Colombia vota no al acuerdo con las FARC

Nadie lo esperaba, pero el pueblo colombiano ha votado en contra del acuerdo de su gobierno con las FARC para poner fin a un conflicto de décadas que ha desgarrado el país. El 50,2% de los ciudadanos que ha acudido a votar al referéndum más trascendental de la historia reciente de Colombia ha decidido rechazar las condiciones que Juan Manuel Santos pactó con la guerrilla. Ahora se abre un periodo de enorme incertidumbre, que va mucho más allá del revés político para Santos de este no y del impulso para quienes defendieron el rechazo al acuerdo, como el expresidente Álvaro Uribe, quien de un modo más contundente se ha mostrado en todo momento en contra de este pacto. 


Esta noticia, por la trascendencia y la gravedad del conflicto de fondo, es la típica en la que resulta difícil sacar conclusiones en la distancia, sin conocer todos los detalles, el clima de opinión de la sociedad colombiana. Es fácil opinar de forma gratuita. Quienes defendieron el no al acuerdo ponían el acento en las condiciones pactadas con las FARC. Entre ellas, la creación de unos tribunales especiales para juzgar a los guerrilleros, con miembros propuestos por la propia organización criminal. O asegurar puestos a las FARC en el Parlamento lo consigan o no en las elecciones, durante los primeros años. O ayudas económicas a los miembros de la guerrilla. Medidas todas ellas muy arriesgadas, que los críticos con el acuerdo consideran una traición, una cesión humillante ante un grupo criminal, mientras que los defensores opinan que son gestos de generosidad, un esfuerzo enorme en pos de un bien común, el final de la violencia de las FARC. 

Llama la atención la escasa participación del referéndum. Es obvio que el tema sobre el que se preguntaba en la consulta afecta a todos los colombianos, pero el 60% no acudió a las urnas. No resulta sencillo entender a qué se debe esta inmensa abstención, dada la trascendencia del asunto planteado en la consulta. Es quizá lo que más choca, visto en la distancia. Esa cierta indiferencia de la mayoría de la sociedad colombiana sobre el referéndum que debía respaldar o censurar el pacto de su gobierno con las FARC, que llevaba siendo negociado muchos años. 

También es llamativo el contraste entre el rechazo de la mayoría de los colombianos que han acudido a las urnas al acuerdo y el respaldo masivo que recibió Santos entre la comunidad internacional. Mandatarios de todo el mundo apoyaron al gobierno colombiano en la firma del acuerdo con la guerrilla. Y este es otro punto de reflexión. Mayoritariamente, en el extranjero Santos recibió un respaldo que no ha tenido dentro. España es un ejemplo claro de ello, y los críticos con el acuerdo así lo han remarcado. ¿Qué habríamos dicho los españoles si un gobierno hubiera llegado a un acuerdo similar con ETA? ¿Habríamos respaldado ese pacto con el mismo entusiasmo con el que, en general, lo hemos hecho con el alcanzado por el gobierno colombiano y las FARC? Si somos honestos, la respuesta probablemente sea no. 

Y aun así, parece demostrado que no sería posible acabar con las FARC por la fuerza. Se lleva décadas intentándolo. Aquí surge el dilema habitual en los procesos de paz, cuando negocia un gobierno democrático con una banda terrorista, algo que ha sucedido antes en muchas otras partes del mundo. Surgen mil dudas, mil conflictos éticos y morales. Hasta qué punto se puede ceder. Hasta dónde se puede llegar para evitar nuevas víctimas, para romper con el pasado e intentar construir un futuro en paz. Qué relato se construye, cómo se consigue que los que extendieron el terror no salgan vencedores del acuerdo. No cegarse por el dolor y el odio. La necesidad de anteponer el futuro a las heridas del pasado, pero sin borrarlas. Es un conflicto complejísimo. 

La gran incógnita está ahora en saber qué ocurrirá en adelante. Parece que las FARC se reafirman en su voluntad de abandonar las armas y Santos ya ha declarado que él seguirá luchando por la paz. Es posible que se busque un nuevo acuerdo, donde necesariamente las condiciones con la guerrilla tendrían que ser más duras. O puede que Santos intente acordar ese posible nuevo acuerdo con los partidos que han defendido el no en el referéndum, y que lo han ganado. Colombia mira a su futuro con expectación. Es un dilema muy complejo que ahora abre una nueva etapa llena de incertidumbre

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