La lectura en España

Cada vez que conocemos informes sobre hábitos de lectura en España las reacciones son las mismas: algunos artículos lamentando las cifras en periódicos que, precisamente, cada vez leen menos los españoles. Esta vez en el gremio de editores el que da la voz de alarma con el informe La lectura en España. Informe 2017. Y, sí, los datos vuelven a ser desalentadores. Como ya recogió el CIS hace unos meses, el 39,4% de los españoles no ha leído ni un libro el último año. Escribimos entonces, y recordamos ahora que, como escribió Borges, "la lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz". Pero eso no significa que no lamentemos vivir en una sociedad que lee poco, porque estas son las más manipulables y porque quien no lee libros está condenado a pensar lo que otros quieran que piense. 

Esto no va, pues, de imponer nada a nadie. Pero sí es pertinente que el gobierno lance un plan de fomento de la lectura, como el que piden los editores. Son parte interesada, claro, ellos quieren vender libros. Pero quien gana del ejercicio de la lectura es, sobre todo, el lector. Hay varios datos alarmantes en el informe publicado ayer, además de ese inmenso 39,4% de españoles que vive de espaldas a la literatura. Uno de los más relevantes es el que se refiere a las bibliotecas. Su número se mantiene (había 6.717 en España, un 60% públicas, en 2014, últimos datos conocidos). Pero, y aquí viene lo importante, sólo las utiliza una cuarta parte de la población, se hicieron ocho millones de préstamos menos que cuatro años antes y la inversión en adquisiciones ha caído drásticamente, de 1,5 euros por habitante a 0,56 céntimos. 

Hacer del acceso a la cultura algo que esté al alcance de todo el mundo, sea cual sea su situación económica, es clave. Una labor que concierne a las autoridades. Y los datos muestran cómo se ha destinado mucho menos dinero a las bibliotecas públicas, lo cual supone poner más trabas a los ciudadanos con menos recursos para acceder a novelas, ensayos, poemas. 

Hay otro dato inquietante, muy preocupante. En 2013, el número de librerías se redujo en 700, hasta los 3.650. Dramático. Desolador. El cierre de una librería es el final de miles de historias, es clausurar un espacio que va mucho más allá de la realidad, que abre puertas a otros mundos, que invita a la reflexión, que ofrece multitud de aventuras, sueños, anhelos, pensamientos y tramas originales y provocativas a quien entra en ellas. El cierre de una librería causa un daño irreparable, a pesar de lo cual en los últimos años hemos asistido impávidos al goteo de clausuras, como si no fuera con nosotros, como si no empobreciera a toda la sociedad. Y también han caído en picado los puestos de venta de prensa, un 25% menos en la última década. 

Alegarán los optimistas que no sólo se lee en papel. Y es verdad. También se lee en pantallas de ordenador o de móvil. Casi toda la prensa, de hecho, se consume ya a través de esas pantallas. Y es leer igualmente, aunque los puristas nos resistamos a abandonar el papel, el tacto rugoso de las hojas al pasar las páginas. Internet no sólo es una amenaza, también aporta oportunidades. Y celebro que el informe destaque como aspecto positivo la aparición de los conocidos como booktubers, youtubers que recomiendan lecturas en sus canales de vídeo. O los blogs de literatura. La poesía, por ejemplo, de los grandes clásicos, es hoy totalmente accesible a través de Internet. Tantos espacios donde se comparten lecturas, donde se comentan los últimos libros, los mejores descubrimientos. Más que un rival, debe ser un aliado para fomentar la lectura. Puede ser una tabla de salvación, al fin y al cabo. 

El informe del gremio de editores también indican que leen más los jóvenes, los universitarios y quienes viven en municipios de más de un millón de habitantes, lo cual señala también la necesidad de fomentar la lectura en los pequeños pueblos. Hay pocos espacios más esperanzadores y necesarios que una buena biblioteca en un pueblo. Y, claro, el informe también habla de la educación. Clave para todo lo demás. Lamentan los editores que la nueva ley de educación diluya el tiempo dedicado a la lectura en otras actividades. Con todo, lo vital es despertar el interés por la lectura en los jóvenes, no imponer. Porque lo que se toma como una imposición, generalmente, no se disfruta. Pero padres y profesores deben saber que le están dando un arma poderosa a los jóvenes, el futuro de la sociedad, si les inocula el virus de la lectura, que conduce la espíritu crítico, a la curiosidad, a la mente abierta. Como en casi todo, la educación debe salvarnos como sociedad. 

No sé si podemos ser optimistas, con la eclosión de tantos entretenimientos (tabletas, juegos de móvil, series de televisión....) pero los datos son tozudos y cada año es la literatura infantil y juvenil la que sostiene las ventas de muchas editoriales. Y aquí, creo, casi cualquier obra es bienvenida. Poco importa, en los inicios, que la calidad literaria no sea excelsa. Lo importante es que los niños se habitúen a tener un libro entre las manos, a echar a valor la imaginación, a conocer otras voces, otras historias. En un país que tuviera las prioridades en su sitio, el dato de que un 39,4% de los ciudadanos no lee debería encender todas las luces de alarma. Pero vivimos en España

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