Figuras ocultas

El adjetivo "necesario" es quizá el más escurridizo y peliaguado que se puede emplear para describir una película, porque parece que se está hablando de algo más que de cine, porque se concede al filme una responsabilidad que excede lo puramente cinematográfico. Y, sin embargo, Figuras ocultas, de Theodore Melfi, es una película necesaria. Necesaria porque narra una historia que merece ser contada, que esta sociedad necesita conocer. Necesaria porque adopta un compromiso claro, por la igualdad real entre hombres y mujeres y entre personas de distintos colores de piel. Necesaria porque quien no conoce su historia está condenado a repetirla, y no hace tanto en Estados Unidos había establecimientos y puntos reservados para negros, atrás en los autobuses, escondidos en las bibliotecas o en cualquier otro espacio público. Necesaria porque no se conforma con plasmar una apasionante historia real, sino que además lo hace con buen pulso narrativo, construyendo unos personajes con los que el espectador conecta desde el principio. Necesaria, en fin, porque es una gran película y porque el cine sirve para algo más que entretener, también ayuda a pensar, a conocer mejor el pasado, a hacer justicia con personajes deslumbrantes que, por ser mujeres negras, quedaron relegadas a un segundo plano. 



Esta película necesaria cuenta la historia de tres brillantes matemáticas que trabajan para la NASA. Años 60. La carrera espacial es asunto de Estado. La Unión Soviética lleva la delantera, en la desquiciada lógica de la Guerra Fría, en la que se gastaron miles de millones en armamento o en enviar cohetes al espacio. El programa espacial estadounidense trabaja a destajo para poner a un hombre en órbita, para ponerse a la altura de los soviéticos y ser capaces de enviar a un astronauta a la Luna. Y en esa labor juegan un papel decisivo estas tres científicas, interpretadas con gran talento por Taraji P. Henson (protagonista de la serie Empire), Octavia Spencer (nominada con mucho fundamento al Oscar a mejor actriz de reparto) y la actriz y cantante Janelle Monáe

La historia de las tres, que deben abrirse paso contra un doble prejuicio, el machismo y el racismo, es el hilo conductor de la cinta. Sus personajes existieron en realidad y en el final del filme se cuenta su historia. Tres mujeres pioneras y brillantes que tuvieron que demostrar el doble que sus compañeros hombres. Y, además, luchan contra la discriminación racial. Tienen su propia sala, sólo para calculadoras negras, y sus propios cuartos de baño. No pueden sentarse en los asientos delanteros de los autobuses. Sólo pueden elegir libros de la biblioteca que estén en la sala reservada para los negros. Algo está cambiando, ya ha habido protestas, Martin Luther King es un personaje público cuya voz se escucha cada vez más. Pero queda mucho por avanzar. Y sólo la brillantez y la excelencia intelectual de estas tres mujeres les permitirán, a muy duras penas, abrirse camino. 

"Si fueras un hombre, ¿te gustaría ser ingeniero?", le preguntan en un momento del filme a Mary Jackson (interpretada por Janelle Monáe). "Si fuera mujer, ya sería ingeniera", responde. Jackson fue la primera mujer afroamericana que se tituló como ingeniera. Lo hizo tras una batalla legal para poder estudiar en un centro sólo para blancos. Junto a ella están Katherine Johnson (Taraji P. Henson), que fue decisiva en el proyecto espacial estadounidense, y Dorothy Vaugan (Octavia Spencer), quien también hizo historia y fue reconocida como una de las mentes más brillantes de su tiempo en la NASA. 

El filme recuerda algo que, no por conocido, impacta menos, la segregación racial absoluta que existía en Estados Unidos hasta hace tres días. El rechazo a otras personas sólo por ser negras. "No puedo cambiar mi color de piel", dice una de las protagonistas en una escena. "En la NASA todos meamos del mismo color", escuchamos en otro momento. Hasta lo más cotidiano, como ir al servicio, sirve para marcar distancias, para establecer diferencias entre blancos y negros. La cinta acierta a señalar lo injusto de la situación de estas tres mujeres, que sufren el doble techo de cristal, por ser de otro color de piel y por ser mujeres. Quien no las considera incapaces por ser mujeres lo hace por ser negras. O los dos prejuicios a la vez, que es bien sabido que suelen ir de la mano. Casi lo de menos es cómo avance la carrera espacial, de la que también se ofrecen detalles, y de la que el filme también consigue transmitir la trascendencia que la sociedad estadounidense le otorgó en aquel momento. 

Por cierto, aparece en el filme, como un matemático friki encerrado en sus números, Jim Parsons, el mítico Sheldon Cooper de la serie The Big Bang Theory. También actúa Kevin Costner, quien da vida al responsable del proyecto espacial. Porque también se observa bien cómo en los puestos de mando sólo hay hombres blancos, aunque el trabajo en segundo plano de mujeres negras sea trascendental. Figuras ocultas cuenta una historia que necesitábamos conocer y que necesitan ver, sobre todo, los machistas y racistas que aún pueblan este mundo. Una cinta necesaria y muy recomendable

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