El auténtico gobierno Frankenstein

Desconozco si los críticos de la moción de censura a Mariano Rajoy buscarán otro apelativo ofensivo distinto al de “gobierno Frankenstein” para calificar al ejecutivo que va a formar Pedro Sánchez, ahora que se ha comprobado que estará compuesto íntegramente por socialistas o independientes. Lo que sí parece claro es que, mientras aquí nos entregamos a la crispación partidista tan de 2004, en Italia, ahí sí, dos partidos antieuropeos han formado un ejecutivo que asusta aún más que el monstruo de Frankenstein. Un partido ultraderechista con tintes xenófobos, la Liga (antigua Liga Norte) y una formación antipolítica, Cinco Estrellas, han llegado a un acuerdo para formar un gobierno que tiene como idea central el ataque a la Unión Europea.


Sin duda, ha habido errores en el proceso de construcción comunitario. Naturalmente, hay aspectos de la UE que nos desagradan y nos gustaría cambiar. Evidentemente, el auge de populismos y formaciones racistas y fanáticas en casi todos los países europeos tiene alguna relación con la gestión de la crisis económica. Por supuesto, no hay que tener miedo a cambiar el proyecto común. Pero los partidos que han llegado a un acuerdo para gobernar Italia no quieren transformar la UE, coquetean más bien con la ruptura con el euro y con romper los ya escasos e insuficientes compromisos con el drama de los refugiados. No llegarán tan lejos, o eso esperamos, pero sin duda es gravísimo que la tercera economía de la zona euro esté en manos de un ejecutivo abiertamente euroescéptico.

La presencia de Silvio Berlusconi, todavía a estas alturas, casi como mal menor en la derecha, y la forma en la que se ha desdibujado el tradicional partido de izquierdas del país transalpino, el Partido Democrático, para seguir con la tradición de la crisis devastadora de la socialdemocracia europea, han empujado a los italianos a los brazos de formaciones fanáticas muy peligrosas. Eso y la deficiente gestión de la crisis, con una recuperación macroeconómica de cartón piedra que no ha llegado a los ciudadanos, y una sensación de hastío con la muy desprestigiada clase política que han aprovechado bien estas dos formaciones radicales.

Los componentes del nuevo gobierno, del que es primer ministro Giuseppe Conte, han empezado a hacer declaraciones, como en una carrera por ver quién suelta la mayor burrada en el menor tiempo posible. Y asusta su radicalismo, una mezcla de lo peor de cada casa. Lorenzo Fontana, ministro de la Familia, se estrenó en el cargo negando la existencia de más familias que las que forman una mujer y un hombre. Es decir, se quitó de en medio a las familias monoparentales y no digamos ya las que componen personas homosexuales, que llamó de forma despectiva “familias arcoíris”. Declaró que esas familias directamente no existen. Un ministro de la Familia homófobo, así, para empezar.

Le tomó el relevo Giulia Grillo, nueva ministra de Sanidad, que cree en las vacunas, pero lo justo. Digamos que no lo suficiente como para hacerlas obligatorias. Total, ¿qué puede tener de malo que haya enfermedades que ya se consideraban erradicadas que estén volviendo por la incultura dañina para la salud pública de los antivacunas a los que esta señora tanto comprende? Que una ministra de Sanidad diga que las vacunas están bien, pero sin pasarse, que tampoco vamos a ir por ahí obligando a los padres a anteponer la salud de sus hijos a sus prejuicios o a las recomendaciones de unos chamanes, es como si el ministro del Interior dijera que le parecen mal los delitos, pero que tampoco por eso se va a dedicar la policía a detener a delincuentes.

El nuevo ministro del Interior italiano, precisamente, no ha llegado a eso, pero también ha participado en esta frenética carrera de las declaraciones inquietantes. Matteo Salvini dijo que “Italia y Sicilia no pueden ser el campo de refugiados de Europa” y que “los buenos tiempos para los clandestinos (se refiere a seres humanos sin papeles que llegan a Italia huyendo del hambre y la guerra) se ha terminado: prepárense a hacer las maletas”. Xenofobia en estado puro. Asqueroso y repugnante racismo. Cuando decíamos un poco más arriba que la UE ha cometido errores, pensábamos precisamente en la falta de humanidad de sus líderes con la crisis de los refugiados. Al nuevo gobierno italiano, sin embargo, esa respuesta del todo insuficiente a la mayor crisis humanitaria de la historia desde la II Guerra Mundial le ha parecido excesivamente piadosa. Se propone expulsar a esos seres humanos acogidos por Italia.

Los primeros guiños a otros países del ejecutivo italiano han sido a Rusia, país con el que al parecer tiene conexiones que deberán ser aclaradas algún miembro del gobierno transalpino, y a Hungría, donde el radical y xenófobo Viktor Orbán comparte con ellos su desprecio a las personas que escapan de la guerra y llegan a Europa en busca de una vida mejor, o simplemente de una vida a secas. Asusta este gobierno Frankenstein de Italia, tan radical e insolidario, tan propio del auge de la antipolítica, que tiene a Trump y a los más acérrimos partidarios del Brexit entre sus representantes.

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