El teatrillo de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez ha pasado de querer ser líder de la oposición sin que haya gobierno a querer encontrar una solución al embrollo político actual sin postularse como candidato. Todo en orden. El surrealismo sigue dominando la política española. Mires a donde mires. El PP sostiene sin aparente rubor que el envío de Soria al Banco Mundial responde a un concurso público. El mismo, por lo que se ve, que antes que el exministro que aparecía en los papeles de Panamá pasó una sobrina del ministro de Economía, Luis de Guindos. Podemos defiende que quiere permitir un gobierno encabezado por el PSOE, cuando en la anterior legislatura boicoteó desde el comienzo cualquier acuerdo. Y Ciudadanos se ofrece a Sánchez Feijoo en Galicia para frenar a las Mareas, sólo que las encuestas no le dan ni un escaño allí. Pero hay que reconocer que ayer el primer puesto en teatrillo y postureo se lo ganó a pulso Pedro Sánchez. 


El líder del PSOE confundió a propios y extraños el viernes, cuando llamó en el Congreso a las fuerzas del cambio a buscar una solución para sacar a España del atasco político en el que ha entrado tras el fracaso de Rajoy (ese que él ansiaba por encima de todas las cosas, para estar empatado con el líder popular). ¿Estaba abriendo la puerta a un gobierno alternativo? Ni sí ni no, sino todo lo contrario. O puede que sí, pero va a ser que no. Quién sabe. Ayer, Sánchez siguió en su línea habitual, es decir, haciendo que nadie entienda nada de lo que dice. Cuando uno se acostumbra a emplear un lenguaje confuso es muy difícil apearse de él y el líder del PSOE se encuentra cómodo diciendo vaguedades que no significan nada, pero como si fueran algo muy trascendente. 

Lo más cómico de la intervención de ayer de Sánchez fue su decisión de llamar al PP. Una semana después de votar en contra de la investidura de Rajoy y de reiterar que no tiene nada que hablar con el presidente en funciones, ahora lo ha pensado mejor y sí quiere hablar con él. Ya no le parece "prescindible" mantener una charla con Rajoy. Ahora lo ve necesario. Dijo el viernes que iba a hablar con las fuerzas del cambio. O ha variado su posición o, más divertido todavía, considera que el PP es una fuerza del cambio. Todo es posible en esta España nuestra donde la clase política siempre está dispuesta a sorprender a los ciudadanos. 

Lo que va a hacer Sánchez, hablar con los líderes de los distintos partidos, es lo que suele hacer un candidato a la presidencia, o alguien que se postula, al menos. Pero él quiso dejar claro ayer que no, que sólo quiere buscar soluciones. Mágicas, le faltó añadir. La culpa es del resto del mundo, que no tiene las mismas dotes imaginativas de Sánchez. Todos empeñados en que la única forma de salir de este embrollo político es que se forme gobierno y él, buscando sus soluciones milagrosas, sin que eso pase, al parecer, por un gobierno del PP ni tampoco del PSOE. Sánchez y su vía fantástica. Sánchez y sus fábulas. Sánchez y su mundo. 

El líder del PSOE ha mantenido desde las segundas elecciones una postura insostenible. Ni apoyaba exigir al PP cambios legales, o incluso de cabeza, a cambio de su abstención, para permitir gobernar al único partido que ganó apoyos en las urnas; ni buscaba una alternativa pactando él con otros partidos ni promovía abiertamente la celebración de unas terceras elecciones. Ahora sigue, básicamente, con la misma postura. Porque continúa negándose a permitir gobernar al PP bajo ninguna circunstancia, pero tampoco está abriendo una vía propia para un gobierno alternativo ni quiere, o eso dice, una nueva cita con las urnas. ¿Qué quiere Sánchez? Nadie lo sabe. Dentro de su partido hay voces que piden abstenerse para dejar gobernar al PP y otras que sugieren, desde el sur, que la ejecutiva del PSOE está engañando a los ciudadanos, porque no hay opción real de llegar a un acuerdo con Podemos y Ciudadanos. Todo apunta  a unas nuevas elecciones, pero antes, Sánchez quiere montar su propio teatrillo. Sigue el show. 

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