Bajo terapia

El mayor aliciente de Bajo Terapia, la obra creada por Matías del Federico y dirigida por Daniel Veronese, que se representa en el Teatro Marquina de Madrid, es que encierra mucho más de lo que aparenta, que tiene más profundidad e intrahistoria de lo que parece a simple vista. Es una de esas obras de teatro que se debe mirar de forma retrospectiva, del final al principio, de atrás hacia adelante. Hay un giro, que naturalmente no revelaré, cerca del desenlace de la obra que le da un sentido mayor. Y, a la luz de ese cambio, de ese vuelvo de guión, todo lo visto anteriormente cobra un nuevo significado. El público sale de la obra hablando de las brillantes interpretaciones y de los diálogos ágiles y trepidantes pero, sobre todo, sale hablando de su final. Y revisando el porqué de esta o aquella situación, de este o aquel diálogo. 

El punto de partida de Bajo Terapia es, de entrada, similar a la de la exitosa Toc, toc. En esta última, pacientes con distintos trastorno obsesivos compulsivos acuden a un afamado terapeuta que promete curar esos problemas en una sola sesión. Pero el doctor se retrasa y comienza una improvisada terapia de grupo en la que nada es exactamente lo que parece. Igual ocurre con Bajo Terapia. En ella, tres parejas con problemas asisten a una sesión con su psicóloga. Desconocen que ella no estará presente y que se tratará de una terapia de grupo


Sirve la obra, aunque finalmente sea algo más, algo muy distinto, como comedia moderna e inteligente sobre las relaciones de pareja. Cada una con sus problemas. La educación de los hijos, la falta de compromiso, secretos del pasado, machismos, actitudes de control, celos, desconfianza... Circula por el escenario una retahíla de problemas de convivencia, los propios de las distintas fases del amor. Gorka Otxoa y Manuela Velasco dan vida a una pareja joven, en plena fase del enamoramiento, felices, risueños, sin aparentes problemas. Justo lo contrario que el matrimonio que forman Carmen Barrantes y Juli Fábregas, que tras 20 años casados no pierden la ocasión de enzarzarse en una disputa por cualquier asunto. Y luego están Juan Carlos Bellido y Carmen Ruiz, más callados, sobre todo ella, reticentes a compartir con esos cuatro extraños sus intimidades. Los seis intérpretes cumplen con nota, en un guión muy ágil y exigente en el que todos ellos llenan de verdad a sus personajes, que van mostrando su verdadera cara a medida que avanza la historia. 

La psicóloga plantea un ejercicio para ayudar a las tres parejas, en las que les pide compartir lo que les ha llevado allí, qué es lo que falla en su relación, y aportar su visión sobre distintos campos de las relaciones de pareja, del sexo a los celos. La obra da lugar a situaciones hilarantes, muy divertidas, pero en la mayoría de los casos, tras la carcajada, queda algo más. Por la precisa aproximación a los problemas de pareja, tan reconocibles en la función, tan auténticos. Porque, entre risas, se dicen no pocas verdades, o al menos, se aprecian comportamientos y actitudes fáciles de encontrar en nuestra vida cotidiana. Porque hay momentos en los que la risa se congela y da lugar a la reflexión. Porque, en ocasiones, hay espectadores que ríen y otros que abren la boca, pero más por asombro o rechazo. Porque es una obra nada autocomplaciente, que podría conformarse con levantar carcajadas continuas pero, además de hacer esto, va más allá. Es una de esas comedias urbanas que triunfan en las ciudades porque aciertan a servir de espejo de las sociedades modernas

Si se busca pasar un buen rato, Bajo Terapia es una opción fabulosa para divertirse, hasta el punto de que en algunos momentos de las dos horas de función las carcajadas del público impiden escuchar los diálogos enteros. Pero si quiere algo más, una comedia inteligente, una obra que sorprenda y pase, como la vida, de la comedia al drama, del comentario jocoso a experiencias más duras, de la risa a la reflexión, Bajo Terapia es una opción excepcional

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