Resumen cultural del 2017 (I): Libros

No hay artículo más manido en estas fechas que el de los mejores libros del año, pero tampoco existe una mejor forma de despedir 2017 que recordando las lecturas más agradables, las que más emocionaron o hicieron pensar, la que hicieron de cada día de los últimos doce meses un día especial. No pretende esto ser una lista exhaustiva de los mejores libros del año, ni siquiera una selección de las algo más de 50 críticas compartidas este año en el blog. De hecho, algunos de los libros que mencionaremos no han sido publicados precisamente este año, y sin duda la memoria borrará alguna obra que no merezca tal olvido. Es sólo un recuerdo de lo más bello del año, de las lecturas que más he disfrutado. 

La primera que destaco sin dudar es Bienvenidos a Occidente, de Mohsin Hamid. El drama de los refugiados, ese que ya tanto hemos olvidado todos, se aborda en esta hermosa novela como una fábula, como la bella historia de una pareja que viaja al extranjero en busca de una vida mejor, atravesando puertas que simbolizan los viajes de tantos seres humanos que escapan de las guerras y tantas veces no encuentran más que la indiferencia de Occidente. Con un estilo delicado y lleno de lirismo, asistimos a una historia humana que simboliza todas las vidas que hay detrás de las frías cifras de desplazados. Una delicia. 


Muchos de esos refugiados llegan a Europa, el mejor proyecto en muchas décadas, pero en claro momento de crisis, no ya económica, sino moral. Esa Europa que está fallando a los refugiados no es la que admiraba Stefan Zweig, quien puso fin a su vida por la desesperación de ver desde el exilio a su querida Europa devastada por fanatismos y guerras. El mundo de ayer, obra maestra, es un libro imprescindible para entender el siglo XX. Desde su comienzo, cuando explica que nació en un imperio que ya no existe ("no se molesten en buscarlo en el mapa: ha sido borrado sin dejar rastro"), el autor rememora ese mundo de ayer con melancolía y preocupación por un futuro gris. Es un libro excepcional, fascinante, del que uno rescataría casi cada pasaje, cada página. Leemos a un autor pacifista y amante de la cultura, que siente un dolor físico cuando ve las tropas nazis invadiendo París, "la ciudad de la eterna juventud", de la que escribe que "ninguna desgracia personal me ha afectado, conmocionado y desesperado tanto como la humillación de esa ciudad que, como ninguna otra había sido agraciada con el don de hacer feliz a todo aquel que se acercara a ella". 

La capital francesa da título y esencia a París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas, que tampoco es precisamente un libro publicado este año. Una obra portentosa en la que el autor, cargado de ironía, recuerda su juventud en aquella ciudad, siguiendo los pasos de escritores queridos. El libro, delicioso, es un canto de amor a París, de la que leemos frases como que "después de vivir en París, uno queda incapacitado para vivir en cualquier sitio, incluido París" (John Asbery) o aquella otra de "cuando la primavera llega a París, incluso si es una falsa primavera, la única cuestión está en encontrar el lugar donde uno pueda ser más feliz" (Ernest Hemingway). 

Otra de las obras que vienen automáticamente a la cabeza a la hora de recordar las mejores lecturas del 2017 es Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin. Relatos personales, duros, pero también con un punto de humor. Su redescubrimiento editorial fue una de las noticias literarias del pasado año. De esta obra se puede decir lo mismo que leemos en un pasaje de uno de los relatos, en el que se habla de la Ciudad de México: "hay destellos de tal belleza, ternura y color que te dejan sin aliento". Es exactamente así. Igual que cuando escribe en otro relato que "el mundo sigue girando. Nada importa mucho, ¿no? Me refiero a importar de verdad. Sin embargo a veces de pronto, durante apenas un segundo, se te concede la gracia de creer que sí, que importa muchísimo". O esa descripción precisa y hermosa del amor, cuando leemos que "creo que el mundo no me gustaba de verdad hasta que conocí a Joe". Si sólo pueden leer un libro este próximo año, que sea este. 

El año ha ido un poco de descubrimientos de autoras clásicas, como ha ocurrido con Margaret Atwood, autora de El cuento de la criada, en su caso, por la realización de una serie basada en su obra. Esta distopía, con marcado carácter feminista, ayuda a reflexionar sobre la realidad, como hacen las mejores obras que inventan futuros distintos y peores. Un relato que es, a la vez, alerta contra el fanatismo religioso y contra el machismo. Lo mismo cabe decir sobre este último punto de Los hombres me explican cosas, un conjunto de ensayos feministas de Rebecca Solnit, una lectura necesaria, una voz contundente contra el machismo, una senda en la que todavía tanto queda por caminar. 

