Sucesor designado 2

Sucesor designado se parece a la mítica 24, también protagonizada y producida por Kiefer Sutherland, en su ritmo trepidante. Esta vez no transcurre en tiempo real, como en aquella excepcional serie que salvaba al mundo de un ataque terrorista cada temporada en 24 episodios que recorrían un día, pero sí pasan muchas cosas muy rápido en cada capítulo. La primera temporada de la serie de ABC, emitida por Netflix, muestra a un humilde consejero de vivienda, Tom Kirkman (kiefer Sutherland), convirtiéndose de repente en presidente de Estados Unidos, porque él fue el sucesor designado, es decir, el miembro del gobierno elegido para mantenerse en un lugar seguro mientras se celebra el debate sobre el estado de la nación. El Capitolio salta por los aires, provocando la muerte de todos los congresistas y miembros del gobierno, a causa de un atentado, lo que deja a Kirkman en una posición inimaginable, la de convertirse de pronto en el inquilino de la Casa Blanca. 


En esa primera temporada, que va de menos a más, observamos al nuevo presidente habituándose a su cargo, al tiempo que abre una investigación sobre el atentado contra el Capitolio, que encarga a la agente del FBI Hannah Wells (Maggie Q), quien es un trasunto de Jack Bauer en 24. La serie combina en esa primera tanda de episodios la investigación del atentado, como un trhiller lleno de intriga y sospechas, con la trama política de un presidente por accidente que es independiente de los dos grandes partidos y propone una forma distinta de hacer las cosas. La segunda temporada mantiene también esa doble vertiente, con Wells investigando una conspiración que amenaza al presidente y con Kirkman ejerciendo de anti Trump desde la Casa Blanca. 

Es el presidente perfecto. Racional, generoso, dedicado a servir y no a servirse. Es casi ciencia ficción, especialmente hoy en día, con el patán racista que ocupa la Casa Blanca en la vida real. Cada capítulo aborda una gran crisis, ya sea de política nacional o internacional. Es una temporada adictiva para los aficionados a las series políticas. Pasa de todo, quizá demasiado, dañando a veces la verosimilitud. Pero importa poco, porque uno entra de lleno en esa espiral de crisis que azotan al presidente Kirkman, y que resuelve junto a su leal equipo, y haciendo siempre lo que considera correcto. "Tenemos un problema" son las tres palabras más escuchadas en cada capítulo. Siempre se tuerce algo, siempre hay algún incendio que apagar. Personalmente, me costó un poco entrar en la historia en la primera temporada, pero esta segunda es mucho más trepidante y cautivadora desde el primer capítulo. Atraviesa un bache en la parte final, pero remonta pronto con un desenlace abierto que, esperemos, dé lugar a una tercera temporada. ABC ha cancelado la serie, pero Netflix parece decidida a rescatarla. 

Uno de los grandes aciertos de la segunda temporada de la serie es la incorporación de Paulo Costanzo al elenco, dando vida a Lyor Boone, un consejero político cínico y deslenguado que ejerce el papel del asesor que dice siempre la verdad, por doloroso que pueda resultar. Es un papel deslumbrante que el actor borda. Ácido, excéntrico, maniático, más bien poco empático, excesivo en todo. Una joya. Esa clase de personajes secundarios que justifican una serie. Otra incorporación de nivel es la de Zoe McLeLlan como Kendra Danes, la asesora judicial de la Casa Blanca, quien también está perfecta en el papel. Ellos ampliarán el equipo del presidente Kirkman, junto a su jefda de gabinete Emily Rhodes (Italia Ricci), su jefe de seguridad nacional Aaron Shore (Adan Canto) y su responsable de prensa Seth Wright (Kal Penn). 

Por momentos, la serie parece una fábula. Si House of cards muestra la cara más descarnada del mundo de la política, hasta un nivel que da miedo, en Sucesor designado se observa lo que nos encantaría que fuera un líder político. Allí vemos algo lamentablemente muy parecido a la verdad, mientras que aquí contemplamos lo que desearíamos que fuera la verdad. Un presidente empático, que no se compromete con ninguno de los dos grandes partidos, que sopesa cada decisión buscando hacer lo mejor para el interés general, que no aparta la ética de ninguna de sus decisiones. El presidente Kirkman es el reverso de ficción a la gris y sectaria realidad política. Y nos gusta y nos atrapa. Ojalá se confirme que Netflix producirá una tercera temporada de la serie. 

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