Paso adelante del independentismo

Ningún independentista puede defender con rigor que lo vivido ayer en Cataluña fue un referéndum con las mínimas garantías, del mismo modo que ningún no independentista puede negar que las escenas de las violentas cargas policiales refuerzan al independentismo y dan al mundo una imagen espantosa de España. Obviamente, la consulta de ayer fue declarada ilegal por la justicia. Naturalmente, la obligación del gobierno era evitar que se celebrara. Pero, evidentemente, la forma en la que ayer la policía empleó la fuerza por mandato del gobierno contra los ciudadanos catalanes que acudían a votar fue excesiva. Quizá no somos del todo conscientes del terrible daño que hará la actuación policial, en forma de desgarro entre Cataluña y el resto de España (más allá de las ideologías de cada cual, pues muchos no independentistas quedaron ayer espantados por esas imágenes), pero también por la visión de España en el mundo. No hay más que ver hoy las portadas de muchos medios internacionales, con titulares como "Vergüenza de Europa" o "La derrota de Rajoy". 



Lo que sucedió ayer fue, más o menos, lo que se esperaba que ocurriera. Era una situación endiablada para el gobierno central, cierto. Si la consulta se celebraba, ganaban los independentistas, porque se pongan como se pongan los contrarios a la independiente, que más de dos millones de catalanes acudan a un acto (por muy ilegal que sea) como este es una exhibición de fuerza del bloque soberanista. Y si la consulta se impedía por la fuerza, también ganaban los independentistas, porque la imagen sería la de las porras contra las urnas. Pues bien. El independentismo ganó ayer por ambas cosas: la consulta (aunque sin la menor garantía, con unas carencias democráticas atroces) se celebró y, además, el gobierno ordenó a policía y guardia civil emplear la fuerza contra los votantes. Es decir, el independentismo podía sacar partido de dos circunstancias y así ha sido, mientras que el gobierno pagará el peaje de recurrir a la fuerza sin que le sirviera de nada, porque sólo cerró un puñado de colegios electorales. Vimos las fotos de ciudadanos votando y también las de los policías retirando urnas y golpeando a manifestantes. Por cierto, vimos también agresiones de algunos ciudadanos a policías y guardias civiles, algo tan impresentable como los excesos de algunas actuaciones policiales. 

Cualquier persona que no esté intoxicada de sectarismo reconocerá que lo de ayer no es un referéndum ni nada parecido. Lo del censo universal, que permitía de facto votar más de una vez, era un escándalo. No había rigor alguno, ni apariencia democrática. Nadie puede interpretar el resultado de la consulta de ayer como una votación legal ni regulada. Porque no lo fue. Obviamente no lo fue. Y la inmensa mayoría de los independentistas lo sabe. Pero, precisamente por eso, porque quedó claro desde el principio que esto no era una consulta vinculante ni homologable a un referéndum legal, se entienden menos las violentas cargas policiales del gobierno. Si todos teníamos claro que lo de ayer no tenía valor alguno, para qué emplear la violencia de esa manera, cuando el gobierno se podría haber limitado a no reconocer el resultado de la farsa. 

Pero es que, además, el gobierno fracasó. Creo que ordenar cargas policiales como las vistas ayer fue un error pero, puestos a tomar esa decisión tan expeditiva, al menos cabría esperar cierto éxito. Y no lo hubo. En absoluto. Se cerraron unos pocos colegios y en los demás se siguió votando con normalidad. A media tarde, quizá tras ver el gobierno el tratamiento a lo ocurrido en los medios internacionales y las declaraciones condenando la violencia de políticos europeos como el primer ministro belga, cesaron las cargas policiales. La intervención de Rajoy fue surrealista, sobre todo cuando llegó a decir que España había sido ejemplar para el mundo, ese mundo que criticaba con dureza la violencia policial en las calles de Cataluña. Cierto es que, de lo vivido ayer, también es preocupante la inacción casi total de los Mossos. 

Carles Puigdemont intervino por la tarde, para dejar caer que declararía la independencia unilateral de Cataluña esta misma semana. Hace mal el presidente catalán en empecinarse en esta huida hacia adelante. Su planteamiento político, no nos cansaremos de decirlo, es legítimo, pero siempre que se defienda por los cauces adecuados. Saltarse abiertamente la ley y fomentar la confrontación y la fractura con la mitad de la población es de una irresponsabilidad inmensa. El presidente catalán sabe que su deriva no le conduce a nada bueno. Lo de ayer no tuvo la menor credibilidad democrática. 

Ahora bien, las imágenes de las cargas policiales de ayer refuerzan al independentismo y, sobre todo, las reclamaciones de un referéndum legal en Cataluña. Esa opinión ya era mayoritaria en Cataluña, entre independentistas y no independentistas. Después de lo ayer, sin duda, lo será más. Porque se vio un empleo desmedido de la fuerza contra ciudadanos pacíficos. Lo de ayer no fue un referéndum, claro que no. Pero sí una manifestación política de primer orden. Nos podemos creer más o menos los datos de participación que dio ayer el Govern. Pero, obviamente, negar que una parte muy importante de la población catalana participó ayer en el acto, a pesar de la presión policial y de que la votación era ilegal, es estéril. No conduce a nada ver la realidad como nos gustaría que fuera y no como es. Ayer muchos ciudadanos catalanes votaron, mayoritariamente a favor de la independencia. Y volvemos aquí a la clave de este problema: no es un asunto legal, o no sólo, es fundamentalmente un asunto político. Legalmente, la consulta de ayer no tiene validez. Políticamente, fue un día de enorme trascendencia. Y quienes salieron reforzados fueron los independentistas, tanto en imagen internacional como por lo que tienen de revulsivo las escenas de violencia de ayer. 

Ahora, lo más probable es que el gobierno catalán proclame la independencia, lo que conduciría al gobierno central a intervenir la autonomía mediante el artículo 155 de la Constitución. Mañana hay convocada una huelga en Cataluña. La situación no puede ser más tensa e inestable. Los cientos de heridos de ayer, lógicamente, no ayudan a calmar las aguas. La cerrazón fanática del Govern, tampoco. Ni la falta de alternativas del gobierno central más allá de su defensa (sólo faltaría) del cumplimiento de la ley. Ayer fue un día muy triste para Cataluña y para España. Seguimos esperando a la política de altura, pero quizá sea mucho esperar en esta Cataluña y en esta España

Estos días que las banderas inundan las calles, amenazantes, remarcando diferencias, provocando confrontación, recuerdo un fragmento de un hermoso poema de Benedetti llamado ¿Qué pasaría

¿Qué pasaría si quemamos
todas las banderas para 
tener sólo una, la nuestra, 
la de todos, o mejor
ninguna porque no 
la necesitamos?

¿Qué pasaría si de pronto
dejamos de ser patriotas para 
ser humanos?

No sé... me pregunto yo: 

¿Qué pasaría...? 

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