Resumen cultural del año (y V)

Igual que en 2015, despedimos el año recordando los viajes relatados los últimos 366 días. Porque los viajes enriquecen, ilusionan, enseñan, permiten vivir la vida más intensamente, hacen que el tiempo corra a una velocidad diferente. Primero fue una escapada a Toledo, portentosa ciudad imperial, donde convivieron durante siglos musulmanes, judíos y católicos, y que conserva huellas de esa época de convivencia de las tres culturas. Después, París, la ciudad de la luz, un museo al aire libre, con innumerables lugares atractivos, en especial Montmartre, el barrio de los pintores. También hemos contado en este blog viajes a Milán, a Piedralaves, a Donosti, a Barcelona, a Oporto y Lisboa, y, por supuesto, a Argentina



En este último artículo del año nos centraremos en los aspectos culturales de estos viajes, en los museos o monumentos visitados. Por ejemplo, el Espacio Dalí en París, en pleno Montmartre, donde se exponen obras del genio ampurdanés. "El surrealismo soy yo", se lee una cita de Dalí en uno de los espacios del museo. Es una pinacoteca pequeña, pero que reúne pinturas y esculturas del artista, entre las que destacan distintas versiones de La persistencia de la memoria, los conocidos relojes blandos de Dalí. 

También recuerdo con especial interés el Museo del Novecento de Milán. Situado en plena plaza del Duomo, que reúne obras del movimiento futurista. En un país como Italia, cuna del Renacimiento, lo que uno espera encontrar son obras clásicas, pero esta pinacoteca se centra en las creaciones artísticas del siglo XX, época de fascismos y radicalismos. El museo no deja de explicar en ningún momento que el movimiento futurista dio soporte estético, artístico y político a Mussolini. Su equivocado posicionamiento político no reduce, sin embargo, el atractivo artístico de la muestra, donde se expone uno de los movimientos de vanguardia del pasado siglo, que surge, como los demás, con el propósito de reventar los esquemas artísticas vigentes en aquel tiempo. 

Esta frase, incluida en el manifiesto del futurismo: "queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad... Queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo". El museo incluye una pieza, Mierda de artista, que es exactamente eso que anticipa el título, un recipiente con excrementos de Piero Manzoni, que critica con esta obra la petulancia y los excesos del mundo del arte. 

En Toledo, además de la Catedral, las sinagogas, el espectacular Monasterio de San Juan de los Reyes y la Iglesia de Santo Tomé, donde uno puede pasarse horas contemplando cada detalle de una de las obras cumbre de El Greco, El entierro del Conde Orgaz, visité precisamente el Museo del Greco. Doménikos Theotokópoulos, El Greco, vivió en la ciudad imperial durante años. Primero, trabajando para la Iglesia, aunque perdió el favor de la cúpula católica, descontenta con algunas novedades estéticas, como pintar un cuadro con la virgen María amamantando al niño Jesús. Pasó entonces a trabajar para los condes y notables de la ciudad. Su estilo inconfundible con figuras esbozadas, con trazo grueso, sin rematar, alargadas, se mantiene en este museo. 

También resulta interesante la visita al Museo del Ejército, en El Alcázar. Allí me llamó la atención una reflexión de Amadeo I de Saboya, de su renuncia al trono. Nada más llegar a España se encontró con el asesinato del general Prim, su gran valedor. Al monarca le bastaron unos meses para conocer bien la España de su tiempo, el caisnismo español de ayer y de siempre: "Dos años hace que ciño la Corona de España. Y España vive en constante lucha. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha; sería el primero en combatirlos, pero todos los que con la espada, la pluma, la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles". 

Hay muchas representaciones culturales o museos que dejaré sin mencionar. No pueden quedar fuera de esta lista el Palacio da Pena, en Sintra. Una obra majestuosa, exquisita, mezcla de estilos, que ordenó el rey Fernando II de Portugal. Inspirado en los palacios románticos alemanes, un colorido y hermoso regalo a su esposa, María II. No es menos espectacular, también en Sintra, la Quinta da Regaleira, con sus laberintos, túneles, lagos, estanques y construcciones arquitectónicas asombrosas, como el Pozo Iniciático. 

2016 también me ha permitido conocer librerías fascinantes, como la más antigua del mundo, situada en Lisboa, la librería de Bertrand, que fue fundada en 1732, en el encantador Barrio Alto de la capital portuguesa. O, por supuesto, El Ateneo Gran Splendid, la librería más bella que jamás he visto, construida sobre un antiguo teatro en Buenos Aires, en el que los palcos son salas de lectura. Un paraíso de letras. 


En Buenos Aires también visité los dos principales museos de la ciudad, el de Bellas Artes, de entrada gratuita, que reúne una colección de obras de autores de todo el mundo de distintas épocas, y el MALBA, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, que es una pinacoteca de arte moderno que no deja indiferente al visitante, y reivindica la voz de las comunidades indígenas y es crítico con el olvido de las civilizaciones previas a la conquista de América. 

La lista de atractivos culturales, como digo, podría ser mucho más larga. La imagen de arriba es de San Sebastián, un museo en sí mismo. Como lo son los fascinantes espacios naturales del Parque Nacional de los Glaciares, en Argentina, donde se visita con asombro el Perito Moreno y otros grandes glaciares, o las paradisíacas cataratas de Iguazú, del lado argentino y del brasileño. 

Viajar lejos es maravilloso. Poder descubrir lugares desconocidos o recorrer de nuevo calles familiares de ciudades amadas. Visitar museos y monumentos. Gozar del tiempo libre, de tener como toda ocupación captar la esencia de ese lugar, disfrutar de la vida. Pero a veces no es necesario salir lejos para ello. Por eso, después de recordar algunos de los viajes por los que recordaré siempre 2016, quiero acabar el año citando otro artículo del blog, el de una mañana en el Prado. Porque los habitantes de Madrid a veces no somos del todo conscientes de la inmensa fortuna que tenemos de contar cerca de casa de templos artísticos como el Museo del Prado, donde además de las exposiciones temporales (yo contemplé Solidez y belleza, de Miguel Blay, y Georges de la Tour en el Museo del Prado) se puede disfrutar de su fastuosa colección permanente, con Las meninas, Los fusilamientos del 3 de mayo o Duelo a garrotazos. 

Para 2017 deseo más cultura, más arte, teatro, literatura, cine y música. 

¡Feliz año nuevo a todos!

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