Un discurso más conciliador

El rey adoptó ayer un tono más conciliador en su discurso de Nochebuena que el de aquella intervención en octubre, cuando contribuyó a echar leña al fuego y habló sólo para los convencidos, sin terminar de reconocer que hay una parte importante de la población catalana a la que hay que seducir para que quieran seguir formando parte de España. Ayer, Felipe VI volvió a hablar, sobre todo, a los convencidos, pero lanzó algún mensaje distinto, o eso pareció. Un discurso mejor construido, más completo y tímidamente abierto a cambios. 


El monarca llamó a sentir legítimo orgullo por los avances en las últimas décadas de "una España inspirada en una irrenunciable voluntad de concordia". Durante parte del discurso pareció la clásica intervención de quien saca pecho de todo lo conseguido sin tener en cuenta todo lo que queda por mejorar y los problemas a los que se enfrenta el país. Y fue bastante así, sí, pero al menos reconoció errores o áreas de mejora. Lo hizo brevemente, al afirma que "en el camino que hemos recorrido, desde luego, hay que reconocer que no todo han sido aciertos; que persisten situaciones difíciles y complejas que hay que corregir, y que requieren de un compromiso de toda la sociedad para superarlas". 

Aquella frase puede significar una cosa y la contraria, la verdad. Pero, si queremos ver en ellas un cierto tono de concordia, y desde luego queremos, porque lo consideramos imprescindible, lo encontramos. Igual que cuando dijo que sobre España que "debemos seguir construyendo, mejorándola, actualizándola" o cuando afirmó, ya al final, que está seguro de que "nadie desea una España paralizada o conformista, sino moderna y atractiva, que ilusione; una España serena, pero en movimiento y dispuesta a evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos". De nuevo, según el cristal con el que se mire, pueden ser frases huecas o un cierto reconocimiento de que algo se debe hacer para resolver la fractura política en Cataluña, un problema gigantesco para aquella región y para todo el país. 

Felipe VI habló expresamente de las elecciones del 21 de diciembre. Acertó al afirmar que "España es hoy una democracia madura, donde cualquier ciudadano puede pensar, defender y contrastar, libre y democráticamente, sus opiniones y sus ideas; pero no imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás". También recordó que Cataluña es una sociedad "diversa y plural". Un recordatorio necesario para los independentistas que, sin tener mayoría social, pretenden imponer su proyecto político al resto, pero también, obviamente, necesario para los no independentistas que creen que dos millones de conciudadanos son unos estúpidos o unos malvados peligrosos por defender ideas políticas distintas a las suyas. En efecto, si algo deja claro el resultado de las elecciones es que Cataluña es una sociedad plural y divida en dos, en la que las dos partes, las dos, deben reconocer al adversario y respetarlo. 

El rey habló también de otros asuntos, como la economía, campo en el que reconoció mejoras, aunque señaló que la desigualdad ha crecido con la crisis y que la creación de empleo estable sigue siendo algo quimérico. Recordó a las víctimas de los viles atentados terroristas en Barcelona y Cambrils, hizo una muy breve alusión a la corrupción, llamó a un compromiso global con el cambio climático y, en este 2017 de necesario y halagüeño resurgir feminista, habló con claridad de la violencia machista, que tildó de "criminal y cobarde" y de la que dijo que es "una lacra inadmisible que nos hiere en nuestros sentimientos más profundos y nos avergüenza e indigna". Este último punto fue quizá el más acertado de una intervención en la que, afortunadamente, su tono respecto a Cataluña fue mucho más conciliador que el de octubre. Este parece más bien el camino a seguir si lo que queremos es que haya reconciliación y convivencia. El discurso, obviamente, desagradará a los independentistas y también a los muy convencidos nacionalistas españoles que reclaman mano dura. Pero estaría genial que la política, allí y aquí, dejara de dirigirse a esos extremos. 

Comentarios