Casado abraza el estilo Salvini

Hasta hace poco celebrábamos que en España no hubiera surgido un partido político con un discurso antiinmigración, que es la forma eufemística con la que ahora se llama a la xenofobia, a diferencia de lo que ocurría en el resto de Europa. Nunca fue del todo así, por supuesto, ya que Xavier García Albiol hizo una campaña electoral con el lema Limpiando Badalona y el PP y Ciudadanos retiraron la asistencia médica a las personas en situación irregular en España. Pero es cierto que ningún partido había abrazado los discursos racistas con el mismo entusiasmo con el que lo hacen el Frente Nacional en Francia o el gobierno xenófobo de la Liga y Cinco Estrellas en Italia. Hasta ahora. Pablo Casado decidió ayer sumarse a la lamentablemente larga lista de líderes europeos populistas que agitan sin el menor pudor un discurso del odio al diferente, asustando a la población con la llegada de malvados "africanos" listos para invadir nuestras fronteras. 


El nuevo presidente del PP, que atrasar tres décadas la legislación en algunas cuestiones como el aborto, no es que sea especialmente original en este discurso antiinmigración. Tiene donde inspirarse, desde luego. Está Matteo Salvini, el ministro de Interior de Italia, abiertamente xenófobo, que se enorgullece de dejar a la deriva en el mar a cientos de seres humanos que han sido rescatados en el mar, y al que algunos medios españoles blanquean con lamentables portadas presentándole como una estrella del rock. También puede coger ideas de Viktor Orban, presidente de Hungría, que centra en el odio a los inmigrantes su política. Si no quiere irse tan lejos, seguro que Marine Le Pen estará encantada de ilustrarle sobre cómo lanzar discursos del odio a los seres humanos que escapan de sus países en busca de una vida mejor en Europa. 

Casado ha decidido que la llegada de personas inmigrantes a España es un magnífico tema para hacer política de bajos vuelos y para echarse a la yugular del gobierno. Ayer hizo unas declaraciones preocupantes, de esas que quitan de un plumazo a España de la lista de países sin políticos que utilizan los prejuicios racistas y los flujos migratorios como arma política. Dijo que a él le dan mucha pena las personas (no sé si utilizo esta palabra, creo que no, prefirió llamarlas "africanos"), para acto seguido dar a entender que una cosa es que les dé pena y otra muy distinta que vaya a defender alguna política mínimamente humanitaria, pudiendo agitar los instintos bajos de los votantes más rancios y racistas. 

Afirmó Casado que no hay papeles para todos, como si el gobierno actual estuviera defendiendo eso. Y, claro, que ahí estaba él para decir las verdades, aunque suenen políticamente incorrectas. Ay, la incorrección política, esa máscara de la xenofobia. Uno no puede decir abiertamente que odia al diferente ni que va a centrar su política en agitar el miedo a los "africanos", pero si dice más o menos lo mismo, sólo que disfrazándolo de un discurso políticamente incorrecto, tachán, se obra el milagro y consigue blanquear su racismo y erigirse en defensor de la libertad de expresión ante la perversa y malvada tiranía de lo políticamente correcto. Combo perfecto. Pero no es incorrección política, es xenofobia y falta de humanidad. 

Parece que quienes pensaban que el discurso duro de Casado en el proceso para convertirse en presidente del PP no era una pose para los más convencidos de los suyos. Es exactamente lo que piensa. Así que, lamentablemente, lo de la derecha sin complejos era esto, abrazar el estilo Salvini. Lo que nos faltaba. 

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