2017 ha sido también un año en el que he podido seguir explorando obras de autores admirados. La decisión de Anagrama de publicar un compendio con tres de las obras más reconocidas de Emmanuel Carrère me permitió seguir disfrutando de la prosa áspera y directa del autor francés, el que llega donde muy pocos, el que siente una atracción especial por el lado más oscuro del ser humano. El adversario, esa historia brutal (y real) de un mentiroso patológico que no encontró otra forma de acabar con su farsa que asesinar a sus seres queridos;  De vidas ajenas, en la que el autor nos muestra el momento exacto en el que descubre a un personaje para su novela y nos desentraña su vida, entre confesiones honestas sobre él mismo; y Una novela rusa, obra en la que Carrère da rienda suelta a esa especial relación que le une a Rusia, completan una de las publicaciones que más he disfrutado este año. Tiene algo Carrère que muy pocos otros autores tienen. 

Otro autor al que se he seguido conociendo, y amando un poco más a cada línea, es Jorge Luis Borges, del que he leído este año Otras inquisiciones, en una edición antigua que compré en una librería de viejo de Buenos Aires, en San Telmo, y también en la excepcional Antología del cuento argentino, de la editorial El Ateneo, que también compré en aquella ciudad, la más europea de allá. Este último libro fue el mejor regalo que me traje de aquel país al que quería regresar ya antes de volver. Las antologías de relatos suelen adolecer de una cierta irregularidad, pero en este caso hay un puñado de cuentos inolvidables, de autores modernos y clásicos. Estructurado en varias temáticas: Los clásicos, Homenajes literarios, Misterios y peligros, Amor y todos los amores, Crímenes y otras muertes, La historia como ficción y Los nuevos. 38 relatos en total, que comienzan con La forma de la espada, de Borges, en la que uno descubre a autores a los que desea seguir la pista. 

De Borges y su capacidad de mezclar realidad y fantasía, bebe sin duda Haruki Murakami, el eterno candidato al Nobel, del que este año nos ha llegado De qué hablo cuando hablo de escribir, una especie de ensayo que incluye al tiempo memorias del escritor japonés y reflexiones sobre su oficio, como que no piensa que escribir sea una tarea adecuada para personas muy inteligentes. Se resta importancia, se mira a sí mismo con distancia y sentido del humor, pero también comparte detalles jugosos para todos los amantes de su literatura. Por mi parte, sigo con mi labor de explorador de sus obras pasadas y este año he disfrutado de Tokio Blues, una de sus más exitosas novelas; Baila, baila, baila, que continúa la alocada historia de La caza del carnero salvaje; y El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, una de sus obras que más he disfrutado, Murakami puro, con mundos paralelos, personajes misterios y pasajes en los que su prosa y su imaginación te envuelven en una ensoñación de la que no quieres escapar. En esta obra leemos: "Lo que yo pienso es que el mundo está constituido de forma que contiene varias -o, para decirlo sin ambages, infinitas- posibilidades. Y la elección entre estas reside, hasta cierto punto, en cada uno de los individuos que lo componen". 

Este artículo ya va quedando algo largo, pero no puedo dejar de mencionar algunas otras obras de no ficción, como el portentoso Lingo, de Gaston Dorren, que se presenta como una "guía de Europa para el turista lingüístico" y es mucho más que eso. Repasa el autor todos los idiomas que se hablan en el Viejo Continente, una de sus mayores riquezas. De cada idioma repasa su historia, su situación actual y algunas anécdotas. Una maravilla de obra, igual que La España vacía, de Sergio del Molino, que fue el mejor ensayo en opinión de la crítica el año pasado, y que yo he leído este. Es, por decirlo con brevedad, uno de esos libros por los que uno lee. Tiene todo lo que espera encontrar: un tono ágil, una mirada lúcida a la realidad de la España rural y un relato bien construido que fascina. 

Buena parte de los libros que he leído este año han sido regalos de gente que me quiere bien y me conoce mejor. Uno de esos regalos fabulosos de las pasadas navidades fue el de doce libros, para leer uno cada mes. Y entre ellos estaba el excepcional Una breve historia de casi todo, de Bill Bryson, el mejor libro de divulgación científica que he leído, una invitación al conocimiento y a la curiosidad, una delicia. También es muy sugerente, ya desde el título, En defensa del error, de Kathryn Schulz. 

Y acabo, ya sí, con el muy recomendable libro Las defensas, de Gabi Martínez, un descarnado relato basado en la historia real de un médico que padece la enfermedad que investiga; y con Sabina. Sol y Sombra, de Julio Valdeón, una obra imprescindible para los amantes del genio de Úbeda, autor de la banda sonora de tantas vidas. El libro repasa su vida y su obra con exhaustividad y se disfruta tanto como los discos de Sabina. Su biografía definitiva, una muy buena para regalar en Reyes a quienes amen al juglar moderno autor de 19 días y 500 noches, Calle Melancolía, Princesa y tantas otras joyas. Una de las obras que con más placer recuerdo al despedir este 2017. 

Comentarios