Con un ejército de versos tomó anoche Marwan el Palacio de invierno. Qué noche, repetía el cantautor constantemente. Qué noche la de aquel día, sí. Qué dos horas y media de lirismo, música y vida. Ya casi al final del concierto, tras La vida cuesta, las más de 3.000 personas que congregó Marwan en el WiZink Center, lo que siempre fue el Palacio de los deportes, abrazaron al juglar y a los músicos que le acompañaron con un aplauso sin fin. Para agradecerle esta noche inolvidable, por supuesto. Para celebrar su talento y la vida, también. Pero, sobre todo, para que el concierto no acabara nunca. Lo conseguimos, pero sólo a medias. El concierto tuvo un final, pero el recuerdo perdurará. 12 de enero de 2018, el día en el que Marwan invadió el Palacio con sus versos como única arma y muy bien rodeado.
Comenzó la noche con Pez mago (que no Pez Globo) como telonero. Interpretó cuatro temas, con versos como minas, que estallaron en un Palacio que empezó a animarse con sus letras. “Por todas las noches rotas en que no te merecía y te encontraba”, decía en una de ellas. Tras recordar sus tiempos en el Búho real con Marwan, dio paso al autor del disco-libro Mis paisajes interiores, su último trabajo, esa joya que quizá sólo con el paso de los años valoraremos como merece. “Todo puede suceder”, cantó en su primer tema, Cosas pendientes. Y así ocurrió, sucedió de todo anoche, como “que el hijo de un refugiado esté tocando en el WiZink center”.
Emocionado, realmente abrumado por ver a tantas personas vibrando con su música, a tantos Galileo y Libertad 8 concentrados en el Palacio, Marwan agradeció mil veces a sus seguidores hacer posible esta noche. Y compartió mucho amor y cariño, también su sentido del humor, como cuando recordó a su ex (“lo típico de relaciones tormentosas de 'me jodes la vida y te hago tres discos'”). Recordó todos los conciertos de mitos que él ha seguido en el Palacio, como Sabina, el maestro de todos, el único dios verdadero (“nada escuece más que un disco de Sabina y a la vez sólo esas canciones te pueden curar”). Primero con la banda y después en un estilo más íntimo, sólo con Alejandro Martínez al piano y al acordeón, Marwan compartió muchos de los temas de su último disco, un prodigio, y muchos de los clásicos.
Con Tato Latorre, su productor, a la guitarra, y con Funambulista, un grande que le introdujo a aquel, acompañándole con su voz, interpretó Los restos de esta historia, con su letra arrolladora ("¿Y ahora quién vendrá a matar dragones junto a mí? ¿Quién reinará? ¿Quién salvará Madrid, si tú no vas a hacerlo?"). Fue un de las muchas sorpresas que aguardaban a un Palacio entregado. Quizá la interpretación de Ya te estoy imaginando ("Y ahora debo dejar de ser experto en labios imposibles para que mi boca y tu piel se hagan un cuerpo indivisible"), que enlazó con un poema inspirado en la canción, fue el momento más especial y tierno de la noche, el mas bello y romántico.
Pero aquello no había hecho más que empezar. Llegó Ángeles, una canción a la que dijo que tiene especial cariño. Madrid se vino abajo con Puede ser que la conozcas, el gran himno a la ciudad de Marwan, el Yo me bajo en Atocha del siglo XXI. Una canción para celebrar a Madrid, que es un poco como celebrar la vida. “De Madrid al cielo”, gritó tras terminar de cantar esta preciosa canción que presenta a la ciudad que a todos acoge sin preguntar de dónde vienen como“una mujer que no conoce el mar”, que es “bastante exagerada y algo bipolar”, y, parece en fin, “la adolescente que ha cumplido tantos años”.
Se rodeó muy bien Marwan anoche y otro de esos instantes inolvidables de su estreno en el Palacio fue la interpretación de Las cosas que no puede responder con Rozalén, “la única princesa de esta noche”. La genial cantautora agradeció a Marwan que fuero uno de los primeros que la empujó a subirse a un escenario, a mostrar su voz y su enorme talento. Fue una gozada. También lo fue la intervención de Luis Ramiro, a quien Marwan presentó como el mejor cantautor de su generación, y que alabó del autor de Animales que el éxito no le haya cambiado y siga siendo el mismo de siempre. Cuando Marwan cantó junto al público, en la pista del palacio, Carita de tonto, tema que había interpretado otras veces junto a Luis Ramiro, no pocos temimos que no hubiera dúo con él anoche. Pero llegó ese momento, vaya si llegó, con Mi único motor, una de las canciones más bellas de su último disco, lo cual es mucho decir.
Aún quedaban los bises, el regalo para alargar aún más esa noche mágica, cuando llegó ese instante del aplauso sin fin que pretendía sobre todo retener a Marwan en el escenario para siempre. Un día de estos, excepcional, prodigiosa, (“Si quieres yo te cuento las cosas que te pasan, cuando abres al amor dejando la cadena echada. Comprobarás que todas las cosas que no hacemos después son esas mismas cosas que echarás de menos"), dio paso a La vida cuesta, también inmensa, igual que Conviene saber, otro de sus temas del último disco, e igual también que Necesito un país, que siempre despierta al público llamando a un país con más delicadeza y con el puño cerrado y el corazón abierto. Acabó el concierto con una canción alegre y vitalista, para variar, esa fabulosa Canción de autoayuda en la que Marean proclama “pienso saltar más alto, mearle al calendario, jugar al escondite con el desengaño. Pienso seguir viviendo rompiendo las recetas, perder el autobús que lleva a la impaciencia. Pienso ser un buen chico y abrazar más fuerte, las novias que no tuve hoy vendrán a verme. Y voy a enamorarme diez veces por semana...".
En esa canción canta también que piensa disparar contra la realidad, y es lo que hicimos anoche, sí, pero sólo armados de un invencible ejército de versos. 12 de enero de 2018. Qué noche más inolvidable de poesía y música en el Palacio, que sólo terminará cuando se olvide, si es que alguien puede.
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