La campaña perpetua

Una de las frases más citadas de Marx (con perdón), aquella de "la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa", define bien la repetición de las elecciones en España y esta campaña perpetua y bastante insoportable en la que estamos instalados. No tanto porque pueda calificarse como tragedia que no se formara gobierno tras los comicios de diciembre, al fin y al cabo el mundo sigue girando igual que antes, sino porque lo que vivimos se parece mucho a una farsa. A un disparate, un teatro del absurdo con los mismos protagonistas, aquellos que dijeron que querían reducir los gastos de campaña y no cargar a los votantes, pero que ahora acaparan las televisiones y siguen ideando vídeos a cual más ridículo. 
Agota esta campaña, lo cual resulta bastante inquietante dado que, oficialmente, no ha comenzado todavía. Lo que va del primer cara a cara entre Albert Rivera y Pablo Iglesias en Salvados, el del bar del Tío Cuco, y el segundo, que se celebró en el Círculo de Bellas Artes y se emitió el pasado domingo, es lo que ha pasado entre un creciente interés por la política de los españoles y un evidente agotamiento por el sainete que siguió a los comicios del 20 de diciembre. La audiencia bajó a plomo y el tono cordial, algo esperanzado, con puntos de encuentro entre los líderes de Ciudadanos y Podemos, mutó en un tono bronco, con más menosprecios que ideas. Enterraron Rivera e Iglesias la nueva política. Eran dos políticos de toda la vida, de la veja política, la más antigua y frívola, la más simplista, la que tiene enemigos a los que no se concede nada. El desencanto vuelve, con más fuerza si cabe. Las encuestas hablan de una victoria electoral del PP y del sorpasso de Unidos Podemos al PSOE. Pero si algo podemos tener claro es que la abstención se disparará. Cuesta mucho encontrar razones para acudir a las urnas el 26 de junio y esa es la peor noticia posible en una democracia.

La campaña, que oficialmente empieza el jueves, no se presenta muy esperanzadora. Por orden de votos en las últimas elecciones. El PP ha aportado como gran novedad una versión latina de su himno. Por lo demás, la doctrina sigue siendo la oficial marianista: no hacer nada, no cansarse, quedarse parado a esperar. Varios sondeos indican que la parálisis del partido del gobierno en estos meses tras las elecciones del 20 de diciembre tendrá premio y que los continuos escándalos de corrupción que le rodean no tendrán castigo. Para qué cambiar, piensa Rajoy. Su postura es clara, le va bien la polarización de la política española. Que haya dos únicas opciones. O el PP, que garantiza la estabilidad, el sentido común y todos esos lugares comunes, o Podemos, que es la horda de comunistas que hundirán España. Así se simplista. Y, básicamente, a ese juego se entregará con ardor el partido del gobierno en la campaña. 

Ante semejante radicalización de posturas, que le va muy bien al PP y a Podemos, el PSOE queda encerrado. Se da por hecho que perderá en votos y, probablemente, también en escaños frente a Unidos Podemos. Pedro Sánchez anda perdido. No encuentra el tono de la campaña. Apunta a Rajoy, presentándose como la única alternativa real para desbancarlo de la Moncloa. Pero parece que no está teniendo éxito en este discurso. Más da la impresión de que los votantes de izquierdas que desean cambios radicales prefieren la coalición entre Izquierda Unida y Podemos. Los socialistas, que pactaron con Ciudadanos tras las elecciones, no sólo no tienen reconocimiento por haber negociado, sino que siguen perdiendo apoyos. No logra sacudirse el hartazgo de tantos ciudadanos con el bipartidismo y su simetría casi perfecta en política económica con el PP. Algo estará haciendo muy mal el PSOE para seguir perdiendo votos a chorros elección tras elección. 

Ciudadanos buscará ser decisivo, para después apoyar a quien convenga. Puede que su campaña remonte en las dos próximas semanas, por qué no, pero de momento no resulta demasiado alentadora. El electoralista viaje de Rivera a Venezuela fue una burda utilización del drama político que vive aquel país en beneficio propio. E ir a hacerse la foto a un campo de refugiados tampoco demuestra de por sí un compromiso claro con esta tragedia humanitaria. Rivera cree ser más de lo que es y se atribuye a sí mismo un aire presidencialista que en la anterior campaña, creo, le hizo un flaco favor, a pesar de lo cual repite esa pose. Si algo hay que reconocerlo al líder del partido naranja es que, con 40 diputados, ha logrado más atención mediática que otros partidos con más representación. Pero se está trasladando de forma demasiado clara a la política espectáculo. 

Unidos Podemos es la novedad de estas elecciones, porque después de que IU reclamara al partido de Iglesias reiteradamente unirse en las elecciones del 20 de diciembre, han tenido que bajar las expectativas de la formación morada en las encuestas para que su líder aceptara la coalición con el partido liderado por Alberto Garzón. Tampoco promete demasiado la campaña de esta formación, al menos, en lo que se refiere a Podemos. Con su habitual equilibrismo, ese que precisamente tanto desagradaba a Garzón, Podemos pivota su campaña en torno a dos conceptos: "patriotismo" y "socialdemocracia". En las últimas campañas, siempre, Podemos ha acabado mejor que como comenzó, y aquí cuenta con el respaldo de Garzón. Pero no está claro que cautive apelando al patrioterismo, que escama a mucha gente que adopta una higiénica actitud de escepticismo en cuanto alguien dice patria. Veremos. 

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