes. Son obras atrevidas, valientes, innovadores, diferentes. Con él, que cuenta con una legión de detractores dentro del mundo del arte urbana casi tan numerosa como la de seguidores, el grafiti alcanza otra dimensión. De nuevo, no porque emplee técnicas novedosas o muy diferentes a las de tantos otros, pero sí porque consigue un estilo personalísimo y eficaz, siempre con una visión entre satírica y muy ácida del mundo en que vivimos. El misterio sobre su verdadera identidad hace el resto.


Todo lo que rodea a Banksy tiene un cierto toque de intriga, de clandestinidad y secretismo. Buen ejemplo de ello es su "residencia" en Nueva York durante un mes en 2013, cuando el artista anunció a través de sus redes sociales que cada día amanecería en una parte de la ciudad una de sus obras. Se desató una auténtica locura, con periodistas, aficionados al arte y cazadores de oportunidades suculentas de venta lanzados a las calles de la Gran Manzana para ir a la caza del último Banksy. El singular frenetismo generado por este proyecto artístico, tan efímero como apasionante, queda recogido en el documental de HBO Banksy does New York, dirigido por Chris Moukarbel y estrenado en 2014. Está lejos de ser una película perfecta, pero consigue contagiarse de la atracción que despierta siempre el misterio sobre la obra de Banksy.

El documental empieza por el final, por la última obra del artista, que incluye unos globos con las letras de su nombre que varias personas se quieren llevar, para sacar algo de dinero, y que la policía termina retirando. Aquello acaba siendo una pelea callejera en la que aficionados al arte, simples curiosos y buscadores de gangas para venderlas en el mercado de arte se encuentran generando un caos que, de alguna manera, forma parte de la gamberra y sugerente creación artista de Banksy durante aquel mes de estancia neoyorquina. Tras esas imágenes, la obra regresa al principio de la historia, cuando el artista británico anuncia en sus redes sociales su proyecto en Nueva York, cuna del grafiti y el arte urbano. Banksy anuncia en Internet dónde ha ubicado cada obra, o da alguna pista sobre ella. También incluye un audio, con la voz distorsionada, por supuesto, en la que explica sus intervenciones. En esos audios el centro de su clásica ironía es él mismo. 

Son obras, como siempre, impactantes, que atraen multitudes a lugares de la ciudad particularmente poco transitados. Hay historias de película en este documental, como la de las personas humildes que se apropian de una de las obras de Banksy en plena calle y la venden a un comerciante de arte que paga, según se intuye, una importante cantidad de dinero por ella. El artista urbano, en teoría, no obtiene beneficio alguno de sus obras, aunque la cotización de éstas no para de subir en el mercado. Es parte de la gigantesca contradicción que plantea la obra de Banksy, él, rebelde, callejero, crítico con el capitalismo, alimenta directa o indirectamente este sistema, incluso con las obras más abiertamente contestatarias, como la que decide situar en un puente bajo un barrio de galerías neoyorquinas. 


El documental, que se sirve de imágenes de videoaficionados, de medios de comunicación y del propio material que compartía Banksy en redes, tiene como gran mérito que traslada al espectador a ese mes de 2013 en el que uno de los artistas vivos más famosos del mundo transformó Nueva York. Aparecen en el documental críticos de arte y periodistas, con opiniones diversas, desde los fascinados por cada paso que da Banksy hasta quienes creen que está sobrevalorado. También se escuchan las voces de los que, desde el mundo del arte urbano, le echan en cara ser un traidor, haber caído en las redes del sistema al que Banksy critica. En sus 79 minutos de metraje el misterio que despierta la figura de Banksy no deja de crecer. Claro que es muy efectista y de mensajes simples y directos. Por supuesto que encierra muchas contradicciones. Pero no por ello resulta menos cautivador.

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