Ayer vi por las calles de Madrid los primeros carteles promocionales del World Pride 2017, la gran fiesta del Orgullo LGTB que acogerá la capital desde el próximo 23 de junio. "Ames a quien ames, Madrid te quiere", reza el cartel. Esta publicidad nos recuerda que falta menos de dos meses para que personas de todo el mundo acudan a Madrid a celebrar la diversidad, en una fiesta positiva en la que festejar lo avanzado en la igualdad, pero también para reivindicar el largo trecho que aún queda por recorrer. En sociedades como la nuestra, donde raro es el fin de semana en el que no se produce una agresión a parejas homosexuales. Y también, especialmente, en otros lugares del mundo donde lesbianas, gays, transexuales y bisexuales sufren una persecución atroz y medieval. El cartel promocional del World Pride, con los colores del arcoíris, alegre, vitalista, que lanza un mensaje positivo, de respeto y celebración de la diversidad, contrasta con el espanto de la vida de miles de personas en muchos países del mundo donde ser gay es un delito que puede costar incluso la vida. Así que, mientras preparamos en Madrid una fiesta que debe ser alegre y positiva, que visibilice la igualdad, no debemos olvidar cuánta homofobia nos rodea, en nuestro países y lejos.
Conviene por ello centrar nuestra atención en Chechenia, donde medios de comunicación y ONG han denunciado redadas contra homosexuales e incluso la existencia de campos de detención para personas que aman diferente. Es una situación gravísima de la que es responsable directo el gobierno de aquella región y, a su vez, el gobierno ruso, que mira hacia otro lado e ignora la persecución a la que están sometidos los homosexuales en territorio checheno, una región extraordinariamente homófoba y ultraconservadora, gobernada por la más inflexible concepción de las tradiciones y la religión musulmana.
Las denuncias son estremecedoras. Se habla de detenciones, sólo por ser gays. De torturas espantosas para confesar quiénes son las personas de su entorno, porque estos energúmenos consideran que todos los que rodean a un homosexual son igualmente homosexuales y, por tanto, personas que perseguir. De detenciones en centros construidos expresamente para encerrar a lesbianas, gays, transexuales y bisexuales. Incluso de muertes, hasta tres denunciadas por ONG que trabajan en la zona, donde hasta algunos presuntos de dfensores de los Derechos Humanos dicen que allí no hay homosexuales, que es absurdo denunciar esta persecución.
La respuesta del gobierno checheno, protegido por Vladimir Putin, a estas denuncias, no es precisamente tranquilizador. Más que un desmentido, es la confirmación de su homofobia y de las redadas contra gays. Según un periódico local, hasta 100 hombres homosexuales han sido detenidos en las últimas semanas. ¿La respuesta del ejecutivo checheno? Imposible, porque en Chechenia no hay gays y, además, si por un casual hubiera algún pervertido, su familia le habría enviado muy lejos, donde no pudiera volver. Son palabras textuales de responsables del gobierno de aquella región, donde los gays sufren un acoso por parte de las autoridades, ante un mundo que prefiere ignorar las atrocidades.
"No soy un experto en el campo de la orientación sexual no tradicional". Esta fue toda la respuesta del portavoz del presidente ruso cuando se le preguntó por esta agresión a los homosexuales en Chechenia. El secretario de prensa del gobierno de Chechenia, por su parte, dijo que los informes de las ONG denunciando las detenciones masivas de homosexuales es "probablemente una broma del día de los inocentes". A Putin, obviamente, no le incomoda esta campaña de acoso, entre otras cosas, porque comparte la homofobia del gobierno checheno al que protege. Hace cuatro años, Rusia aprobó una ley contra la propaganda gay, es decir, contra los gays, que considera delito darse un beso en público o que haya cualquier muestra de cariño entre dos hombres o entre dos mujeres, por si este gesto de amor traumatiza a los niños. Mucho mejor será, claro, que presencien detenciones de personas perseguidas sólo por amar diferente.
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