Un acuerdo insuficiente

Con una parafernalia similar a la del acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos, que el PP tanto criticó, ayer Mariano Rajoy y Albert Rivera sellaron en el Congreso con un apretón de manos el pacto entre sus formaciones. Un acuerdo de 150 medidas que suma 169 escaños en favor de la investidura de Rajoy. Poco después, Coalición Canarias también firmó un acuerdo con el PP, por lo que la formación que ganó las elecciones de junio se queda a seis escaños de la mayoría suficiente como para formar gobierno. No parece que Rajoy vaya a conseguir más apoyos. Pedro Sánchez se reúne hoy con el presidente en funciones, pero sólo para reiterar su no. Así las cosas, la investidura de Rajoy será previsiblemente fallida, como la de Sánchez. Todas las críticas y burlas que el líder del PP empleó contra el socialista por acudir al Congreso sin tener los apoyos suficientes se podrían rescatar y, con un mínimo ejercicio de coherencia, aplicarse a lo que hoy está haciendo el propio Rajoy. 
El pacto entre el PP y Ciudadanos adolece de lo mismo que el acuerdo entre Ciudadanos y PSOE: está reñido con la aritmética y con los tiempos verbales. Con la aritmética porque no les salen las cuentas. Es verdad que están mucho más cerca de la mayoría de lo que estuvo Sánchez y también que Rajoy tiene el respaldo de un diputado más, por ejemplo, que el que tenía Zapatero en su primera legislatura. Pero siguen sin tener suficientes apoyos. Y gobierna quien recibe el voto a favor de 176 diputados. Sin más. Y está reñido también con los tiempos verbales porque Rivera no hacía más que decir ayer "hemos conseguido esto" o "hemos aprobado aquello", cuando no es así. Más bien han pactado que, si Rajoy llega al gobierno, promoverá esas medidas, muchas de las cuales no podría sacar adelante sin el apoyo de nuevos partidos.

Dicho esto, sólo desde el partidismo se puede despreciar de forma tajante el acuerdo entre el PP y Ciudadanos, exactamente igual que con el pacto entre PSOE y Ciudadanos. Hay medidas interesantes. Analizándolas una a una, cuesta creer que los socialistas, o incluso Podemos, no estén a favor, por ejemplo, de aumentar sensiblemente el gasto social, o poner en marcha un plan contra la pobreza infantil, o promover medidas en pos de la conciliación entre la vida laboral y personal. Sí hay medidas sensatas y positivas, que en algunos casos suponen además una enmienda a la totalidad a la labor de gobierno del PP los últimos cuatro años. 

Lo que pasa es que nadie habla de medidas. En el fondo, todos andan en la campaña perpetua. Cuando ayer Íñigo Errejón tildó de "acuerdo de la indignidad" este pacto, no lo hizo porque se haya leído el documento de 150 medidas, ni porque todas y cada una de esas 150 propuestas les parezcan indignas. Es sencillamente la batalla partidista, la política de bajos vuelos, el tacticismo en el que España está encerrada, en bucle, desde hace meses. Por supuesto, ese afán partidista mueve a todos los actores. Ciudadanos ha promovido un pacto, si. Con buena voluntad, también. Pero, por supuesto, sus pasos los guía igualmente el empeño por ser decisivos, por sacar tajada electoral de su actuación. Como es política de bajos vuelos acordar, como hicieron PP y Ciudadanos, que la investidura sea esta semana, lo que implica que unas terceras elecciones se celebrarían el día de Navidad, como burda estrategia de presión al PSOE. 

Todas las miradas se dirigen hacia los socialistas. De hecho, el pacto de ayer parece en ocasiones más una medida de presión a Pedro Sánchez que un acuerdo para cambiar el país, que en parte también lo es. No hay más que ver los titulares de todos los medios hoy para entender hasta qué punto está presionado el líder socialista. Con el editorial de El País abonado a este asunto, el PSOE es, de largo, el partido más presionado. Se han hecho más encuestas sobre lo que quieren los votantes socialistas (qué pronto hemos vuelto a confiar en las encuestas tras su patinazo en las elecciones de junio, por cierto) que sobre cualquier otra cuestión. Creo que hay cierta confusión sobre lo que quieren los votantes del PSOE. Dudo mucho que sea mayoritaria la opinión de que el partido se debe abstener, que es lo que se le pide en todos los foros posibles a Pedro Sánchez, menos en su militancia. El silencio cómodo de los barones socialistas también es significativo. Creen que el PSOE debe abstenerse, pero prefieren filtrarlo a la prensa como declaraciones anónimas, para no verse perjudicados ante sus votantes. 

La posición del PSOE parece poco sostenible. No es no, dice Sánchez. Y no sale de ahí. Es obvio que nadie votó al PSOE para hacer presidente a Rajoy. Pero también lo es, o lo parece, que los socialistas tienen la llave para evitar unas terceras elecciones. Habría sido legítimo, a pesar de que sería una misión utópica y de que llegaría tras el peor resultado de su historia, que Sánchez intentara buscar una mayoría alternativa. Pero es que tampoco está jugando a eso. La actitud del PSOE conduce, sí o sí, a las terceras elecciones. Cuesta no ver en la actitud de Sánchez el resquemor por su fracaso en su investidura. Parece que, por encima de todas las cosas, el líder del PSOE desea que Rajoy se estrelle igual que él en el Congreso. Y luego ya veremos. 

Evidentemente, todos los partidos están recurriendo a sus argucias y sus tacticismos. Todos. Pero hay movimientos que tienen sentido como medida de presión. El PSOE no puede negar que de las 150 medidas que acordaron ayer PP y Ciudadanos, 100 estaban en el pacto que firmaron Sánchez y Rivera. Si no es desde el sectarismo y el partidismo, no apoyaremos jamás al PP y punto, cuesta entender el no es no del PSOE. No porque deba dar su apoyo a Rajoy a cambio de nada, como asombrosamente parece pretender el PP. Ni porque deba confiar en el líder de un partido intoxicado de corrupción. Pero sí porque Ciudadanos ha mostrado el camino a PSOE. Exigir cambios legales a cambio de una abstención, de permitir al ganador de las elecciones, y el único partido que mejoró sus resultados desde diciembre, no lo olvidemos, que gobierne. Eso no es darle un apoyo incondicional. El PP seguiría en el gobierno, pero necesitaría pactar con el resto de partidos hasta para comprar pipas. Y eso es algo que el PSOE podría aprovechar, pues de él dependería todo, pero no lo está haciendo. Decir que no a Rajoy, no a buscar un gobierno de izquierdas y no a terceras elecciones es algo que no casa, resulta imposible mantener esa posición. Porque los nacionalistas, en principio, son incompatibles con el acuerdo entre el PP y Ciudadanos. El tiempo dirá. 

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