Feminismo: debates y pasos atrás

"Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre". Con esta precisión define la RAE el feminismo. Y, naturalmente, nada hay que debatir ahí. Como tampoco son debatibles los Derechos Humanos. Ser feminista es, lo repetimos por enésima vez, defender que hombres y mujeres tienen los mismos derechos. Lo contrario no es una opción si se quiere una sociedad igualitaria y decente. Punto final. La segunda acepción de feminismo en la RAE es "movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo". Y ahí es donde llegan todos los debates posibles, incluidos algunos que debilitan esta lucha y alimentan al machismo y al patriarcado, aún tan extendidos en la sociedad, porque no hay consenso en las vías que se deben seguir para alcanzar ese fin. 


La publicación de una tribuna firmada por Catherine Deneuve y otras personalidades en Le Monde, titulada Defendemos la libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual, ha provocado una enorme polémica en Francia, y en todo el mundo occidental. Sobre todo, porque ese manifiesto responde, de forma muy crítica, al movimiento #MeToo, que ha destapado escándalos de acoso en Estados Unidos y que ha generado, al fin, un clima de confianza para denunciar los abusos machistas. Aquella tribuna tuvo una respuesta inmediata de feministas y activistas francesas en France Info, en la que se criticaba el tono de la columna, que básicamente venía a decir que las feministas son unas exageradas y que tocar una rodilla o intentar "robar un beso" no es para tanto. 

Naturalmente, no hay debate posible en el feminismo: es defender la igualdad real entre hombres y mujeres. Quien no esté a favor de esta idea, es un machista. Punto. Todo lo demás, las vías para alcanzar esta meta, sí es debatible, sólo faltaría. Pero no comprendo los argumentos empleados por Deneuve y las otras artistas en su columna de Le Monde. No lo puedo comprender, porque creo que confunden cosas distintas. Hablan de la libertad sexual, algo que precisamente es un pilar del feminismo. Nadie la discute. Nadie cree que censurar los acosos sexuales de hombres que abusan de su poder sea poner coto a la libertad sexual. Es sólo denunciar un delito. Combatir el machismo. No hay nada de puritanismo ahí. En absoluto. 

"Es la característica del puritanismo tomar prestado, en nombre de un llamado bien general, los argumentos de la protección de las mujeres y su emancipación para vincularlas mejor a un estado de víctimas eternas, pobres pequeñas cosas bajo la influencia de demoníacos falócratas, como en los buenos tiempos de la brujería", dice en el artículo. También denuncian supuestos despidos de hombres acusados de acoso. Y ahí es cuando banalizan esos abusos, diciendo que, en fin, tocar una rodilla sin permiso o querer hablar de cuestiones íntimas con mujeres que no tienen la menor intención de hablar en esos términos con esos hombres no son para tanto. Pero resulta que sí son para tanto. Nadie está tomando prestados los argumentos de la protección de las mujeres para vincularlas a un estado de víctimas eternas, entre otras razones no menores, porque esta necesaria oleada de feminismo está comandada, naturalmente, por mujeres. Nadie puede repartir carnets, lógico. Ni unas ni otras. Pero da la sensación de que las firmantes del artículo de Le Monde menosprecian el movimiento #MeToo, como si fuera algo así como una imposición patriarcal, cuando más bien es una revolución liderada por mujeres, con hombres comprometidos como aliados. 

Lo más preocupante del artículo es que da armas a los machistas que ahora se ven legitimados para reafirmar su opinión de que las feministas son cuatro histéricas y de que ellos pueden seguir tocando rodillas y forzando a mujeres. Además, el debate es sano siempre, por supuesto. Y los pensamientos únicos no son recomendables jamás en ninguna cuestión. Ahora bien, sin duda, estos tipos de debates, estas enmiendas a la totalidad del hito más importante del feminismo en muchos años, hacen daño, porque dividen. Y cuando hay división en el lado de quienes quieren la igualdad real entre hombres y mujeres, no otra cosa es ser feminista, los que salen ganando son los machistas. 

"La seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista", afirma el artículo. En la respuesta de un grupo de activistas francesas a la tribuna se responde que aquella tribuna intenta "volver a echar el manto de plomo que habíamos empezado a levantar". Y da en el clavo, a mi juicio, al afirmar que "no se trata de una diferencia de gradación entre el ligue y el acoso, sino una diferencia de naturaleza. La violencia no es una seducción aumentada". Sencillamente, no tiene nada que ver. El feminismo no es esa caricatura chusca de tantos machistas que creen que las feministas odian a los hombres. En absoluto. La sexualidad libre está en la esencia del feminismo. La clave está en el adjetivo. Libre. Todo es aceptable, absolutamente todo, en el campo sexual. Todo lo que se haga libremente por todas las partes que participen. Desde el momento en el que alguien abusa o intenta imponer sus deseos, convirtiendo en objeto a la otra o a las otras personas, hablamos de otra cosa totalmente distinta. Dejemos que sean las mujeres las que decidan si eso es una seducción torpe, pero no demos armas a esos acosadores que van por el mundo como si las mujeres estuvieran ahí para recibir sus piropos o ser manoseadas a su antojo. 

Este debate, en cualquier caso, tiene algo positivo. Y es que el feminismo, la necesaria lucha por la igualdad real entre hombres y mujeres, está vivo. Y el debate se está produciendo, además, en los medios, cuyas constantes vitales siguen muy débiles, pero en ocasiones siguen centrando la atención de medio mundo. Me apena la tribuna de Deneuve y otras personalidades en Le Monde. Sus opiniones son perfectamente respetables y, además, ellas son mujeres y sabrán mucho mejor de lo que hablan que yo. Pero no puedo evitar ver su artículo como un paso atrás, no tanto por lo que ellas y otras personas convencidas de la necesidad de avanzar hacia la igualdad efectiva opinen sobre las vías para alcanzar este punto, sino por la utilización que tantas personas mucho menos convencidas de ello harán de este artículo y de esta división. Quedémonos, en todo caso, con lo positivo de todo esto: el feminismo está vivo y es un asunto que nunca más quedará en un segundo plano. Son los derechos de la mitad de la población los que están en juego. Se acabó el silencio cómplice. Time's Up. 

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