Apple y los impuestos

La Comisión Europea obligó ayer a Apple a pagar 13.000 millones de euros, por haber disfrutado en los últimos años de ventajas fiscales en Irlanda. El país tiene un tipo de sociedades muy bajo, del 12,5%, pero a la compañía de la manzana aún se le cobró menos, por un acuerdo privilegiado que Europa considera ayuda de Estado ilegal. Irlanda recurrirá esta decisión de la UE. Es decir, renuncia a cobrar esos 13.000 euros, que es una cantidad con la que se pueden pagar muchas pensiones, o construir muchos hospitales o colegios. ¿Alguien lo entiende? Se llama capitalismo del siglo XXI. Neoliberalismo, si se prefiere. Esa teoría según la cual el mejor Estado es el que no existe y la mejor política social es dejar a las empresas pagar lo menos posible porque si no, oh dios mío, se irían a otra parte. 

La decisión de Bruselas no sólo pone de manifiesto un escandaloso trato de favor a Apple, también demuestra cómo Irlanda ha basado su sistema económico en ofrecer ventajas a las empresas. Irlanda, recuerdan hoy los periódicos, es el primer de Europa en libertad económica. Ese índice, por lo que se ve, mide la falta de trabas y de impuestos a las compañías. Es decir, premia a aquellos países que anteponen las ventajas a las empresas que las que consideran, vaya locura, que las grandes multinacionales deben contribuir exactamente igual que el resto de empresas o contribuyentes al bienestar de la sociedad en la que trabajan. Es revelador que Irlanda no quiera esos 13.000 millones, que son los que Apple debería haber pagado si no tuviera ese trato ventajoso especial, en los dos últimos años. No los quiere porque está entregada a las empresas, porque su razón de ser, el centro de su modelo económico, es dar cobijo a empresas como Apple, Google o Facebook a cambio de impuestos bajos.

Sería deseable que la Unión Europea, con tantos defectos, pero que con medidas como esta demuestra también lo necesaria que es, avanzara hacia una armonización fiscal en la que no hubiera estas discrepancias tan colosales en la imposición en los distintos Estados. Mientras haya un país con impuestos de sociedades infinitamente más bajos que el resto, será el centro de atracción de las grandes multinacionales y aquellos países que, anticuados ellos, nada convencidos del neoliberalismo imperante, mantengan impuestos más altos para las empresas, tendrán siempre las de perder. 

Apple responde a la sanción de la UE con un comunicado sensiblero, ñoño y falso, como sus anuncios publicitarios, pero con mucha menos gracia. Empiezan relatando una historia poco menos que épica, en la que una empresa estadounidense bondadosa se asienta en Cork, Irlanda, en 1980. ¿Por las ventajas fiscales? Qué va. Porque "en aquellos años Cork sufría una alta tasa  de desempleo y un volumen de inversiones económicas extremadamente bajo. Sin embargo, la dirección de Apple supo ver un lugar rico en talento, capaz de crecer con la empresa si esta alcanzaba el éxito que esperaba". Y aquí ya empiezan a sonar los violines hasta que Apple se refiere al malvado de la película, la UE, permitiéndose incluso dar lecciones sobre "los principios legales sobre los que se fundó la Unión Europea". 

La empresa tecnológica dice que es la que más impuestos paga en Irlanda (no se trata de eso, se trata de pagar lo que le corresponde) y en Estados Unidos. También niega que tenga un trato de favor en Irlanda y zanja que "si la teoría de la Comisión se llevara a la práctica, todas las empresas de Irlanda y del resto de Europa correrían el riesgo de estar sometidas al pago de impuestos dictados por leyes que nunca han existido". Insistimos, nada de eso. Apple sí tenía un acuerdo con Irlanda, que le da un trato de favor, que se suma al ya nimio impuesto de sociedades que rige en ese país. 

Naturalmente, Apple recurre también al empleo que genera en Irlanda. Es la misma estrategia de siempre. Cuando se pide a una empresa que pague los impuestos que debe ("atacar a la empresa", en el lenguaje neoliberal imperante), rápidamente se recuerda la cantidad de empleados que tiene esa compañía, haciendo un chantaje burdo. Si los Estados se ponen tontos, es decir, hacen su trabajo, intentan sencillamente que se cumpla la ley, las empresas se irán a otro sitio. Pero es una amenaza falsa. Europa es un mercado al que ninguna gran multinacional va a renunciar. Pero, claro, si dentro hay un país que va por libre y pacta tratamientos fiscales privilegiados, las empresas irán hacia allá. Apple, por ejemplo, da pérdidas en España, porque centra toda su actividad en Irlanda, que es donde menos paga. 

Esta sanción de la Comisión Europea a Apple sirve para demostrar de nuevo lo importante que son las autoridades de la Competencia, que este sistema económico no sea desaforado, sino que haya controles. También es un toque de atención, otro más, sobre las grandes multinacionales, esas que adoramos por sus productos o sus servicios. Porque Apple, además de tener dispositivos que nos enamoran, no paga los impuestos que debe en Europa. Y esa responsabilidad social es exigible también a las grandes compañías, por mucho que nos guste su iPhone o su iPad. No todo vale para atraer inversiones. 

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