Paterson

¿Cuánta poesía puede contener una caja de cerillas? ¿Cuánta vida encierra una libreta de poemas, un cuaderno secreto de creaciones? ¿Cómo se puede llenar la rutina de lirismo? ¿Qué permite adoptar una mirada distinta, tierna, poética a la realidad cotidiana? ¿Cuál es la forma de deslumbrarse con lo que te rodea, de observar con fascinación, con ojos infantiles, ávidos de historias, cada detalle, cada pequeño gesto, cada imagen que a la mayoría de las personas pasa desapercibido? ¿Cómo hacer algo extraordinario de lo frecuente, materia de versos una vida corriente? ¿Qué tiene esto que ver con el cine? Paterson, escrita y dirigida por Jim Jarmusch, responde con delicadeza y sencillez a todas estas preguntas. 

El título alude a Paterson (Adam Driver), un conductor de autobuses de la ciudad de Paterson, New Jersey. La coincidencia entre el nombre del protagonista y el lugar en el que vive no es el único juego de espejos ni la única dualidad de una cinta repleta de guiños y símbolos, de rimas internas. La película es en sí misma un poema que se va escribiendo, literalmente, ante los ojos del espectador. Paterson sigue una rutina idéntica un día tras otro, y así lo refleja la cinta. Se despierta a las seis y cuarto, o seis y veinte. Desayuna, va caminando a la estación de autobuses. Hace su jornada en el bus. Llega  a casa, cena con su esposa y después, aprovechando el paseo de su perro, se toma una caña en el bar de siempre. Y vuelta a empezar. Una rutina como otra cualquiera. Sólo que Paterson es poeta, y le sirve de inspiración cualquier objeto, cualquier escena contemplada desde el autobús o cualquier conversación de viajeros que capta con una leve sonrisa en su bus. Es un hombre con los ojos y los oídos abiertos. Un hombre que vive de verdad. 


La cinta, delicada, tierna, tiene un ritmo reposado. Tanto que, lo reconozco, por momentos resulta algo espesa, lenta. Pero termina atrapando. Por la sensibilidad de su protagonista, por la relación con su mujer, que le anima a intentar publicar sus poemas, que le entiende y le ama. Por esos poemas de lo cotidiano que Paterson escribe en su cuaderno secreto. Si algún mensaje lanza la película es que todo en la vida es cuestión de perspectiva, de actitud. Hay una frase al final del filme, que no repetiré, naturalmente, que resume bien el espíritu de la cinta. Y la visión de la vida de Paterson, al que le sirve una caja de cerillas para construir un poema de amor, porque esos fórforos pueden encender el primer cigarro de la mujer amada y cambiarlo todo en la vida para siempre. 

Paterson es un personaje peculiar, de otra época, alguien que se niega a tener móviles ("lo sentiría como una carga", "antes el mundo funcionaba bien sin ellos"), que saluda con cortesía a todo el mundo a su paso, que habla con educación con desconocidos, que da la gracias a su perro por hacerle caso, que resulta del todo incapaz de gritar, de enfadarse, de sentir ira. La poesía llena su vida. Como dice un personaje del filme, "respira poesía". Sus poemas son mucho más que palabras, mucho más que un entretenimiento. Y acepta su rutina como inspiración para su obra. Con eso le basta. Con el beso a su mujer (Golshiften Farahani) por las mañanas. Con sus ratos de escritura. Con los paseos a su perro. Con la cerveza nocturna. Es alguien que ama lo que hace, que en lugar de pensar en lo que le falta o en lo que podría necesitar se dedica a apreciar lo que sí tiene. 

Hay un gran contraste del filme entre Paterson y un compañero de trabajo, quien, en cuanto se le pregunta qué tal, aprovecha para soltar la retahíla de pequeñas miserias: suegra enferma, reformas necesarias en casa, problemas con los niños... Si se buscan, siempre habrá razones para quejarse, para protestar. Pero también habrá siempre inspiración para hallar poesía en la vida cotidiana, para vivir con una sensibilidad diferente. "Que tengas buen día", le dice Paterson en un momento del film". "Lo dudo", responde él. La de Paterson es una actitud totalmente distinta. Sale a la calle sonriente, dispuesto a vivir, a escuchar conversaciones atractivas en su autobús, a encontrar escenas hermosas, un niño con chubasquero amarillo que camina de la mano de su madre, que después plasmará en sus poemas. Así es feliz. No necesita grandes aventuras para vivir una vida plena. 

La cinta no tiene apenas acción, no hay conflicto. No pasa nada, o casi. Una avería del autobús es la gran peripecia de uno de los días. El otro, la charla con una niña que es poeta. O los sueños cambiantes de su mujer, un día montar una empresa de cupcakes, la siguiente aprender a tocar la guitarra y convertirse en una estrella del country. O probar una nueva receta. Todo vale para disfrutar de la vida si esa es la actitud, si es lo que se quiere. El filme retrata una semana en la vida de Paterson, de lunes a domingo, cada día exactamente igual que el anterior, pero cada día distinto. Sólo al final del filme sucede un conflicto, algo que decepciona a Paterson, que hace tambalear su actitud positiva y admirable ante la vida. Y entonces llega un desenlace hermoso en esta cinta que demuestra hasta qué punto la sencillez y la rutina contienen más poesía de la que se aprecia a simple vista. Todo es cuestión de perspectiva y de actitud. 

Comentarios